26 marzo 2010

Handicap

(I’m not handicaped but I’ve got a handicap…)

Yo era ya un hombre de “mediana edad” cuando aprendí a jugar al golf. Creo que ya casi alcanzaba los cincuenta, cuando mi buen amigo Álvaro me convenció de sus tortuosos como cuestionables encantos… Que la parte social y la caminata; que la geometría del juego y la estrategia en la utilización adecuada de la cancha; que el control del giro corporal y el dominio del juego corto; que la etiqueta y el paisaje; en fin, tantos nuevos como variados conceptos; tantos y tan diferentes secretos. Tantas expresiones nuevas (dale una provisional, ábrele la cara del palo, creo que levantaste la cabeza, no pasaste las manos, te quedaste antes del agua). Tantos términos intraducibles y nuevos: caddie, foursome, bunker, driver, putter, swing, slice! Y claro, el más intraducible de todos (que en otros contextos, podría significar ora minusvalía, ora desventaja), me refiero al término más emblemático e imprescindible del juego: el infaltable y aristocrático “handicap”.

Si, porque el “handicap” da carta de naturalidad y residencia. Es una especie de permiso de entrada para participar en el juego; pero también, una suerte de regla para medir las habilidades y las limitaciones. El handicap le permite al golfista, competir con quien quiera y cuando quiera; pero es sobre todo, una manera de clasificar el nivel de pericia y experiencia de los jugadores. No tener handicap sólo puede interpretarse como dos cosas: no ser parte relacionada con el juego o ser tan proficiente en el mismo, que no se requiere de obtener ventaja para compartir y competir en el juego, para poder participar en él.

Es el handicap un valor objetivo que requiere de un alto ingrediente de rectitud y de honestidad, para que los jugadores puedan basarse en él. Podría decirse que, entre aficionados, el juego no sería posible sin este elemento conocido como handicap. Este sistema de “concederse ventaja” es parte consustancial al golf; es parte imprescindible de la integridad de un entretenimiento que mas allá de su supuesto exclusivismo, es una forma libremente acordada de aceptar y aplicar unas normas de honrada convivencia deportiva y social. No debes dar, ni pedir ayuda; debes castigar tus propios errores, debes respetar la cancha y el juego del contrario. Y… ante todo, debes contar tus golpes con certeza, verdad y seriedad.

Porque el golf, además de ser un juego contra los otros, contra la cancha, contra los elementos; es también una contienda contra uno mismo; contra nuestros temores y nuestros instintos; contra nuestras propias limitaciones físicas y debilidades mentales. Y en medio de todo esto: es una actitud permanente de profundo respeto a las normas, con un compromiso continuo por participar haciendo honor a un invisible, pero concertado, protocolo; con honradez y caballerosidad. Sí, hay mucho más que perseguir una pequeña pelotita para colocarla en un hoyo embanderado y elusivo. El golf es una honorable actividad humana basada en la pulcritud y en la honestidad!

Pero… en la vida hay también otros tipos de “handicap”. Hoy mismo mientras me registraba en el hotel Sheraton de Anchorage, me informaron que estaban cortos de habitaciones; a menos que no me importase tomar una asignada y reservada para personas con “handicap”. Venía muy cansado y no veía que podía perder; así que, porqué no! Al subir a la recamara que me asignaron me encontré con un dormitorio diseñado completamente para personas con discapacidades físicas. Aunque, claro, había sido planificado por personas sin limitaciones, para otros individuos con desventajas en su movilidad: minusválidos o parapléjicos.

La habitación, en sí misma, no exhibía mayor diferencia con los tradicionales cuartos de hotel. Quizás la más evidente e importante era la altura de la barra en el ropero, que la habían ubicado a una altura razonable. Era el cuarto de baño el que presentaba las mayores diferencias: con su servicio higiénico dotado de apoyabrazos y respaldares; una regadera carente de tina de baño; y las paredes provistas de múltiples agarraderas y pasamanos. Quizás únicamente la repisa del toallero había sido instalada a una altura realmente inalcanzable!

Hoy me he puesto sin proponérmelo en zapatos ajenos y he tenido que meditar en los inconvenientes e incomodidades por las que tienen que pasar las personas afectadas por sus respectivos “hándicaps”. He tenido que meditar también en el capricho de la semántica, al reconocer que a veces quiere decir ventaja, y a veces desventaja, esto del tan mencionado handicap. Porque el inglés es un idioma travieso y caprichoso, que para mencionar dos conceptos distintos, y hasta antagónicos, puede usar a veces la misma palabra. Y para significar la ventaja que se concede, como para designar al minusválido, usa el mismo e invariable término de “handicap”.

Me he hecho a la idea por un momento de que me movilizaba en una silla de ruedas en mi inesperada recámara. Le he dado gracias a Dios que, a pesar de todas mis humanas limitaciones, es sólo golfístico mi propio handicap. Y me he preguntado si no es un poco injusto, que sin merecerlo, no sea yo un lisiado o un minusválido. Me he preguntado si realmente me merezco esto de tener un handicap; pero de no ser, al mismo tiempo, un individuo con algún “handicap”…

Giran y giran las norias de mi silla de ruedas; gira que giran, y al girar me recuerdan, las ventajas que me dio la vida y mis insignificantes sufrimientos y frustraciones con mi otra terrena limitación: mi inocuo e irrisorio handicap!

Anchorage, Alaska, Marzo de 2010
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