31 marzo 2010

Los otros “pelucones”

Vive mi patria una hora muy triste. Sufre una ausencia de valores y de sentido de colectividad que nos sumerge en el más oscuro de los pesimismos. Somos un pueblo escindido, que vive entre el rencor y la angustia; entre la desilusión y el resentimiento. Por todas partes, una actitud de bullanguera beligerancia va carcomiendo los cimientos mismos de la sociedad; va dejando por doquier la grosera impronta de su impostura, con las garras sucias del escándalo y la calumnia; de la acusación infundada y el altanero desafío. 

Repetidas desilusiones y frustraciones políticas han llevado a la gente a creer solo en los gritones de oficio, en los prestidigitadores de parque, en los magos improvisados; en los agoreros y en los adivinos. Una insólita carencia de verdadero liderazgo, va herrumbrando la base misma de los cimientos democráticos; va debilitando la entidad de las instituciones; y va entorpeciendo la mente de un pueblo al que desde ayer embriagaron con una verborrea de odio, para que olvide que únicamente con el esfuerzo de sus propias manos estará siempre la única posibilidad de mejorar su destino. Para que en su odio, no entienda que para alcanzar el progreso y el bienestar, se requiere aportar con trabajo y con esfuerzo; con abnegación y con sacrificio. 

Si los emperadores romanos procuraron ofrecer “pan y circo” en su tiempo; aquí los nuestros (nuestros fatuos emperadores criollos) quieren ofrecer, dia tras dia, sólo circo y nada más que circo. Un ambiente de burla artera y aleve, de ironía venenosa e irrespeto a la libertad ajena y a la dignidad de las personas, va enquistándose como nueva estrategia, como nuevo estilo. La condición de lideres ya no la ostentan los que orientan y los que inspiran; la reclaman los que han hecho de la deshonra su meta; y del insulto y la insinuación malévola, su derrotero y su camino. 

Ya no tiene mérito la honra bien ganada; no sirven tampoco ni el prestigio familiar, ni la fortuna obtenida con trabajo abnegado, esfuerzo y sacrificio. Una insinuación proterva va tratando de identificar a quienes jamás robaron un centavo al estado, con los pícaros y embusteros que medran siempre del poder y sus beneficios. Se ha desenterrado o exhumado un término chabacano y viejo para hacer escarnio de los que reclaman respeto a su honra y exigen un gobierno distinto. Se los tilda y acusa de “pelucones”, porque son diferentes, porque se resisten a compartir el banquete del poder; de ese poder en el que hay muchos llamados, pero pocos elegidos. 

Y en medio de todo esto, qué es lo que ha cambiado? Pues nada! Sólo que los que roban y aprovechan, ahora son únicamente personajes diferentes, son individuos distintos. Para desviar la atención de los efectos de la corrupción y el artificio, se acusa entonces a los que evitan complicarse y comprometerse; a los que han descubierto con repugnancia que los nuevos y falsos redentores son sólo personajes de una diferente comedia. Porque ahora son nuevos los personajes, pero las máscaras y los disfraces siguen siendo los mismos! 

Pero lo más triste es que los que acusan deberían ser mas bien los acusados; porque ahora los pícaros endilgan a otros sus propios e impunes delitos. Y los “nuevos pelucones” no son sólo les que ahora hurtan, trafican y pervierten. Los nuevos pelucones son los que han acumulado en sus ansiosas manos el control de la seguridad y de la justicia; los que han descubierto que son los únicos y exclusivos poseedores de la verdad. Son los que creen que sólo ellos merecen acceso a todo al poder político. En un ambiente así, se protege al que asalta y al que secuestra. Es el nuevo reino de la picardía. Y a todo esto, se le llama “participación ciudadana” y “control político”! 

Un ambiente de desconsuelo, inseguridad y desconfianza tiene enferma a mi patria. Pero como los síntomas son subyacentes y no muy claros, muy pocos se han dado cuenta, pocos parecen advertirlo o a nadie parece importarle este deprimente y criminal designio. Hoy se han redescubierto “nuevos valores” y son estos los que definen e identifican a los “nuevos pelucones”. 

Dos milenios atrás los hombres se congregaban en academias, liceos y ágoras, para hablar de conceptos espirituales y etéreos: la verdad, la bondad, la libertad y la belleza fueron los valores perseguidos por sabios y filósofos en la antigüedad. Era como si la civilización hubiese encontrado sus primordiales objetivos. Luego, con el advenimiento de la Edad Media y la revolución industrial fueron imponiéndose poco a poco, aunque de forma clandestina, las nuevas metas del dinero y del placer. El hedonismo y la riqueza, pasaron a ser los nuevos e importantes objetivos. Hoy, el impúdico nuevo lema es “el poder por el poder”. Ese es entonces el nuevo valor supremo; ese, y no otro, es el nuevo objetivo! 

Viví hace pocos días un episodio en un pequeño pueblo de la costa, que para mí, a pesar de su escasa trascendencia personal, fue muy aleccionador e interesante. Hacíamos fila, con mi amigo Francisco, para abastecernos de combustible en uno de los días de feriado de Carnaval. De pronto y sin que medie motivo, o gesto aquiescente, un individuo se introdujo en la parte delantera de la fila de manera abusiva, desconociendo así las básicas normas de civilidad y respeto. Me bajé del auto para reclamarle; sólo para encontrarme con los consabidos argumentos de su absurda y criolla picardía (no, yo ya estaba aquí, solo fui a regresar)… Obedecí al malestar y desacuerdo de todos los involucrados en idéntica espera y le invite a que fuera a “hacer cola” donde le correspondía. 

Lamentablemente algo parece haberle hecho recordar al individuo de sus escondidas prerrogativas. Esto le hizo reaccionar agresivamente. Le increpé que por eso el país vivía en el desorden; por culpa de gente que no aceptaba normas de respeto y disciplina. Que el país estaba así, por causa de gente como él. Fue cuando, antes de que me diera cuenta que estaba en tierra extraña, el “ciudadano” ya estaba soliviantando y convocando a sus cercanos amigos y conocidos; e inclusive a personal de la policía local, que evidentemente también estaba relacionado familiarmente con él… Todos eran sus amigos! 

Se invirtieron los papeles, de reclamador pasé a convertirme de golpe en acusado; de perseguidor pasé a convertirme ya en perseguido. Ahora era “la autoridad” la que me pedía a mí la licencia y no la que exhortaba y reclamaba al avieso e indisciplinado individuo. Pude advertir entonces, que un sentido de injusticia e inseguridad reinaba en el ambiente, sensación de la que participaban todos, incluyendo mi amigo y los demás testigos. Estaba claro: el abuso y la prepotencia se exacerbaban con este respaldo de quienes tienen en sus manos la seguridad ajena y la justicia… 

Comprendí entonces porqué la gente buena no quiere ya participar en los asuntos de la comunidad. La seguridad y la justicia no existen; ni siquiera importan a nadie. Simplemente están ya en manos de “los nuevos pelucones”. Ya nadie puede reclamarles; ya nada se puede esperar de los tradicionales valores por los que está obligada a velar la autoridad. Nada se puede esperar ya de estos aviesos individuos! 

Sí, “la patria ya es de todos”... De todos estos pelucones advenedizos! 

Shangai, 1 de Abril de 2010


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