31 marzo 2010

Tortura china

Parece que la tantas veces mencionada tortura china no era sino un método psicológico con el que se inmovilizaba al reo de cubito supino (tumbado boca arriba), para que le cayera sobre la frente un persistente goteo que terminaba por volverle loco. La parte mas grave quizás consistía en que el mencionado goteo no lo dejaba dormir, ni podía tomar de ese agua aunque se moría, literalmente, de sed. Fallecía a los pocos días el prisionero, con paro cardíaco, sin haber podido conciliar el sueño, ni haber podido saciar su sed. 

Cuando de torturas se trata, es especialmente famosa la historia de la cruel inquisición española con sus increíbles métodos y su Tribunal del Santo Oficio. Tarea que vino a reemplazar a la anterior inquisición, la medieval, que estaba controlada por el infalible Papa de Roma. Esta iniciativa instituida para preservar la ortodoxia católica; se ensañó en forma especial con musulmanes y judíos; con protestantes y supersticiosos; con herejes y disidentes en asuntos de la doctrina de la fe. Se ha insinuado que sus verdaderas motivaciones no eran sólo religiosas. El control político, los perjuicios sociales y hasta el interés económico parecen haber sido otras causas paralelas. 

Fue la época negra de la Iglesia Católica. Testaferros inicuos y elocuentes Torquemadas, sembraron el reino del pánico y del terror con sus infundadas acusaciones y su diabólica imaginación, para emplear la más impresionante variedad de martirios y de sanguinarios tormentos. La mera presunción de impiedad o de brujería, era suficiente para acusar al implicado y someterle a un juicio sumario, que, con frecuencia, había de terminar con el reo en la hoguera; forma simbólica de ofrecer al acusado un anticipo de las imaginarias torturas del mismísimo infierno. Y todo esto, en nombre de Dios y de la Santa Madre Iglesia. 

Que la ignorancia y la intolerancia religiosa hayan llevado a semejantes actos de barbarie, únicamente puede explicarse por la confusión intelectual de una época que avergüenza al proceso mismo de la cultura y de la civilización del hombre. Mas, lo realmente deplorable fueron las diversas técnicas que se fueron inventando para torturar a los convictos. Era la manera como los inquisidores buscaban propiciar la confesión y el arrepentimiento de los involucrados en estos horribles y espantosos procesos; que nada tenían de humanos, y menos aún de santos, religiosos, o divinos. Baste decir que, para que el acusado no sufriera en las llamas de la hoguera, se le concedía primero el piadoso beneficio de ser apaleado a garrotazos! 

Es legendaria la imaginación del hombre con esto de ver y sentir el desgarrador sufrimiento de los otros. Los métodos de tortura en la Edad Media incluían aparatos inventados exclusivamente para dicho efecto, con procedimientos como el punzamiento, la sensación de ahogo y el estiramiento de los miembros. Hoy mismo, con el avance de la tecnología y desde la disponibilidad de la corriente eléctrica, las fuerzas militares utilizan una variedad incontable de extraños como abominables procedimientos. Frente a ellos, resultan poco menos que “benignos” los empleados en el medioevo. 

Así como los hombres tenemos la tendencia a ver siempre como más verde el jardín del vecino; parece que también tenemos el curioso prurito de ver como más perniciosos y malvados los métodos de tortura ajenos. Debe ser por esto que, en lugar de ver la viga en el ojo propio, hemos preferido siempre ver la aguja en el ojo ajeno. Resultado de esta porfiada tendencia debe ser que los occidentales hemos inventado la expresión de “tortura china”, para representar una situación en la que se cause dolor físico o psicológico mediante la utilización de sofisticados medios, utensilios o herramientas que produzcan tortuoso tormento. 

Vivo desde hace muchos años en medio de esta cultura y estoy persuadido, por lo menos en lo que respecta a mi trabajo, que el único tormento que han desarrollado hasta llegarlo a perfeccionar, es el de tenerlo a uno sin ocupación; porque nada es menos halagador y más odioso que estar cerca de las fauces de ese dragón dormido llamado aburrimiento! 

Para ese sistema de tortura, no se requieren Autos de Fe, falsos testimonios, ni confesiones y penitencias. Esto de la “psicología reversa” se aplica con frecuencia por el sólo interés de establecer cuál mismo es la jerarquía. Y eso de cuestionar absurdas iniciativas puede ser más agravante que ser acusado de blasfemia, bigamia o sodomía… 

Pero los chinos han inventado también otras formas más modernas de tortura, como el bloqueo del Internet o el trámite engorroso en los procedimientos. Hoy mismo estoy imposibilitado de editar mi “Blog” electrónico, sólo por la disputa que ellos mantienen con la compañía Google, que es la propietaria de sus permisos y derechos. Me siento como amordazado la boca, como si estuviera enyesado las piernas en un baile de beneficio. Como decía mi padre refiriéndose a la limitación de alcohol en las restricciones médicas: “que me corten la luz y el teléfono; pero no el agua, pues cholitos!” 

Shanghai, Abril 1 de 2010


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