02 marzo 2010

Un ego que desborda su cauce…

(A PCC, con amistad; y porque… hay reacciones que desbordan su cauce)

Si, eso es lo que me han dicho, en días pasados; que tengo un ego que desborda su cauce… Han querido decirme talvez que soy vano e inmodesto; narcisista y presuntuoso! Se muy bien que no es bueno estar enamorado locamente de uno mismo; ni siquiera estar enamorado de uno mismo, así, a secas. Pero quizás haya una gran diferencia entre un orgullo natural (y muchas veces justificado); y, una presunción innecesaria e inadecuada; o quizás, una actitud de vanagloria que se identifique con el alarde.

Es probable además, que lo que le gente interpreta como presunción, o talvez como altanería, no sea sino una sesgada manera de apreciar la actitud natural de dignidad que algunas personas poseen. En este sentido, una cosa es la altivez y otra muy diferente la mencionada altanería. Desde niño aprendí a discriminar esta sutil diferencia; y, desde chico también, aprendí que era bueno emular este sentido de la dignidad que las personas pueden irradiar con la forma de pararse o de caminar; con la forma de expresarse o de participar. En definitiva, que siempre hay una manera más elegante de hacerse sentir, sin caer en la afectación, ni en la pedantería. Y esa manera de participar y hacerse sentir, que casi siempre es involuntaria, se la puede interpretar a veces como elegancia y altivez ; pero, también otras veces, como simple orgullo o inmodestia; como actitud de innecesario alarde; o como actitud arrogante y esquiva.

Años atrás, cuando yo era un joven copiloto, un conspicuo comandante de Ecuatoriana de Aviación, que siempre se caracterizó por su irrespeto al status quo y a las normas establecidas, me increpó un “lo que pasa es que usted, compañerito, ya se siente comandante”, frente a una de mis frecuentes discrepancias con sus continuas y temerarias improvisaciones, con sus inexplicables e indisciplinados aspavientos. Mas tarde, en la misma empresa, alguien se refirió a mi talante con una palabra inglesa que se traduce como “presuntuoso” en forma incuestionable (conceited).

Dicen por ahí que “cuando el río suena, piedras trae”. Y también que “tanto va el cántaro al agua que al fin se rompe”. Fue pues, un buen día que conversaba de mis planes familiares con la madre de mi propia mujer, que ella reanudó su referencia a mi falta de modestia. Quizás, por aquellos días, cuando ella tenía la impresión que yo había empezado a probar las mieles del reconocimiento social (nunca las de la fama), es que me dijo, en forma imprevista, que yo me había hecho orgulloso (creo que usó el calificativo que usamos en la sierra: detalloso).

Hay por ahí un dicho. Dice que “la mujer casta no tiene solo que serlo, sino que también parecerlo”. Hago referencia a esta muletilla, convencido como estoy que muchas veces, no solo es importante sentirse joven, o saludable por ejemplo, sino también crear la impresión de ser joven o estar saludable; de parecer digno y erguido, de no presentarse cabizbajo o achacoso; de tener una actitud de garbo y elegancia. En suma, la capacidad de inspirar a los demás con una apostura que transmita ese orgullo natural de estar vivo, de ser, de estar despierto.

Yo era muy niño cuando pase de pronto a esa universidad de la vida llamada orfandad. Uno de mis más tiernos recuerdos es la foto de “Palmarés” que nos tomaron en forma individual ese primer grado en el Colegio La Salle. Cuando pasé a tomarme la foto que aún conservo, pude apreciar en ese estudio fotográfico unos pocos retratos de personas que parecían importantes. La fotografía del presidente Camilo Ponce resaltaba en esa sala de espera. Cuando pasé a posar para mi infantil retrato, fue ésa, la mirada del presidente, la misma que yo ensayé; además de su forma ladeada de inclinar con garbo la cabeza. Guardo todavía ese retrato como un símbolo, no solo de lo que pasaría a interpretarse como la definitiva impronta de mi propio carácter; sino además, como el sello de mi positivismo, y de mi fe ante mi mismo y ante la vida.

Era niño también cuando quise imitar el rítmico y acompasado caminar con el que se desplazaba mi padre. Era la suya una forma de anunciar que estaba dispuesto, que se sentía joven y que estaba vivo; era la suya una forma de proclamar un “estoy alegre, luego existo”. Desde muchacho también aprendí a apreciar el tranquilo caminar de uno de mis mas queridos tíos maternos; a él en particular siempre le conocí caminando (jamás tomaba un transporte público); pero nunca podría decir que lo vi apresurado; y, menos aun, que lo vi corriendo. De ellos aprendí que algo en uno mismo, siempre contagia a los demás. En cierto modo, ellos fueron mis primeros maestros como piloto… De ellos aprendí que la tranquilidad contagia tanto como la ansiedad, que la calma inspira tanto como llega a infectar el atolondramiento.

En días pasados dejé ese terminal desordenado del aeropuerto de Quito. Cuando me aprestaba a pagar por un par de revistas que adquirí para entretener el viaje, una persona se me acercó a preguntarme si yo había estudiado en el antes mentado colegio; y, provocándome una sonrisa que no supe disimular, si era yo el “famoso piloto”. Vine meditando, a través del viaje, en el titulo que puse arriba, a éstas mis reflexiones. Pero tuve que meditar también en lo buena que ha sido conmigo la vida; en el privilegio de la formación moral que me dieron en casa de mi abuela; en el del humanismo que me inculcaron los Hermanos Cristianos; en la suerte de mi prematura promoción profesional; en ésas, mis más de treinta mil horas de vuelo que me dieron la oportunidad de conocer a tanta y tanta gente; que me dieron la inigualable posibilidad de conocer las más variadas costumbres de la tierra; los lugares más insospechados, más impresionantes y más remotos!

Si, soy orgulloso, muy orgulloso! Procuro ser un hombre altivo que trata siempre de eludir la arrogancia; que no quiere ser, ni parecer, inmodesto o presuntuoso! Lo que sucede es que la vanidad, como la dignidad, son ríos que tienen un cauce; pero su naturaleza es un torrente que atropella las paredes de sus meandros, con vértigo y con brío. Y, a veces en las correntadas, arrastra consigo todo lo que se opone a su avance desbordante, a su empuje insostenible e impetuoso!

Anchorage, Marzo 2 de 2010.
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