24 febrero 2012

Entre la carne y la ceniza

Van cuarenta días entre el miércoles de ceniza y el sábado de resurrección; este período es lo que los católicos llamamos cuaresma. Además, los tres días que anteceden al miércoles de ceniza constituyen lo que se ha dado en llamar con el nombre de carnaval. Este término viene del italiano “carnevale” y este, a su vez, del latín carne-levare que significa quitar, dejar o abandonar la carne, que es justamente la prescripción religiosa que se ha establecido a partir de dicha fecha. A las celebraciones propias del carnaval se les llama también carnestolendas, de la expresión latina “domenica prima carnes tolendas”, que no quiere decir otra cosa que “primer domingo antes de quitar las carnes”.

Es a partir del miércoles de ceniza, aquel día en que los católicos se marcan una simbólica cruz en la frente, que la iglesia ha instituido el “ayuno y abstinencia”. Esta observación se ha establecido de manera general para todos los viernes de cuaresma, pero de forma mandataria y especial para el miércoles de ceniza y el viernes santo. Ayunar puede ser interpretado como evitar tomar alimentos entre las comidas, y como el propósito y resolución de disminuir la cantidad de alimentos a ser ingeridos durante estos días. Aunque hay otros creyentes que optan por un método de ingestión de alimentos aún más frugal y restrictivo.

En cuanto a la “abstinencia”, la recomendación de la iglesia hace hincapié solo en la privación de carnes rojas o las que no fueren blandas, principalmente carnes de res y de ganado porcino. Sin embargo, poco es lo que se menciona de la más restrictiva de las recomendaciones que hace la misma iglesia a sus seguidores con respecto a reprimirse de ejercitar los placeres de la carne. En palabras más morochas: no tener relaciones sexuales durante los días en los que nos piden privarnos de satisfacer nuestros sensuales apetitos. Esta forma de control sobre nuestra concupiscencia, no solo que sería más importante que la que tiene que ver con la que se ejercería sobre nuestros gustos respecto a la comida; sino que en la práctica ni siquiera se la menciona. Recelo, pudor o simple mojigatería?

El carnaval es el residuo de una fiesta pagana; pudo haberse inspirado en las bacanales, las fiestas saturnales o las lupercales romanas. Los orígenes de esas fiestas vienen de celebraciones similares que nuestros antepasados ya hacían en Sumeria y Egipto. Claro que el espíritu del carnaval parece inspirarse en un afán de permisividad que daría respuesta a la represión sexual que la misma iglesia había impuesto para los cuarenta días subsiguientes al miércoles de ceniza, un día en que se nos invita a recordar, con una marca en la frente, que somos polvo y que en polvo nos convertiremos. Este sería también rezago de otro antiguo rito que tuvieron los hebreos: el de marcarse con ceniza luego de los sacrificios que ofrendaban a su dios.

Quito, febrero 24 de 2012
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