16 abril 2012

De vías y aerovías

He leído con interés y simpatía un editorial de Francisco Rosales, escrito para el diario Hoy, que con el sugestivo título de “Agresión Aérea”, cuestiona la demora en la construcción de la vía de acceso al nuevo aeropuerto capitalino; y, sobre todo, la decisión -perentoria e irreversible-, de las entidades encargadas, de trasladar las facilidades y diferentes servicios del actual aeropuerto de Quito hacia las nuevas instalaciones del que será muy pronto el flamante terminal.

Y digo interés y simpatía porque el artículo denuncia la carencia de algo que en nuestro país parece que se ha hecho parte de nuestra nueva manera de hacer y manejar las cosas: la ausencia de procesos; y porque resulta a todas luces incomprensible e inadmisible que se haya iniciado la construcción del nuevo aeropuerto capitalino sin que se haya dado ningún tipo de prioridad a la vía de acceso a este centro de distribución de tránsito aéreo. No sorprende el hecho, sin embargo, pues la construcción se la inició inclusive sin contar con algo que era indispensable: el oportuno conocimiento de las características técnicas del nuevo aeropuerto y su aprobación por parte de la Dirección Nacional de Aviación Civil…

Esta necesaria participación de la autoridad aeronáutica se me antoja que era elemental. Por muy prestigiosa y experimentada que hubiera sido la entidad a cuyo cargo se ha puesto la planificación y construcción del nuevo aeropuerto, ésta no contaba con un factor imprescindible y esencial: el conocimiento de las circunstancias orográficas locales. No de otra manera se entiende cómo se ha ubicado la única pista construida junto a una profunda quebrada de alrededor de doscientos metros, que se le avecina en su parte central.

Esta deficiencia bien pudo ser evitada con solo cambiar la orientación del eje de la pista, con lo que no solo se hubiera evitado un innecesario riesgo, sino que se hubiese aprovechado de mejor manera la meseta y se hubiera podido inclusive extender la pista en un kilómetro adicional. Lamentablemente, parecería que esta decisión se habría tomado para dar cabida a una construcción posterior. En efecto, en una fase de futura ampliación del aeropuerto -solo planificada para el 2030- se tiene prevista la construcción de una pequeña pista paralela, quién sabe si para atender los vuelos domésticos o para dar servicio a la aviación general.

De todas formas, lo que más llama la atención es la urgencia de la concesionaria para proceder al cierre del actual aeropuerto, si no existe todavía la importante vía de acceso rápido y si, como se sabe, la capacidad del nuevo aeropuerto, en su primera fase, a duras penas superará la capacidad de manejo, en número de pasajeros, del aeropuerto actual. Si lo que importa es la eficiencia y comodidad que vaya a ofrecer el nuevo aeródromo, por qué no establecer un ordenado proceso de transferencia únicamente de los vuelos internacionales, dejándose temporalmente para los vuelos internos el aeropuerto actual?

Aunque la Municipalidad se encuentre empeñada en la adecuación de una vía temporal -la ruta de Collas-, y mientras se tome su tiempo para diseñar, trazar, contratar y construir el nuevo camino de alta velocidad al nuevo terminal aéreo, sería importante considerar que la única vía que actualmente existe -la llamada Vía Interoceánica- consiste solo en una calzada sinuosa y estrecha, interrumpida por varios y continuos semáforos y saturada por negocios ubicados en su misma periferia, además de numerosos y congestionados centros comerciales.

La utilización de esta inadecuada carretera para satisfacer las exigencias del aeropuerto de Tababela va a convertirse en una forma de irrespeto y falta de consideración para los usuarios; y también -y porqué no decirlo- para los vecinos de varios importantes barrios suburbanos del oriente de la ciudad. No deberían transferirse a Tababela los vuelos domésticos mientras no se concluya esta vía de acceso que es -sin lugar a cuestionamientos- de importancia primordial.

Quito, 16 de abril de 2012
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