13 agosto 2014

Una fábrica de hacer aviones

Había nacido en Detroit, Michigan, y le habían dado el mismo nombre que a su exitoso padre, este era un ingeniero alemán que había hecho mucho dinero en el negocio de la madera. Al volver de estudiar en Europa, el hijo se convenció que ya era hora de americanizar su nombre; entonces de Wilhelm Böing pasó a llamarse “William E. Boeing”, el mismo que más tarde sería el fundador de una sociedad que con el tiempo se convertiría en la empresa aeronáutica más grande del mundo.

William Boeing -hijo- también habría de dedicarse al negocio de la madera de construcción. Así adquirió extensos bosques cerca de Seattle y, mientras estaba allí, un día observó por primera vez un aparato volador. Desde entonces quedó encantado con la aviación y se propuso aprender a volar. Por lástima (aunque la fortuna no deja de tener sus paradojas) pronto tuvo que enfrentar los fastidiosos desperfectos del pequeño avión que se había comprado. Fue cuando descubrió que fabricarse uno nuevo le iba a tomar menos tiempo que esperar por los repuestos del que se hallaba imposibilitado…

Así, más o menos, empieza la historia de la Boeing hace casi un siglo. William Boeing inició su empresa y pronto vendió un medio centenar de aviones a la marina norteamericana (eran los tiempos de la Primera Guerra). Así nació también un servicio de correos que más tarde habría de convertirse en United Airlines. Cuando casi veinte años después el gobierno acusó al señor Boeing de monopolizar ciertas prácticas industriales, este no tuvo más alternativa que separar su imperio en varias empresas independientes. De ahí en adelante, la Compañía Boeing habría de dedicarse exclusivamente a la fabricación de aviones.

Poco antes de la Segunda Guerra, Boeing produjo el 314 Clipper, un aparato anfibio, considerado en sus días como el avión comercial más grande del mundo, con una capacidad de cerca de cien pasajeros. Pronto, el fabricante habría de desarrollar el 307 Stratoliner, el primer aparato con cabina presurizada, capaz de ascender hasta 20.000 pies. Durante la guerra la compañía se dedicó únicamente a la construcción de bombarderos y más tarde, una vez concluida esta, optó por la construcción del  Stratocruiser que vino a ser un desarrollo del B-29, la “Superfortaleza volante”.

Pero, la verdadera historia de Boeing, y su supremacía en el campo de la fabricación de aeronaves de transporte civil, realmente empieza a comienzos de la segunda mitad del siglo veinte. Es cuando la empresa empieza el desarrollo del 367-80 (del que ya habíamos hablado en una anterior entrada) que habría de dar paso al famoso y mundialmente conocido B-707. Es para mediados de los sesenta que Boeing decide involucrarse en la construcción de la primera aeronave de cabina ancha (wide body); así habría de nacer el más distinguible de todos los aviones en el cielo, un avión que transformaría la industria: el Boeing 747, el inigualable Jumbo.

Fue entonces que el fabricante decidió construir una nueva planta de ensamblaje en Everett, cincuenta kilómetros al norte de Seattle. Allí, en el campo de Paine Field, se habría de construir una fábrica cubierta que estaría llamada a ser la más grande del mundo. En 1968 el enorme edificio ya tenía una extensión de 43 acres (casi veinte hectáreas); luego, en 1980, fue ampliado a 63 para abastecer la producción del B-767; y fue finalmente agrandado en 1993 al increíble tamaño de 98 acres (400.000 metros cuadrados) para satisfacer la  producción del más grande bimotor de la era del jet, el primer “fly-by-wire” de la  Boeing: el “triple siete”.

Boeing Aircraft es ahora un monstruo de compañía. El año pasado sus ventas casi llegaron a los noventa billones de dólares (un billón equivale a mil millones) y es considerada como la empresa que más exporta desde los Estados Unidos. Cuando se visita Everett y se atraviesa cerca de las enormes puertas de ese fabuloso hangar, uno no puede sino sentirse diminuto, quizá sólo como un minúsculo remache en comparación con el tamaño total de uno de esos formidable aviones que se van ensamblando, en forma modular, en aquella enorme fábrica de producir aviones!

Seattle

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