23 agosto 2017

Ciudades que desaparecieron

Me he entretenido en estos días con una obra de Gore Vidal; consiste en una biografía novelada del emperador Juliano; descendiente, a su vez, de un emperador pagano que se convirtiera al cristianismo a instancias de su madre: Constantino el Grande. Juliano no fue educado en el cristianismo (o como "galileo", como llamaban a los seguidores de Cristo) y mantuvo en secreto sus convicciones hasta que fuera investido como emperador. Por ello, la Historia lo conoce como "Juliano, el Apóstata". El joven monarca fue también un destacado militar.

A dos reflexiones me ha conducido tal lectura: a la relacionada con el curioso empecinamiento que adquieren aquellos que alguna vez han sido perseguidos, y que luego intentan que la suya sea considerada como "única y verdadera religión"; y, segundo (aunque no esté necesariamente relacionada): a la súbita desaparición que han tenido algunas de las grandes ciudades. La lectura me ha llevado a revisar una de las más interesantes narraciones históricas que jamás yo haya leído: el libro acerca del Cercano Oriente escrito por Isaac Asimov.

Hay, efectivamente, una región en el mundo conocida como "Medialuna Fértil" (corresponde a lo que hoy llamamos Medio Oriente); ella va desde lo que antes se conocía como Tierra de Canaán (lo que hoy constituyen los Estados modernos de Líbano, Palestina, Jordania, Siria e Israel), y la desembocadura de los ríos Tigris y Éufrates, en el Golfo Pérsico. Canaán fue la cuna de aquellos navegantes y mercaderes fenicios a quienes se atribuye la invención del alfabeto, unos mil quinientos años AC. La zona ubicada en los alrededores de los ríos antes mencionados, tuvo que ver con el descubrimiento de la agricultura, la matemática, el vehículo con ruedas y, lo que tal vez pueda considerarse como la más grande de todas las invenciones humanas: la escritura.

Fue ahí donde se inventó también el concepto de distribuir el tiempo: el calendario; y, con seguridad, el sistema sexagesimal. De hecho, los Sumerios descubrieron la astronomía y dividieron el año en doce meses, el día en veinticuatro horas, la hora en sesenta minutos y el minuto en sesenta segundos. Es probable inclusive que hayan inventado también la semana de siete días.

Mesopotamia (que significa "lugar entre ríos") tuvo la bendición de ser una tierra fértil y generosa que dio margen al desarrollo y crecimiento de grandes ciudades. Estas, con el tiempo, dieron origen a formas avanzadas de civilización que, con el apoyo de sus ejércitos, se convirtieron en poderosos imperios. Hablar del Medio Oriente es hablar de Sumerios y Acadios; de Asirios y Caldeos; e incluso de los Persas. Ahí surgieron ciudades como Acaad y Babilonia (la de los jardines colgantes, quizá la Babel bíblica, la más grande ciudad del occidente asiático, por más de un milenio, urbe con más de un millón de habitantes); o como Nínive (la capital de Asiria, totalmente destruida por sus conquistadores; que se estima que desapareció 600 años AC).

En cuanto a la desaparición de Babilonia, esta sucedió luego de las guerras de conquista de un joven general macedonio conocido como Alejandro Magno. Alejandro triunfó contra los persas, con un ejército infinitamente menor, gracias a un arma poderosa y versátil: la sorprendente “falange”. Pero el joven general solo estuvo en Babilonia por unos pocos meses hasta que de forma inesperada enfermó y murió cuando solo tenía treinta y tres años. Uno de sus sucesores, un general de nombre Seleuco, se propuso construir una capital propia y, a partir de entonces, no sólo la importancia de Babilonia como ciudad sino ella misma se fue esfumando.

Seleucia corrió idéntica fortuna que Babilonia, aunque era la mayor ciudad greco-hablante fuera del Imperio Romano. Los partos, que luego la conquistaron, fundaron una nueva ciudad a la que llamaron Ctesifonte, la misma que tampoco pudo evitar similar suerte. Seleucia habría llegado a tener casi medio millón de habitantes, antes de que fuera incendiada por el deseo de fama de un oscuro general romano: Avidio Cassio.

Cuando hablamos de estas ciudades, hablamos de conglomerados que quizá excedieron el millón de habitantes. Algunas desaparecieron por causa de las guerras de conquista (los invasores prefirieron arrasarlas y optaron por fundar otras ciudades); o por motivo de pestes u otros desastres naturales; o, simplemente, por la vanidad y estulticia que a menudo exhiben los hombres. Por ello, perdieron su hegemonía y fueron abandonadas. Nada queda de Nínive o de Babilonia. Muchos ni siquiera saben dónde estuvieron ubicadas. En cuanto a Ctesifonte: sería reemplazada por Bagdad, que también fue por un tiempo la ciudad más grande del mundo.

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