09 agosto 2017

El Putas de la Tebaida

No vivía lejos, aunque no tan cerca como para considerarlo mi vecino. Él, sobre todo él, y la mayoría de las chicas creían, a pesar de su incipiente calvicie, que era un mozo de buen ver. Pero, algo había en su actitud que lo alejaba de la gente... Era algo que denunciaba su presunción y que, además, acentuaba esa dificultad que tenía para que lo aceptaran tal como era. Tuve por esos tiempos la impresión que se dejaba corroer por el gusano de la envidia. Fue mi colega y compañero; mas, creo que nunca me fue fácil ser su amigo.

Ese "algo" se llama altanería y era eso lo que lo distanciaba de la gente; y, en el fondo, lo que lo distinguía y aislaba. Un día le asignaron un mote que se merecía porque le encajaba; desde entonces, sin que él nunca supiera, castigaron sus vanas pretensiones con el expresivo sobrenombre de "El Putas de la Tebaida". El significado de la primera parte era fácil de imaginar, cómo sinónimo de "más macho", de "quitarán de ahí", de "gran cacao"; pero, en cuanto a la segunda, aquella que lo identificaba con el extraño sitio, nunca se me había ocurrido preguntar si el lugar de veras existía y en dónde se ubicaba. ¿Dónde mismo quedaba la tal Tebaida?

Hasta que tuve que traducir un breve artículo de una revista aeronáutica cuyo mensaje era averiguar si los comandantes de aeronave se habían convertido en "overlords", y entonces advertí que no disponía de un término equivalente que realmente calzara. "Patrón", "Capataz", "Capo di tutti capi", "Mandamás", son algunos de los vocablos que intenté, pero, por desgracia, ninguno me parecía que engranaba. Entonces recordé el relacionado con aquel gentilicio, uno que, desde siempre y sin saber por qué, lo identificaba con Colombia, y que tenía que ver con una zona occidental del departamento de Quindío. Era el de la mítica Tebaida.

Yo mismo debo haber estado por ahí en el verano del sesenta y ocho. Fue en medio de un viaje por tierra, vía Pasto, Cali, Armenia y Girardot, que tuve que realizar para asistir a un congreso que se efectuó en Zipaquirá, hacia el norte de Bogotá. Tenía entonces solo dieciséis años, pero mi personal actitud a la sazón -mitad engreimiento, mitad altanería-, bien pudo haberme merecido el remoquete que años después condecoraría la petulancia de mi arisco y esquivo compañero.

Por ahí pasé también años más tarde, fue a finales del 73, cuando tuve que efectuar un vuelo sobremanera irregular y, desde luego, inolvidable. Me había comprometido a viajar a Guaymaral, un pequeño aeródromo ubicada en el área de Bogotá, para trasladar una diminuta avioneta desde sus talleres de reparación hasta el futuro centro de operaciones de su empresa en el aeropuerto de Guayaquil. El pequeño avioncito disponía de un exiguo motor que limitaba su techo de operación. La condición nos obligó, a esos sus dos inexpertos pilotos, a efectuar un vuelo visual sobre una geografía desacostumbrada. Pero, por suerte... ¡vivimos para contarla!

Pero… el "Putas" es eso, el hombre insolente y arrogante, el más "arrecho" y temerario del lugar. El que no perdona a nadie y que "se las come a todas"; él es el verriondo y el verraco, el que a todos asusta y amenaza, el que dice defender a los débiles; el que más trago toma, el que mejor apunta, el que más dinero bota, el que de cualquiera se burla y el que a cualquiera engaña.

Busco en la Wikipedia por el origen de la expresión; y de por qué mismo llaman a alguien con apelativo tan singular y lo que encuentro me provoca gracia... Me responde el buscador con varias y similares alternativas, todas ellas relacionadas con negocios que ofrecen el servicio de unas traviesas señoritas que parecen estar enemistadas con las prendas de vestir, que algo tienen de túrgido y lujurioso; son aquellas que "fuman, beben y tratan de tú"… Todo esto, en ese sitio ya emblemático, aquella legendaria Tebaida. Pero nadie, nadie, parece saber quién mismo fue el primer "Putas", aquel tipo inconforme que desafiaba tan solo con su facha.

Algo encuentro de un tal " Putas de Aguada", un campesino conocido también por el remoquete de "Berraco de Guacas". Intuyo que el otro, el que dio origen a la expresión, fue quizá un personaje fanfarrón; uno de aquellos que hacen mucha bulla pero que carecen de substancia…

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