05 noviembre 2017

De periplos y conductas

No hace mucho, comentando acerca del accidente ocurrido en Colombia con el equipo brasileño Chapecoense, mencionábamos la inconveniencia de que los equipos profesionales -y aun algunas selecciones deportivas sudamericanas- prefieran contratar los servicios de ciertas operadoras (ni siquiera aerolíneas) que no cuentan con la experiencia, de hecho ni siquiera con el equipo de vuelo, ni tampoco con los recursos técnicos para realizar vuelos para los que no se encuentran preparados, y para los que no están debidamente autorizados.

El contratiempo experimentado por la delegación del equipo Barcelona ecuatoriano, mientras realizaba una escala técnica en Bolivia, refleja una vez más esta realidad. En esta oportunidad se ha tratado de un semifinalista de la Copa Libertadores, cuyos directivos -persuadidos de que habían contratado una opción conveniente para el desplazamiento del equipo "Ídolo del Astillero"- han tenido esta vez que enfrentar inconvenientes, debido a que el vuelo no había estado debidamente planificado por la operadora; y, sobre todo, porque dicha organización no contaba con la autorización de tránsito aéreo que era requerida. Como diría uno de mis hijos, el sí hincha ferviente del equipo amarillo: "es que, lo barato sale caro"...

Como ha informado el diario El Universo, el equipo "canario" se ha quedado "varado" (esto es, detenido en un lugar por circunstancias imprevistas), en Santa Cruz de la Sierra debido a temas relacionados con su documentación. En este sentido, es comprensible el escrúpulo de los dirigentes deportivos de contratar un medio de transportación en las condiciones financieras más favorables que puedan ser posibles. Lo que no es entendible, y mucho menos recomendable, es no dejarse asesorar adecuadamente, con el objeto de analizar los eventuales inconvenientes que estos irregulares (por no muy frecuentes) desplazamientos pudieran presentar. Inconvenientes o contratiempos que, a la postre, pudieran costar más de lo que se pretende ahorrar y que resultan, por lo mismo, en factores contraproducentes.

Lo que sucede a menudo con estas contrataciones "especiales" es que los aviones no están debidamente equipados para realizar estas movilizaciones. Por lo general el equipo de vuelo no tiene ni la autonomía ni las características necesarias para efectuar un vuelo sin novedades o inconvenientes. Al parecer, todo lo que averiguan los dirigentes, encargados de la contratación respectiva, es si el aparato tiene la capacidad de asientos que se requiere para el viaje. Claro, bien es sabido que es la operadora la que debe efectuar este tipo de advertencia, pero, en su deseo de asegurar el arrendamiento, omite proporcionar esta esencial información a la entidad contratante, subestimando de esta manera las contingencias que se pudieran presentar.

Pero ha sido la forma en que ha estado redactada la nota periodística la que también ha llamado la atención. Ha dicho el rotativo que el equipo ha enfrentado un "periplo", cuando lo que ha querido expresar era quizá que lo que ha experimentado la delegación había sido algo inesperado, en suma un contratiempo o inconveniente. Pero lo lamentable es que ha usado un término que quiere decir viaje y no lo que aparentemente se intentaba: alguna peripecia...

En estos mismos días he debido efectuar un viaje al litoral con el objeto de realizar una gestión en una institución pública. Me sorprendió, al ingresar a ese recinto, que pedían a uno de sus visitantes que se retirara la gorra que llevaba puesto. Ningún comentario me hicieron, sin embargo, ante mi propia condición, pues estaba vestido con pantalones cortos o bermudas, en lugar de pantalones largos. Al inquirir al guardia encargado, si la exigencia relativa a no usar gorra se trataba de un asunto de seguridad o de un entendible código de vestimenta, me dio por respuesta que se trataba de un tema relacionado con la primera condición.

Le comenté entonces que había creído que se trataba de un asunto de respeto al recinto judicial, esto sin embargo del tipo de pantalones que yo mismo portaba. Entonces me explicó que aquello había estado restringido hasta hace poco, pero que la costumbre (lugar cálido de playa y vacaciones) había tornado dicha exigencia en innecesaria. Al hacer la observación, yo mismo caí en cuenta que -en la práctica- los bermudas representan para los hombres lo mismo que el vestido corto para las mujeres; y que, si se exigía a los hombres que se cubriesen las rodillas, también habría hecho falta exigir similar condición para el caso de las damas. Un caso similar al que reclama el feminismo, aunque esta vez con la discriminación al revés...

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