08 noviembre 2017

Hurgando en la memoria

No siempre los itinerarios se mantienen. Con frecuencia la singladura cambia, y con ella varía la derrota. Este blog nació como respuesta a la necesidad de crear una suerte de registro, un libro de bitácora (de ahí su nombre); y lo que quiso al inicio -transmitir la vivencia de lugares y países, de experiencias y viajes-, pronto se convirtió ya no en una agenda de destinos sino en una de recuerdos, reflexiones y aprendizajes. A menudo basta con escuchar una palabra, o advertir una condición o circunstancia. Así surge una nueva entrada.

Ella es chaparrita, su manera de caminar denuncia la claridad de sus ideas, la definición de su propósito; accedió a importantes posiciones académicas en su país de origen, e incluso mucho dio que hablar en sus incursiones políticas, pasión que heredó del ambiente familiar en el que destacó su recordado padre. Herencia que, empero, jamás incluyó la vocación para el acuerdo, porque su lectura de las cosas de los hombres y de la vida no siempre le invitó a la transigencia.

Hoy vive lejos de su país y de su familia; en el "extranjero" (una voz que cada vez escucho con menos frecuencia). Su profesión y actividad, su importante rol con un organismo internacional (nadie es profeta en su tierra), le trae de aquí para allá. Por lo mismo, sus viajes y destinos nada tienen que envidiar a los obligados periplos de cualquier comandante de aerolínea. A menudo nos envía breves notas desde remotos e ignotos destinos. Desde aquellos recónditos lugares prepara y envía informes de la situación económica de esos impensados y recoletos países, cuya situación a veces depende de un favorable informe para acceder a una línea de crédito fiscal, y cuyos proyectos de desarrollo se amparan en la bondad de una esperada asistencia.

Me ha puesto una sucinta nota. Me cuenta que está en la isla de Comoros, realmente en la mayor de las que conforman este archipiélago, ubicado entre Mozambique y Madagascar, en el África oriental. Más precisamente en el Océano Índico Occidental, en medio de un amplio canal que existe entre ese continente y aquella enorme isla. Un día sobrevolé Comoros, en uno de esos viajes improbables y repentinos que debemos hacer los pilotos. Había volado desde Bruselas a Johanesburgo y, mientras hacía uso de mi descanso, recibí instrucciones de alterar el plan de viaje, cambiar el próximo destino y regresar a Shanghai, entonces mi base ocasional.

Comoros tiene alrededor de un millón de habitantes y su capital es Moroni. Conviven en estas islas diferentes razas que comparten la cultura swahili. Ellos son en su mayoría musulmanes. El nombre de Comoros viene del árabe Qamar que quiere decir "luna" (pues fue así como las llamaban los portugueses, "Islas de la luna"). Comoros se ha hecho famosa en el mundo de la aviación (por motivos equivocados, lastimosamente) debido a distintos accidentes aéreos que han ocurrido en sus costas. Especialmente dos: uno en 1996 y otro en 2009.

El primero fue de Ethiopian Airlines, vuelo 961, un B767 que se estrelló cerca de la costa mientras intentaba un amarizaje cuando se había quedado sin combustible. El aparato había sido previamente secuestrado y los pilotos habían luchado por casi cuatro horas con sus captores. Este había sido el tercer secuestro que enfrentaba su valeroso comandante. El avión se partió en dos luego del impacto. Allí murieron 125 de los 175 ocupantes; la mayoría de las fatalidades se produjo por ahogamiento dentro del avión, ya que los desesperados pasajeros cometieron el error de inflar los chalecos salvavidas antes del esperado impacto con el agua.

El segundo percance fue el de la empresa Yemenia, vuelo 626, un Airbus A310 que intentaba aterrizar en mal tiempo. Se menciona que los pilotos se habrían desorientado, descuidaron la navegación (no lograron estabilizar la aproximación) y no hicieron caso de las repetidas alarmas de "stall" que habrían escuchado. Hubo gran controversia con las autoridades aeronáuticas francesas, pues supuestamente el avión había incumplido previamente una serie de chequeos de certificación. Murieron en el océano 152 de sus 153 ocupantes. La única sobreviviente fue una niña de doce años, Bahía Bakari, quien fue encontrada en el mar, casi doce horas después, aferrada a una de las piezas del aparato, entre los escombros de la desafortunada aeronave.

Resulta interesante la historia de estos "únicos supervivientes"; existen alrededor de 60 casos similares, al menos seis han ocurrido en aviones con más de cien pasajeros. Uno de estos fantásticos episodios ocurrió en las selvas del Perú la noche de Navidad de 1971. Era el vuelo # 508 de LANSA (habría creído que era de Faucett), un Lockheed Electra que se precipitó desde 10.000 pies y que tuvo un solo sobreviviente entre sus 91 ocupantes. Fue el caso de una chica de 17 años, Julianne Köepke, cuyo asiento actuó milagrosamente como un paracaídas, lo cual amainó el impacto y permitió que sobreviviese al desastre. Su odisea en la selva duró algo más de una semana. Tres años después se hizo una película italiana, "Il miracoli accadono ancora" (Los milagros todavía existen) que narra la increíble como admirable historia. ¡Sorprendente!

Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario