08 agosto 2020

La telenovela inconclusa

Con el título de “La telenovela del avión presidencial mexicano”, el diario El País de España comenta, en días pasados, acerca del incongruente y contradictorio guion que está teniendo, en estos mismos días, la frustrada venta del avión presidencial mejicano. Como se recordará, el aparato, un Boeing 787, Dreamliner (que pudiera volar hasta con 250 pasajeros, pero que se ordenó con una versión de lujo, con un dormitorio y ochenta asientos de tipo ejecutivo), venía siendo utilizado por el anterior presidente, pero el actual mandatario basó parte de su campaña en la promesa de la venta de la aeronave, por considerar que mantener al aparato, que costó la nada despreciable suma de 218 millones de dólares, era un insulto para el pueblo azteca.

Andrés López (o Andrés Manuel López Obrador, como rimbombantemente le gusta que le llamen), es un hombre encariñado con la liturgia, parecen gustarle los ritos y los eslóganes; vive infatuado con ellos. Por eso, tan pronto como asumió el mando, ordenó que el aparato, un tanto excesivo de tamaño como para que se lo catalogue como avión “ejecutivo”, fuera enviado a Estados Unidos, con el objeto de que se lo pusiera a la venta. Año y medio después, luego de infructuosas tentativas, se ha dado la orden para que el avión regrese, una vez que nadie parecería mostrarse interesado en su compra. Tal parece que o resulta muy caro o, simplemente, sería muy grande para los menesteres que justificarían su compra como avión ejecutivo.

Sea lo que fuere, desde el punto de vista práctico, lo que importa es que no se lo ha podido vender, y se ha convertido en un fiasco la recuperación de lo invertido. Nadie parecería estar interesado en comprar el avión para desmantelarlo e instalar los 250 asientos con los que pasaría a ser productivo; adecuación que bien pudiese costar entre 20 y 50 millones de dólares. Las cuentas tampoco le cuadran al presidente López que prometió una gran rifa para recuperar lo ya gastado, con la oferta de añadir otros 90 millones, solo en premios... A pesar del empeño, todavía no se ha conseguido superar ni 30 millones de dólares por la venta de boletos. En resumen: la intención hasta aquí ha fracasado y todo ha quedado en un infructuoso golpe de efecto...

Nunca me han gustado las telenovelas mejicanas; son insoportablemente cursis, su libreto es cansino, a la par que repetitivo. Sobre todo, siempre tienen un desenlace previsible, carente de sorpresa, lo que va a pasar es siempre lo que la gente espera, son libretos en los que todo parece estar previsto. La idea de rifar el avión tampoco estuvo entre las más felices; no se sabe porqué no se pensó en lo difícil que hubiera sido conseguir ventas de 200 millones para recuperar lo ya invertido. Si aquello de rifar ya era malo, hacerlo solo por aparentar o dar la impresión, ha resultado, a más de contraproducente, escasamente productivo. El intento solo ha quedado en lo que significa la otra acepción del verbo rifar: malbaratar o regalar sin objeto ni sentido.

Lo que parece estar claro, y hasta aquí nadie quiere preguntarse, es por qué, en su momento, se optó por comprar un avión que era, si no excesivo, por lo menos innecesario. O es que las autoridades de su tiempo, se dejaron animar por un sentido de grandilocuencia y les pareció adecuado y conveniente adquirir un avión, para su propio mandatario, que pudiera tener similares características a las que tiene el que transporta al presidente de los Estados Unidos. Nada impide tampoco sospechar de la motivación de siempre: la de comprar un bien lo más costoso posible, para que la comisión correspondiente deje más personajes contentos o deje a los mismos... pero con utilidades más suculentas y a sus partícipes con los bolsillos repletos...

Frente a esta situación, cuáles pudieran ser las probables alternativas:
- Dejarlo como avión presidencial: sería inconveniente revertir el rumbo pues, ante todo, tendría un enorme costo político.
- Venderlo como está: sólo se recuperaría un 60% del valor de compra.
- Modificarlo para interesar a una aerolínea: equivaldría a gastar hasta 50 millones (costos de re-adecuación y certificación) para poder recuperar unos 150 millones.
- Rifarlo: (léase regalarlo) o considerar la oferta de los empresarios que han propuesto juntar hasta 80 millones; sería una pérdida absurda de dinero.
- Venderlo de vuelta a Boeing: no le interesa al fabricante, ya que cuando vende un avión nuevo, gana con la construcción del avión y también con su comercialización.

¿Qué más se podría hacer? Pues, quizás la mejor alternativa sea la tercera, pero luego de contar con un socio inversionista, alguien que aporte con unos 50 millones de dólares. Este capital se utilizaría para los costos de la nueva adecuación del avión y para los gastos de re-certificación. ¿Qué ganaría el inversionista? Pues, bastante fácil: de 10 a 20% de la inversión que fuese necesaria y, además, cualquier excedente en la venta, con un precio referencial de 180 a 200 millones de dólares. Todos felices y fin de la película. O, si prefieren, fin de la apasionante telenovela... Y, para todos aquellos que ya compraron sus boletos para la maravillosa tómbola de la fortuna: pues, muchas gracias por haber volado con nosotros! Sigan participando!

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