29 agosto 2020

Erotismo y pornografía

Recuerdo haber leído alguna vez que cuando le preguntaron a Pablo Picasso que en qué consistía la diferencia entre pornografía y erotismo, el pintor malagueño habría contestado: “Por qué, ¿hay alguna diferencia?”... Picasso tenía una cierta tendencia a hacer dibujos y grabados eróticos; lo hizo en especial hacia el final de su vida. Su respuesta, aunque no lo parezca, pudiera estar algo exenta de ironía, pues si hay algo cierto es que ambos conceptos dependen de un contexto (lo cultural) y de lo puramente subjetivo. Si de veras queremos marcar las diferencias entre los dos términos, habría que tener claro el significado de algunos otros conceptos relacionados, como serían, por ejemplo, profanidad y obscenidad.

Dice el diccionario que erotismo es aquello que se refiere al amor o placer sexual; lo define también como aquel “carácter de lo que excita el amor sexual”; y, respecto al arte, menciona que es la “exaltación del amor físico”. En cuanto a la pornografía, el DRAE expresa que esta consiste en la “presentación abierta y cruda del sexo que busca producir excitación”. Habría dos factores a considerar, uno de forma y otro de fondo. El primero estaría relacionado con el modo de presentar el objeto, si con arte o con falta de elegancia y delicadeza. El segundo tendría que ver con el fin que se persigue: producir (principalmente) excitación. Pero, vamos por partes: no es que lo erótico no excite, pero su intención es más bien “provocar” desde un punto de vista artístico, lo que realmente intenta es incitar la imaginación del espectador.

Por otro lado, ¿Qué es lo obsceno? Obsceno es todo aquello que afecta al pudor. Aquí, por lo mismo, lo que marcaría la diferencia entre lo erótico y lo pornográfico sería el grado con que la imagen, hecho o episodio afecten al pudor. En cuanto a lo profano, esto tiene que ver con el carácter o, si se quiere, con la calidad de la representación. ¿Esta es burda o elegante? ¿Sublima al objeto o lo deshonra? Bien vale, en este punto, un breve comentario respecto a la etimología del término profano: viene del latín “profanus”, voz compuesta de “pro” que quiere decir delante, y “fanum” que significa templo; es decir, lo que queda delante o fuera de lo sagrado, del templo. Profano es aquello no consagrado; de ahí que el verbo profanar tiene un claro significado, tiene el sentido de ensuciar, irrespetar, vilipendiar o deshonrar.

Es probable que a veces se encuentre identidad entre los dos conceptos, e incluso que se los confunda; esto se debe a que ambos están relacionados con el sexo. En el erotismo no hay presentación gráfica de los genitales o del acto en sí. Lo que lo caracteriza y lo diferencia es que provoca con la insinuación, frente a lo pornográfico donde lo que domina es lo gráfico y lo explícito. Pudiera decirse que el uno sugiere y que el otro muestra, que el uno es artístico y que el otro es impúdico. El uno apunta al amor sexual (que no siempre es amor sino mero placer); el otro procura excitar animado por un fin distinto: el comercio.

Como se sabe, el sexo es parte de la naturaleza humana. A través del sexo se perpetúa la especie. El sexo es, además, una de las actividades que más placer producen. Pero, no solo que “hacer el amor” es una de las sensaciones más placenteras y gratificantes que existen; puede ser también una forma muy delicada de expresar dulzura, sirve para manifestar entrega y afecto. Expresar lo sexual, por tanto, no tiene porqué tener un carácter pornográfico, en la medida que se lo haga “entre dos y para dos”, en la intimidad; por ello se ha dicho que la pornografía es lo que provocamos en los otros, o que “la pornografía es el erotismo de los demás”.

De aquí sigue que lo importante para considerar al amor sexual como erótico o pornográfico, muchas veces no está siquiera en la mera intención, sino en ciertos convencionalismos o en lo cultural; y la cultura cambia en dos dimensiones: el tiempo y el espacio. La historia, por una parte, nos cuenta de qué manera, van cambiando las ideas y creencias, cómo se van metamorfoseando las costumbres. Y ello, no necesariamente significa que “todo lo pasado fue mejor”, o peor; no quiere tampoco decir que fue más bueno ni más malo, solo quiere decir que fue diferente. Ese es el proceso natural de lo considerado como típico o aceptado para su tiempo, de lo que pasa a ser considerado o reconocido como aceptable o “normal”.

Pero no solo la tradición y el tiempo ejercen su influjo, hay arquetipos que son definidos por el acuerdo social, la religión, el clima o el lugar. Hay una forma de vestimenta que en ciertos países pudiera ser considerada como provocativa, e incluso irrespetuosa; a las mujeres, en ciertos lugares, no se les permite exhibir las pantorrillas y, en otros, ni siquiera el rostro o el cabello. Lo que en un lugar es erótico, en otro puede ser visto como pecaminoso. Del mismo modo, algo que ayer fue visto como pornográfico es probable que hoy sea visto solo como algo erótico; y ¿quién sabe?, quizá algo que hoy es visto como abyecto, mañana no sea reconocido como tal... No lo sé, como decía un conspicuo político al oír hablar de política: “yo no sé de esas cosas”. Hay materias en las que nunca dejamos de ser “profanos”, si usamos esta palabra con otro sentido: carecer de conocimientos o de autoridad…

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