22 agosto 2020

Obituario de un sistema

De niño tuve la fortuna de ir al estadio a ver a algunos de los mejores equipos de América. Hoy mismo, mientras escribo, me pregunto si de verdad sería justo llamar “fortuna” a la oportunidad que tuve de haber presenciado esos encuentros, entre nuestros equipos, reforzados con los mejores jugadores de las demás escuadras que hubo en la capital, en su lucha desigual contra aquellos formidables conjuntos... Es que, uno salía asombrado de la habilidad y nivel técnico de esos jugadores y equipos; pero había, a la vez, algo inevitable: uno regresaba a casa apenado por las goleadas que recibían nuestros modestos equipos. 6 a 0 era el “score” acostumbrado.

Equipos como el Santos, Botafogo, Palmeiras, São Paulo o Peñarol venían a cumplir encuentros amistosos o de exhibición y el resultado nunca cambiaba. Obedecía, en cierta forma, a las invariables palizas que también recibía nuestra selección por esos mismos años. Resultaba una ironía aquello de llamar “amistosos” a tan abusivos encuentros... Por ello, tampoco me pareció “amistoso” lo que sucedió en el mundial del 2014, cuando el equipo brasileño fue vapuleado por el equipo alemán por el inesperado marcador de 7 contra 1. Y todo, en su casa...

Y es que ni los más pesimistas hubieran anticipado un resultado tan contundente y catastrófico. Si hubo alguna vez una derrota que entristeció al Brasil fue la pérdida de la final de 1950, en el estadio Maracaná, que se dio en llamar “maracanazo”. Por ello, aquel 7 a 1 inapelable, habría también de ser llamado “mineirazo” (por el nombre del estadio). Algo similar sucedió el sábado pasado con el Barcelona de España, que se llevó una cesta llena de balones, pues recibió la friolera cifra de 8 contra 2, con lo que fue eliminado del torneo más prestigioso del mundo, en el que se había destacado: la Liga de Campeones. Un sorprendente como sorpresivo resultado.

¿Por qué suceden estos inesperados colapsos y cómo se explica lo sucedido con el  equipo catalán? Estoy convencido de que estos equipos, que se destacan sobre los demás y mantienen por un tiempo un relativo apogeo, lo hacen porque alcanzan a dominar un cierto método, que los profanos solo interpretamos como un diferente “estilo de juego”. Pero detrás de ese aparente estilo, siempre hay algo más; se trata de un planteamiento táctico y posicional, tan bien diseñado que, cuando se lo aplica en forma metódica y disciplinada, equivale a una fórmula infalible. La misión de quienes quieren superarlos, empieza por analizar y desentrañar las características de esos métodos. Aprenden a “predecir” no solo cómo van a jugar, sino que llegan a anticipar cómo lo van a hacer, pues han descubierto las razones de su éxito, aunque también su vulnerabilidad...

¿Qué sucedió y a qué se debió ese ominoso 8 x 2? Bayern, que era el equipo contrincante, decidió acosar a sus rivales con una presión muy alta; su insistente propósito fue provocar el error de su rival. Había descubierto en qué consistía el afamado “tiqui taca”, una manera de abrir la cancha para explotar, con cruces rápidos y devoluciones cortas, el propio pase diagonal. Había estudiado qué se requería para contrarrestarlo: optó por una recuperación pronta del balón y por un juego agresivo y vertical, por un regreso inmediato y organizado para explotar el contragolpe. Esto requería un gran estado físico para evitar las transiciones rápidas.

Quienes venían analizando el juego del Barcelona, no entendían cómo había tenido semejante éxito un estilo que representaba la negación del fútbol vertical. Ese modelo ralentizó el ritmo y la dinámica de un juego que, por tradición, se había destacado como la actividad lúdica de más intensidad en el planeta. Algo sucedió en los últimos años que fue permitiendo que Barcelona fuera perdiendo su preeminencia. Ahora parecía que cada vez más equipos habían aprendido a mantener la posesión y a enfrentar el esquema. No solo más equipos... ¡más equipos con menos recursos técnicos y tácticos le habían empezaron a ganar! Qué había pasado? Simplemente, que muchos habían empezado a descubrir la razón de su éxito, y de cómo se los podía derrotar.

Con Barcelona sucede algo adicional: sus figuras han llegado a los 33 años; su promedio es de 30 años de edad. Muchos están sobrevalorados; se cree que son un grupo de “primadonnas”, aunque hábiles para el pase corto. Constituyen un equipo que, cuando se siente presionado o va perdiendo, adelanta en forma temeraria sus filas y desprotege la retaguardia. Entonces el rival hace una transición rápida y aprovecha su repentina vulnerabilidad.

Pero esto ¿explica la goleada? En otras palabras: ¿fue justo el resultado? O, más bien: ¿Por qué suceden estas goleadas? ¿Hay tanta diferencia técnica, o también juega su partido el azar?... En este sentido, parece necesario reconocer el influjo que puede ejercer la fortuna, y la impredecible participación que esta suele alcanzar... En el fútbol, parece suceder lo mismo que con la riqueza bien ganada, que la fortuna suele favorecer a quienes aportan con su esfuerzo y perseverancia. Karl Orff, creó una hermosa composición llamada Cármina Burana. Se trata de un homenaje a la diosa Fortuna. Hay algo en su persistente percusión, que puede servir de música de fondo para estas inusitadas goleadas. Ellas prefiguran un diagnóstico, advierten el final de un sistema que perdió vigencia. Es que los demás han descubierto su falsa apariencia. Y ahora saben en qué consiste su añagaza...

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