24 febrero 2021

Chalacas y conjeturas

He leído en un entretenido artículo de Laura Ferrero, que lo publicaré oportunamente, que al anunciar su retiro el comentarista Iñaki Gabilondo, habría comentado: “Hay quienes tienen certezas: no tengo ese consuelo”. He meditado en sí de verdad es una razón para el consuelo aquello de tener solo certezas, de ya no tener en la mente espacio para la duda, el afán de conocer o descubrir, de tener campo para la conjetura. Me parece, en tal sentido, que la curiosidad y la conjetura, si no se complementan, están por lo menos en vías paralelas, son compañeras de ruta. Tener sólo certezas, sería como no tener inquietudes,  haber obliterado el más humano de los deseos, ese deseo portentoso que es el de aprender.

 

Hoy nomás “me he despertado con una inquietud”. Nada existencial, desde luego. He querido saber por qué es que en el fútbol se llama así a una acrobática maniobra que se conoce con el curioso nombre de chalaca o de chilena. He querido aclarar también si lo que para mis hijos fue una “chilenita”, era lo mismo que lo que los argentinos conocen como “rabona”. Estoy persuadido que aquello de no saber las respuestas, de no tener la certeza, es lo que nos lleva a los humanos a investigar, lo que nos conduce a dejar de lado el indicio para ponernos a indagar... Preguntar se convierte así en la mejor manera de saber la explicación.

 

Así me he enterado que al puerto de Valparaíso en Chile, habría llegado, hace algo más de un siglo, un joven español muy hábil para todo tipo de deportes, jugaba fútbol y se destacaba en toda clase de competencia atlética; tenía solo catorce años y se llamaba Ramón Unzaga. Al cumplir dieciocho años se nacionalizó como chileno y fue convocado para jugar en la selección del “equipo del Mapocho”. Unzaga había desarrollado una rara habilidad para efectuar una pirueta mientras jugaba: se ponía de espaldas a la valla contraria, levantaba -de una en una- las dos piernas del suelo y, mientras se sostenía en el aire, golpeaba la pelota sobre su cabeza sorprendiendo totalmente a los contrarios. No era una maniobra muy difícil de realizar, pero requería, sin embargo, bastante práctica y una casi perfecta ejecución.

 

Ya en la selección, le correspondió jugar dos campeonatos suramericanos, el de Argentina en 1916 y el de Chile en 1920. Cuando tuvo que jugar en Buenos Aires, ensayó la mentada jugada y desde entonces un conocido comentarista deportivo empezó a llamarla como “chilena”. No obstante, en el puerto donde había jugado cuando llegó de España, habían conocido la pirueta como “chorera”. Conjeturo que aquello decía relación con el término chileno “choro”, que vendría del quechua “churu”, con el significado de audaz, valiente o temerario.

 

Se pudiera decir (es solo una de las teorías), que desde los torneos mencionados, se hizo popular en casi toda Suramérica el nombre para designar a esta maniobra que consistía en: reclinarse hacia atrás, impulsarse con una pierna mientras la otra se disponía a subir, luego bajar la que estuvo más arriba y subir la otra sobre la cabeza, y golpear la pelota antes de que las manos y la espalda tocasen el suelo... De pronto, la rutina se convirtió en muy popular; así empezaron a intentarla los más hábiles jugadores. No solo la practicaban los delanteros sino también los más espectaculares defensas. Unos y otros requerían de una gran habilidad.

 

Pero, eh ahí que en otros países conocían a la maniobra como “chalaca”. Así la llamaban en nuestro país cuando yo era chico; y así la conocían en otros países como Perú y Colombia. Chalaca es el gentilicio, ya reconocido incluso por la RAE, para los oriundos del puerto del Callao (donde está ubicado el aeropuerto Jorge Chávez); este era realmente un barrio de la ciudad “de los Reyes”, por todos conocida como Lima (que, a su vez, pudiera ser la deformación del nombre del río que la atraviesa, Rimac). Callao, es un nombre frente a cuyo origen parecería existir alguna discrepancia, que tampoco llega al grado de controversia…

 

Para unos, callao significa guijarro o piedrecilla. El nombre haría referencia a las pequeñas piedras que los caminantes encuentran en la playa. El término tendría su origen en nuestra propia lengua, y la etimología sería también muy similar en el portugués; otros lingüistas, sin embargo, prefieren pensar que el término proviene del aborigen “chala” que quiere decir costa. En cuanto a "chalaco", vendría de este "chala" y del complemento “aco”, pescador. Por lo que significaría “pescador de la costa”. Lo demás es una anticipada historia: la pirueta futbolera se habría desarrollado por los mismos años, gracias a los deportistas porteños del Callao que utilizaban la peligrosa acrobacia para sorprender con su habilidad. Nadie podría decir que la hubiera “patentado”, pues no se trata de un invento, nadie podría reclamar su “exclusividad” porque solo se trata de una forma de patear.

 

En lo personal, puedo presumir, y hasta vanagloriarme (que no es igual), de haber metido muchos goles en mi vida, pero nunca intenté uno de chilena. Y no porque, como decía un amigo, pudiera “caerme de espaldas y romperme la punta de la nariz”, sino porque de niño, la más cotidiana admonición que recibía era la de “verás manganzón, no irás a romper el pantalón”... Ah! Y en cuanto a la rabona, a la que al principio me refería... esa jugada ya no me pareció tan interesante, ni creo que tenga tanto misterio. Además, como decía un personaje conocido “yo no sé, pues, de esas cosas”... Ya volveremos para hablar de “ella” y de "otros asuntos”…


Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario