02 febrero 2021

De resabios y resabiados

Fueron los tiempos de la escuela. A los mayores tratábamos de un modo especial; no digo que se los “respetara”, simplemente merecían una consideración diferente e incluso creo que se les daba un trato preferencial. Si ellos se destacaban, procurábamos también seguir su ejemplo, los emulábamos. De todos modos, los mayores estaban en lo suyo; no nos metíamos con ellos. Con los menores, en cambio, el trato era un tanto diferente, no los incordiábamos porque sabíamos que habrían de seguir nuestro ejemplo; había con ellos un sentido de protección, sin llegar al paternalismo. Los cuidábamos. No había porqué ni para qué molestarlos o abusar de su condición. Además, había un estigma, un adjetivo para quienes, siendo mayores, abusaban de los menores...

 

Pero hubo también unos pocos muchachos menores -realmente muy pocos- que desde temprano se identificaban como indóciles y díscolos, como insubordinados y subversivos, eran chicos que ya en su forma de caminar denunciaban que querían alterar el orden, fastidiar a los demás, sin importar si los afectados eran mayores o aun sus profesores. Estos eran los “resabiados”; los conocíamos en nuestra jerga escolar como “chusos resabiados”. Eran unos mozalbetes adelantados e insolentes; hechos los “mucho” o los “quitarán de ahí”. No había como siquiera regresarlos a ver, eran jovenzuelos temerarios, reputados de más valientes; ellos siempre se querían hacer pasar por mayores y, claro, presumían de retobados e indolentes, de ser los “más machos”.

 

Me he preguntado de dónde salió esa expresión, la de “chuso resabiado”, y he querido investigarlo. Para mi indagación he debido optar por separar las dos palabras. En relación a lo de “chuso”, así con ese (s) y no con zeta, he preferido pensar que quizá sea un término tomado del quichua, con el sentido de chico o muchacho. C. J. Córdova, en su sin par “El habla del Ecuador”, sugiere que con esta voz se conoce a los niños pequeños en el norte de la serranía. No cabría tampoco escribirlo con zeta, porque chuzo vendría a ser más bien un hierro largo y delgado, usado en ocasiones como estoque; equivaldría al hurgón que, de acuerdo con el DLE, es el “instrumento de hierro para remover y atizar la lumbre”. Es aquel utensilio que lo tenemos cerca de nuestras chimeneas.

 

En cuanto a “resabiado”, desde siempre me pareció que este era un adjetivo que se lo utilizaba con el sentido de insolente, adelantado, hecho el macho o de dado de más valiente. Esto, sin embargo de que al utilizarlo como sustantivo (“este es un resabiado”), supondría la connotación de alzado, atrevido, irrespetuoso o irreverente; similar a la segunda acepción que incluye la Academia, aunque no necesariamente engreído o soberbio, pero sí insolente. Un resabiado, en nuestro país, es alguien de menor jerarquía o condición que no respeta la dignidad de otras personas y opta por faltarlas al respeto. En efecto, C. J. Córdova dice: “Resabiado: adjetivo vulgar. Dicho de una persona: Que se las da de sabido, atrevido y falto de respeto”.

 

Este parecería que pudiera ser el sentido original que tuvo la palabra; sin embargo, o no lo es o simplemente así no lo define la institución que “limpia, fija y da esplendor”, que más bien define el término como: “Dicho de una persona o de un animal: que, por su experiencia vital, ha perdido su ingenuidad volviéndose desconfiado o desabrido”. Es decir... algo así como lo que significa la voz chúcaro. Sin embargo, existen dos voces emparentadas, “resabio” y el verbo “resabiar”, que el DLE las relaciona con la idea de un vicio o mala costumbre que se adquiere. Resabio viene de un derivado del latín resapĕre, que querría decir 'tener sabor' o 'saber a'. De ahí que sus dos primeras acepciones son: “1. Vicio o mala costumbre que se toma o adquiere (Eje.: Resabios autoritarios); y, 2. Actitud propia de la persona resabiada (Eje.: Hablar con resabio)”. No obstante, la etimología de la palabra resabio parece más emparentada con un regusto desagradable, el mal sabor que algo nos deja.

 

Tal parece que nuestro uso de la palabra resabiado no es un invento propio, y ni siquiera de los latinoamericanos; tampoco es una voz que ha tomado un giro o ha alcanzado un significado reciente. Estoy convencido que ya era un término que significaba individuo falto de respeto hace quinientos años, cuando llegaron los peninsulares a América. En cuanto a la voz resabio, no es un término que sea utilizado fuera de España en forma frecuente. Quizá una de las voces que más se use en nuestros países para reemplazarlo sea maña. Por otra parte, existe una palabra para expresar el impulso casi obsesivo por hacer algo bien hecho o de la mejor manera; esto es: buscando la perfección. Ese deseo persistente se conoce, tanto en España como en América, con la palabra prurito.     

 

En cuanto al verbo resabiar, dice el DRAE que viene de resabio y que se conjuga como anunciar. Estas serían sus diferentes acepciones: "1. Hacer tomar un vicio o mala costumbre (transitivo); 2. Disgustarse o desazonarse; 3. Saborear la comida o la bebida; 4. Deleitarse en las cosas que agradan". Ahora bien, si revisamos estas acepciones, tal vez pudiéramos encontrar algo interesante: todas parecerían identificarse con una idea central, la de tomar “gusto” por hacer algo; y, para lo que nos interesa, la de tomar gusto o mala costumbre por hacerlo. Quizá por ello los resabiados toman gusto por actuar de esa manera en la vida y, por el mismo motivo, nunca dejan de serlo...


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