06 abril 2021

Destino de un quiteño ilustre

Esta entrada procuraba inicialmente hacer una breve relación de cómo y cuándo las principales congregaciones religiosas se asentaron en Quito; pretendía también relacionar dicha instalación con las principales edificaciones que esas comunidades construyeron, ya sea de naturaleza educativa (escuelas, colegios o universidades), como también las destinadas a vivienda y culto (templos, claustros o conventos). Sin embargo, al reseñar la distribución de dichos espacios, cambié de opinión; caí en cuenta de los profundos desniveles que debieron existir en los terrenos que hubo entonces. Esto, especialmente, debido a los accidentes naturales que tenía la ciudad; en particular, al sinnúmero de inconvenientes quebradas que caracterizaron a una urbe tan irregular como la nuestra.

El solo hecho de pensar en estas depresiones (algunas de considerable profundidad) nos debería invitar a meditar en aquellas personas que dedicaron su vida a buscar las soluciones que debieron darse para superar semejantes obstáculos. Obviamente, la ciudad que hoy conocemos -particularmente la que vemos en el sector del Centro Histórico- no tiene las mismas características que conocieron sus fundadores. Su esfuerzo debe haber apuntado a buscar cómo integrar mejor la ciudad, a pesar de los impedimentos, aplicando distintos métodos que ayuden a nivelar los espacios y a lograr un mejor aprovechamiento de las áreas disponibles. En este sentido, es probable que los quiteños, no hayamos sabido rendir adecuado homenaje a quienes en forma perseverante, y a veces obsesiva, bregaron para conseguir esas soluciones.

Siguiendo un concepto original, y una vez trazado el plano en damero cuadrado de la urbe, se habría determinado el espacio reservado para la ubicación de la Plaza Mayor. Los terrenos ubicados hacia oriente y occidente de esa plaza, se habrían asignado para instalar las dependencias de las autoridades civiles: los primeros para el Cabildo y los segundos para la naciente Audiencia de Quito. En tanto que los solares ubicados hacia el norte y hacia el sur, se habrían reservado para el funcionamiento de edificaciones relacionadas con propósitos eclesiásticos: los primeros atenderían la residencia del presbítero, y los del sur se habrían destinado para la futura edificación de la iglesia Catedral. En este punto, se recuerda que Quito no tuvo un obispo hasta 1565 y que solo se convirtió en arquidiócesis (no tuvo arzobispo) hasta unos trecientos años más tarde.

No siendo los predios totalmente planos; la presencia de las quebradas habría de condicionar los espacios y de afectar a las futuras construcciones. Ese fue el caso de la iglesia Catedral que, debido a la presencia de la quebrada de Sanguña (o Zanguña), que bajaba desde El Tejar, no tuvo más alternativa que construirse en forma lateral, con un pórtico que miraría hacia la que se dio por llamar la Calle Angosta o “de las Siete Cruces”, y no hacia la que se conocería como Plaza de la Independencia. Más tarde, ya construida una arquería para atender la existencia de la quebrada, se edificaría, sobre ese espacio, una capilla auxiliar: la iglesia de El Sagrario.

Sería un ilustre quiteño (aunque nacido en Ibarra), quien vivía obsesionado por nivelar los terrenos irregulares de la urbe, el que propuso utilizar los predios bajos del huerto de los agustinos, para continuar el trazo de la actual calle Mejía y rellenar otra depresión conocida desde la Colonia como “Quebrada de Manosalvas” (el trabajo daría lugar a la creación de un pequeño emplazamiento que debía conocerse como Plazoleta Municipal, pero que la gente se dio por llamar Plaza Marín). Hoy resulta una ironía que el lugar sea conocido por la segunda parte del apellido paterno de quien la construyó siendo alcalde: Francisco Higinio Andrade Marín Ribadeneira. A él se debe también el primer camino, construido alrededor del cerro "Nahuirá” o Panecillo, que unió La Magdalena con el sector del antiguo Hospicio, cerca del centro de Quito (actual calle Ambato).

Andrade Marín, habría de empeñarse más tarde por el relleno de otra quebrada, conocida como “de los Gallinazos” o de Jerusalén, para convertirla en la que luego sería conocida como Avenida 24 de Mayo. Andrade Marín; fue presidente del Cabildo en cuatro ocasiones (entonces, estas funciones duraban únicamente un año y se las ejercía de enero a diciembre); desempeñó también otros importantes cargos públicos: fue rector de la Universidad; ocupó, entre otros, los ministerios de Hacienda y Obras Públicas; fue electo diputado y dirigió la llamada Cámara Baja; estuvo inclusive encargado del Poder por seis meses. Hacia el final de su trayectoria, fue Ministro de la Corte Suprema de Justicia. Hoy existe una pequeña calle, entre la Diego de Almagro y la Eloy Alfaro que lleva su nombre.

Un hijo del primer matrimonio de Francisco, Luciano Andrade Marín Vaca, fue un destacado historiador y geógrafo. Del mismo modo, otro hijo, Carlos Andrade Marín Malo, fue también un conocido hombre público; médico de profesión, se desempeñó como dirigente deportivo y fue uno de los primeros alcaldes electos por voto popular que tuvo la capital del Ecuador. El hospital Carlos Andrade Marín lleva su nombre; Carlos falleció en el año 1968, en un accidente aéreo ocurrido probablemente en la isla Guadalupe (Antillas menores). De acuerdo a lo que he investigado, los restos del siniestro quizá nunca fueron localizados; hubo dos aviones B-707 de Air France, operando con el mismo número de vuelo (AF 212), que se accidentaron, en la misma ruta, en el lapso de veinte meses...


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