20 abril 2021

No eran doce. Solo ocho.

Yo debo haber estado confundido; o, más bien, mal informado. Creo que desde mis tiempos de estudios en Estados Unidos, había oído aquello del “Ivy League” (Liga de Hiedra, en nuestro idioma), y por siempre estuve convencido de que era una suerte de reconocimiento objetivo al que, en base a su rendimiento académico, se hacían acreedoras las mejores instituciones educativas de ese país americano. Pensaba también, quizá por extensión, que hablar del “Ivy League” era mencionar una élite académica a la que habían logrado acceso una pocas universidades, un grupo de no más de veinte o treinta planteles escogidos.

 

Pero, eh ahí que había estado equivocado. Y eso es lo que me dijo alguien mejor enterado que yo, quien, de manera inapelable, concluyó, en una breve tertulia, que no, que esas universidades eran “solo doce”. De modo que, curioso y testarudo como soy, me propuse conocer si efectivamente eran solo una docena y, sobre todo, de dónde había salido tan curioso como excluyente nombre... ¿Por qué “hiedra”?, para empezar. ¿Qué tiene que ver la élite, o “la crème de la crème”, con una especie botánica trepadora que está considerada casi como una planta parásita?

 

Pero... eh ahí que no habían sido doce, que eran solamente ocho; y que, al principio, solo habían sido cuatro, y que de esto, de que solo fueran cuatro (IV, en números romanos), parece que pudo haber venido el bendito nombre... Lo de “liga” parece denunciar el alcance deportivo que inicialmente tuvo la relación; en efecto, todo habría empezado como una competición tipo “conferencia”, entre instituciones de una región conformada por pequeños Estados (entonces Colonias) situados en el nororiente de los Estados Unidos. Como estos habían sido los más antiguos centros de estudio, sus edificaciones habrían imitado la arquitectura de otras importantes universidades europeas (Cambridge, Oxford), donde existía la costumbre de cubrir las paredes de las casonas con un toque decorativo de verdes hiedras. De hecho, existe todavía, en el calendario de estas universidades, la costumbre de dedicar un día del año para plantar hiedras alrededor del campus académico.

 

La mayoría de esas universidades tiene un promedio de un cuarto de milenio de vida y ellas ya funcionaban antes de la Revolución Americana. Así, la más antigua sería Harvard, ubicada en Cambridge, Massachusetts, fundada en 1636. Le siguen, en orden cronológico: Yale (New Haven, Connecticut); Princeton (New Jersey); Columbia (New York City). No tengo claro el año de fundación de la U. de Pennsylvania (Philadelphia); pero luego seguirían: Brown (Providence, Rhode Island); Dartmouth College (Hanover, New Hampshire); y, Cornell (Ithaca, New York). Todas están situadas en pequeños estados, que juntos representan, entre los siete, una extensión no mayor a la superficie de Texas. Todas son privadas y han logrado un prestigio que las ubica entre las mejores del mundo.

 

Acceder a ellas no es fácil, también se encuentran entre las más costosas del planeta; además, aunque no lo fueran, su ingreso es sumamente selectivo; de hecho, solo califica entre un cinco a diez por ciento de sus aspirantes Todas están dedicadas no solo a la enseñanza, sino también a la investigación; sus presupuestos están financiados por millonarias instituciones que hacen considerables aportes en forma periódica. Por otro lado, son pródigas en la concesión de becas estudiantiles; además, hay algo que las integra: todas han hecho un aporte, con sus profesores e infraestructura, para fundar y supervisar un enorme número de universidades en otros sectores de su país. Las define un espíritu de celo educacional y solidaridad que recuerda sus inicios como entidades liberales aunque inspiradas en preceptos escolásticos. Esto no ha impedido que mantengan una postura alejada de sectarismos.

 

Estas universidades pueden tener entre cinco y quince mil alumnos (sin graduarse) o entre dos mil quinientos y veinticinco mil, ya graduados. Un par ostentan cuerpos académicos constituidos por cinco mil profesores y reciben aportes financieros cercanos a los cuarenta billones de dólares, en los que participan tanto el gobierno federal como varias instituciones privadas. De modo que… solo son ocho: Harvard, Yale, UPenn, Princeton, Columbia, Brown, Dartmouth y Cornell; son instituciones que integran una muy distinguida élite, sus ex alumnos son gente orgullosa de haber sido parte de sus aulas; han aprobado un alto estándar de conocimiento y han sabido ajustarse a un elevado concepto de excelencia académica. Y claro, llevan con orgullo un nombre muy modesto: la Liga de la Hiedra.


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