11 abril 2022

El “circuito” y su monopolio

En días pasados, intrigado por la ausencia de Phil Mickelson del torneo más importante de golf que existe en el mundo (el Masters es, sin lugar a dudas, el más interesante y prestigioso de los campeonatos del circuito), me enteré de que mi jugador favorito no participaría debido a ciertas discrepancias que habrían surgido con la organización que lo promociona, el PGA Tour (la Asociación de Golf Profesional). Demás está comentar que, lejos de lo que hubiera creído, esta no es –no ha sido– una entidad deportiva que promociona esa querida actividad, sino que más bien funciona como un ente empresarial, con sus reglas propias, que exige que quienes participan en los torneos estén previamente comprometidos con ella; y, no solo eso, sino que, de manera exclusiva.

 

Mickelson es no solo un extraordinario deportista, es un fantástico ser humano; es probable que su forma de ser, ese su caminar de hombre tranquilo y sencillo, y su casi adolescente jovialidad lo conviertan en uno de los golfistas más seguidos y apreciados que existen en el popular circuito. Es más, no solo que ha sido triunfador del Masters en tres ocasiones, y que fue el último ganador de un torneo mayor antes del citado torneo, sino que ha sido, por un lapso de treinta años, uno de los jugadores más icónicos y reconocidos del tour norteamericano; todo esto para no mencionar el aporte profesional que con su formidable habilidad ha favorecido a este prestigioso deporte, no se diga el impulso financiero que su participación ha significado.

 

El zurdo –Lefty, como lo conocen– es no solo un jugador superdotado, es quizás el golfista que más emulación despierta entre los aficionados a este entretenimiento (algunos no están todavía convencidos de que en realidad es un deporte); en efecto, no solo que ha triunfado en más de un medio centenar de eventos, sino que ha resultado vencedor en seis de los torneos conocidos como mayores; esto, además de haber sido el único que ha ganado uno de estos campeonatos después de haber cumplido 50 años de edad. Pudiera decirse que su bonhomía, sonrisa y manera de comportarse son todo un emblemático paradigma de lo que debería representar el PGA Tour.

 

Cierto es que gracias al PGA ha engrosado en forma incalculable su cuenta bancaria; cierto también que sin participar en esos torneos sus ganancias hubieran resultado irrisorias; pero también es cierto que sin aportes como el suyo el desarrollo y prestigio del PGA hubiesen sido menores. Tampoco se puede dejar de considerar que gran parte de sus ingresos no los debe a sus ganancias deportivas, sino a sus auspicios comerciales y, sobre todo, a una administración muy productiva de su imagen de caballero gentil y jugador ejemplar. A pesar de todo ello, y como a muchos nos ha pasado en la vida, Phil Mickelson ha empezado a pensar que su trayectoria no está teniendo el reconocimiento adecuado por parte del Tour que lo cobija; ha llegado a una edad en que no solo ya no se reconocen sus pasados logros, sino que los que ganan con más frecuencia son los más jóvenes del circuito.

 

¿Pero, qué es lo que ha pasado, qué ha sucedido con Phil? El jugador supuestamente ha estado en conversaciones, ha sido propuesto por un grupo árabe interesado en formar una liga de campeones, con el propósito de montar un espectáculo paralelo. Esto no quiere decir –por lo menos, no todavía– que exista un compromiso del jugador para abandonar, y menos aún para perjudicar al PGA, o para colaborar con lo que se consideraría como una competencia “desleal”. Es evidente que alguien habría alertado de que se hubieran dado esas conversaciones y Phil no ha negado que le habrían propuesto considerar esa posibilidad. Ha aprovechado, sí, para confesar sus inquietudes y frustraciones; y ha comentado que si lo habría considerado es porque la entidad funciona en forma un tanto autoritaria y no reconoce debidamente a sus jugadores.

 

No es coincidencia, pero la situación de este jugador –un fuera de serie– es similar a lo que estuvo sucediendo hace no mucho con la élite de los equipos del fútbol europeo. Estos no están en desacuerdo con que se siga estimulando, y aún favoreciendo a los clubes chicos, pero han empezado a sentir que su propio reconocimiento no es proporcional a las inversiones que han realizado. Conjeturo que Phil (como algunos otros) considera que, una vez que se cumplan ciertos requisitos (tiempo en la organización, por ejemplo) debería existir una mayor libertad para adquirir otros compromisos, así como un mejor reconocimiento económico para los jugadores veteranos en base no solo a su desempeño sino a sus pasados méritos. Por ahora, Phil ha pedido un poco de tiempo para “poner en orden sus ideas” y no tener que enfrentar lo que se pudiera llamar “la hipocresía de los advenedizos”. 

 

Lo cierto es que, como a menudo sucede en estas ocasiones, se dicen cosas que se hubiera preferido no decir y, como ya lo dijo un recordado presidente: “las palabras a veces van más allá de los conceptos”…


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