13 abril 2022

Gentilicios en el castellano

Los antiguos romanos utilizaban ciertas reglas para registrar sus nombres, reglas que hoy nos parecerían un tanto complicadas. Su inscripción daba indicio de si el individuo había sido hijo de ciudadano romano; en cuanto que, para las mujeres se utilizaba un sistema de identificación distinto. Los nobles se distinguían por tener una "tria nomina"; es decir, tres elementos en su nombre: el praenomen o prenombre (el nombre de un antepasado y existía una lista de dieciocho nombres de la que se podía seleccionar el escogido); el nomen o gentilicium, que equivalía al nombre propio; y el cognomen, que era realmente el nombre de familia. Aquel gentilicium venía a ser el nombre del clan o tribu (el gens), que con el tiempo dio origen al uso extendido de la palabra gentilicio.

 

Dice el diccionario de la lengua (RAE), sin embargo, que la palabra “gentilicio” viene del latín gentilitius que, a su vez, proviene de la voz latina gens (clan o tribu como hemos comentado), que correspondía al linaje o estirpe; pudiera decirse que era el equivalente a nuestros modernos apellidos. Pero el vocablo gens era también una manera de designar a otros pueblos, naciones o razas; por ello, el sentido de la palabra gentilicio evolucionó, y también lo hizo en nuestro idioma, para identificar a los originarios de un pueblo, región, país o estado.

 

No existen en el castellano reglas claras y definitivas (incluyentes o excluyentes) a la hora de elaborar los gentilicios, aunque las formas más comunes utilizan de modo preferente diversos sufijos, como: -ano, -co, -ense, -eño, -ero, -és o -ino. Es por esto que parecería existir en ocasiones una cierta arbitrariedad en la determinación de los gentilicios: en España se llama conquenses a los nativos de Cuenca, pero en el Ecuador se los dice cuencanos. Llamamos brasileños a los oriundos de Brasil, pero a veces los llaman brasileros: un día fui testigo de una las más severas reprimendas que puede endilgar un padre a su hijo, cuando enfrente de mucha gente le reprochó que nunca debió haber llamado “brasilianos” a los brasileños.

 

¿Cómo debería decirse: israelita o israelí?, por ejemplo. ¿Catareño o catarí?, ¿singapureño, singapurense, singapuriano o singapurio?, ¿salmantino o salamanqués?... Hay voces que representan a ciudades o países que invitan a la confusión, como Jerusalén o Constantinopla; o ciudades, sobre todo españolas, que propician el uso de un doble gentilicio, como Sevilla, Ávila, Alcalá, Santiago de Compostela o Catalayud. Así decimos sevillano o hispalense, avilés o abulense (sí, y con be labial), alcalaíno o complutense (por Complutum, el nombre romano de Alcalá de Henares), santiagués o compostelano, o bilbilitano al originario de Catalayud (por el nombre romano que antes tuvo la ciudad, Bílbilis). Sin dejar de recordar los gentilicios de dos de las ciudades que he mencionado anteriormente: jerosolimitano y constantinopolitano.

 

Ahora que lo menciono, esta doble manera de identificar a algunas ciudades españolas, debe de estar relacionada con los antiguos nombres que tuvieron esas localidades, los mismos que estuvieron emparentados con el idioma de sus “inquilinos” previos, que fueron quienes las nombraron o rebautizaron. Sus gentilicios son herencia del nombre que tuvieron esos lugares, con apelativos romanos, fenicios o árabes. No de otro modo se entiende que el nombre de una ciudad como César Augusta haya terminado convertido en el más sugestivo de Zaragoza…

 

No es apropiado (no digo que incorrecto), llamar holandés a quien es de Países Bajos; no se debe olvidar que estos constituyen solo la parte europea del reino de Holanda, reino que está conformado además por Aruba, Curazao, San Martín y otros territorios del Caribe. Por ello que a los holandeses europeos es mejor llamarlos con el adjetivo de neerlandeses. Los Países Bajos forman parte de una suerte de consorcio conocido como Benelux, que es un acrónimo que incluye a tres naciones: Bélgica, Netherlands y Luxemburgo. A los belgas septentrionales los llaman flamencos, pero esto nada tiene que ver con los andaluces o sus atuendos y bailes típicos, sino con su pasado: esa zona, conocida como región Flamenca, era parte del condado de Flandes (Flanders, en inglés).

 

Escribo esta entrada a cuento de algo que escucho y leo con frecuencia estos mismos días: el gentilicio de ucranio o ucrania (que son aceptados) en lugar del que parece más adecuado: ucraniano, al hablar de los habitantes o de asuntos relacionados o pertenecientes a Ucrania. Parece más adecuado ucraniano, sobre todo para evitar que se produzca anfibología, es decir un sentido ambiguo o equívoco. Si decimos vocalmente “la paciente ucrania”, no sabemos si nos referimos a una paciente ucraniana o a Ucrania, la paciente. Como se indicaba más arriba, y salvo pocas excepciones, el gentilicio en el castellano se construye utilizando ciertos prefijos. Quizá una de las excepciones sea Argentina cuyo gentilicio es argentino y nunca “argentiniano”…


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