16 abril 2022

Eso de “reunirse a libar”

Sí, vivimos un tiempo mercurial, cambiante y voluble, y, por sobre todo, incierto y volátil. Si no, miremos al mundo con la pandemia y sus consecuencias; a Europa con su guerra absurda y sus secuelas que conmocionan y afectan a los demás países del globo; a nuestro propio país, con sus políticos mezquinos e ignorantes, con sus sórdidos problemas de inseguridad, quizá insolubles pero siempre apremiantes. Son tiempos tornadizos y ominosos, ellos nos llenan de incertidumbre y confusión. Imposible no preguntarse ¿Quo vadis? ¿Hacia dónde vamos?

 

Me temo, además, que los medios parecen no haber entendido su papel –no se diga su misión-, ya no parece importar la necesidad de educar y orientar a la gente, sino presentar lo que más vende, lo que más conmueve o escandaliza, lo que más impresiona. Yo, como muchos (tal vez la mayoría), he dejado de atender los noticieros, que se han convertido en cruel antología de la crónica roja, en instrumento de publicidad no solo del que más impresiona y espanta, sino de quienes más amedrentan, destruyen la paz social, roban, asesinan y amenazan.

 

Así, una nueva jerga va surgiendo, es como si nuevas palabras se fueran imponiendo, o –quién sabe– viejas voces con sentidos nuevos y no siempre correctos o adecuados. “Libar” es un ejemplo, un verbo que súbitamente fue adquiriendo un sentido figurativo, primero, y luego un concepto ajeno, que solo sugiere o insinúa, que nunca establece un concepto diáfano y claro. Libar no es, en nuestro país, lo mismo que beber licor o tomarse uno o varios tragos. Libar es algo sórdido y delincuencial. Significa instalarse a beber hasta perder el control; pero, además, con un propósito previamente convenido, nunca inocente, siempre non santo. Libar no es compartir unas cervezas con unos amigos, eso solo es un preámbulo y un pretexto, es la antesala y el prolegómeno de lo que intenta hacer el criminal o quien pretende cometer un delito, actuar como forajido, asaltante o sicario. Eso es lo que libar significa para la prensa y otros medios informativos; tiene un sentido indirecto, impreciso, disimulado.

 

Los medios han dado al verbo no solo un sentido peyorativo, han dado al vocablo un sentido oscuro y furtivo. Quiere decir algo que se efectúa en forma cautelosa y solapada. Libar no es solo emborracharse, ni siquiera hasta perder el control; es ejercitar una acción intencional y concertada como acto previo para cometer algo infame e indigno, despreciable y muchas veces trágico. No, libar no es solo reunirse a tomar con los amigos unos pocos, inocuos e inocentes tragos. Decir libar es insinuar algo ignominioso, delictivo y malvado.

 

No estoy seguro qué sentido tiene libar en los países vecinos, pero este no es el sentido recogido en los diccionarios consultados. El diccionario de la Academia dice que libar es lo que hacen las abejas: “sorber suavemente el jugo de las flores”; dice también que es “hacer la libación para el sacrificio o la presentación de ofrendas a los dioses”. Una última acepción expresa: “gustar un licor paladeándolo”. No existe, por tanto, nada pecaminoso, abyecto o malintencionado. Libar equivale a degustar, hacer lo que hacen ciertos insectos y el más pequeño de los pájaros. Quien liba succiona, saborea, prueba con delicadeza el néctar, el concentrado de un sabor, del mismo modo que lo hacen los colibríes o picaflores, nuestros quindes coloridos y mágicos.

 

No hay relación entre los delincuentes y los picaflores, también conocidos como tucusitos, chuparrosas, pájaros mosca o ermitaños. Dice la enciclopedia que forman un conjunto de aves apodiformes endémicas de América y que cuenta con más de 300 especies. El colibrí es un ave capaz de mantenerse suspendida en el aire mientras vuela y liba el néctar de las flores. Para mí que el picaflor, más que inspirar a los cazadores de corazones, es el verdadero arquetipo y paradigma, modelo y precursor de los modernos helicópteros. Pero hay algo más: es aquella su apariencia vistosa, aquella imagen colorida y reluciente, espléndida y admirable. Hoy sé que “el macho es de color verde tornasolado con reflejos azules en la garganta y la cola azul, y que la hembra tiene la garganta y el pecho blancuzcos y el vientre grisáceo”.

 

El colibrí es uno de los pájaros más pequeños del reino animal; es, además, “la única ave polinizadora; la única que posee un pico tan largo y delgado, y que es capaz de volar hacia atrás; es también la que aplica el aleteo más rápido (sus alas atraviesan el aire hasta 55 veces por segundo)”. En cuanto a la palabra “quinde”, este vocablo en su etimología es de origen quichua bajo la denominación «quindi» (o «kinti») que quiere decir eso:  colibrí.


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