14 abril 2023

El mundo está cambiando…

Hoy decía mi mujer que “está helando”, mientras –qué ironía– Los Iracundos iban por ahí tarareando una canción que ya escuchaba en mi juventud: “El mundo está cambiando y cambiará más (ah, ah, ah, ah) / Y la lluvia caerá (ah, ah, ah, ah), luego vendrá el sereno”... Yo sostengo que, al igual que el mundo, el clima no solo que está cambiando (gerundio) sino que ya cambió (pretérito perfecto). Y, claro, nunca sé qué de “perfecto” puede haber en que el maldito clima haya cambiado… Tampoco dejo de pensar en que aquello que esos cantores llaman “sereno” no se refiere a la humedad que se presenta en la madrugada, o al celador nocturno que se desvela por las noches, ni a aquello de ser “apacible o sosegado”, sino al cielo cuando está claro, es decir: “despejado y sin lluvia”, como dice el DRAE…

 

A ese tipo de sereno los pilotos llamamos CAVOK, que quiere decir en inglés –el idioma universal para la aviación–, Ceiling and Visibility OK. Claro que cuando yo era “guagua“ aviador (cadete piloto) se decía “CAVU” (Ceiling and Visibility Unlimited), que me parecía más exacto. Pero, como ya decían esos cantantes de más arriba, todo mismo va cambiando; tanto, que antes no conocíamos de ese modo al ahora llamado “pretérito perfecto”, un tiempo del verbo que cuando estuvimos en la edad de sentarnos en “pupitres” se lo conocía como “pretérito indefinido” (?). Tal parece que la que de veras cambió, y a cada rato y siempre estuvo “indefinida”, fue la honorable Academia, que antes no me parecía que cambiaba (pretérito imperfecto) tanto, ni en forma tan frecuente. ¡Qué complicado! ¡¿Quién entiende?!

 

Bueno, todo lo anterior, solo para comentar que el clima estuvo realmente bravo en las semanas previas. Y aunque uno se pone a “ver llover”, solo espera que la lluvia amaine, para entonces poder –luego de tanto rayo y trueno– hacer inventario de los daños colaterales. Las tormentas han sido tan severas, que quienes vivimos en lugares protegidos por árboles, solo esperamos cada vez que culminen tan catastróficos aguaceros, para entonces evaluar el daño de los equipos eléctricos que se malogran por el solo hecho de estar conectados (no tienen que estar encendidos). Son esas las consecuencias de la meteorología, una materia de curiosa etimología que también estudian los pilotos, y que es una ciencia que se especializa en los llamados “meteoros”.

 

Digo “curiosa etimología” porque, otra vez y de acuerdo con el DRAE, los antes mentados meteoros no solo son los “cuerpos celestes que penetran en la atmósfera terrestre”, sino también todo aquel “fenómeno atmosférico que puede ser aéreo, como los vientos; acuoso, como la lluvia o la nieve; luminoso, como el arco iris, el parhelio o la paraselene; y, eléctrico, como el rayo y el fuego de Santelmo” (sic). Aquello de “el parhelio o la paraselene”, se trata de aquellos halos que parecen formar el Sol o la Luna y que se asemejan a imágenes dibujadas en el cielo…

 

Fue pues la otra tarde que se desató un torrencial y apocalíptico aguacero, y no bien hubo empezado a llover (pretérito anterior) cuando un trueno ensordecedor partió el cielo y dejó al vecindario sin energía eléctrica. Poco más tarde, cuando se restableció la corriente, pudimos comprobar el daño de múltiples equipos eléctricos y otros artefactos. Tal parece que los más vulnerables, para este tipo de casos, son los televisores, equipos de sonido, codificadores de servicios de cable o internet y –lo que pudiera ser más frecuente– los motores eléctricos de las puertas de garaje. Obviamente, cada uno de estos artilugios es mantenido, atendido o reparado por su propio especialista, oficio ejercido por quienes en nuestra tierra llamamos “maestros”.

 

Maestro es una de las palabras con más acepciones en nuestro idioma. Maestro puede ser un docente, un artista genial, un intérprete destacado, un modelo para la construcción, un animal y hasta un objeto… pero es también alguien que ejerce un arte u oficio, tenga o no un título para hacerlo. En la práctica, hay maestros que han aprendido su oficio en forma empírica, es decir en base a su ejercicio anterior o experiencia, especialmente aquellos oficios mecánicos o los que se realizan en talleres. Existen maestros gasfiteros, plomeros, electricistas, albañiles, etc. Lo malo de ahora es que a muy pocos les gusta que les llamen “maestros”. Maestro es no solo una palabra desvalorizada: puede ser una forma de tratamiento considerada peyorativa.

 

Así que… evito el terminajo. A veces recurro al título de “ingeniero”, pero corro el riesgo de que lo tomen como ironía... Opto entonces por dirigirme a ellos como señor mengano o zutano; porque si recurro a su nombre, me expongo a que si les doy la mano puedan agarrarse del codo, y me respondan usando mi nombre propio cual si hubiésemos sido compañeros de escuela o me hubieran conocido de toda la vida… Es que, ya saben... el mundo está cambiando.


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