04 abril 2023

Los Nobel de Literatura

Alfred Bernhard Nobel (1833-1896) tendría algo más de 40 años cuando había descubierto una nueva fórmula para fabricar explosivos; la llamó dinamita, una palabra de origen griego que implica vigor o potencia. Cuando murió de un ictus a los 63 años, no se había casado ni tenido hijos pero se preocupó de dejar un testamento por el que legaba gran parte de su fortuna a quienes se hubieran destacado por el afán de beneficiar a la humanidad. El Premio reconocería a quienes hubieran hecho valiosos aportes en Química, Física y Medicina, pero también a quienes hubieran contribuido a la Paz en el planeta. Nobel, él mismo un escritor, también habría querido reconocer a quienes hubieran dedicado su vida a la Literatura.

 

Así, a partir del año 1901, la Academia Sueca empezó a distinguir con el Premio Nobel de Literatura. Como era un premio concedido en vida, nunca favoreció a quienes, como Flaubert o Dostoievski, hubieran fallecido antes del año 1900. En algunos casos no fueron personajes muy conocidos; hubo importantes escritores que nunca recibieron el galardón; destacan, entre ellos, Émile Zola, Leiv Tolstoi, Marcel Proust, Franz Kafka, James Joyce y Jorge Luis Borges. A excepción de Zola, que murió un año después de instaurado el premio; y Kafka, que murió en 1924 a los 40 y cuya obra solo trascendió 20 años más tarde, pudiera presumirse que pudo haber un motivo extra-literario para que no se los hubiera favorecido.

 

Alfred Nobel había establecido un requisito para otorgar el premio: que los escogidos debían poseer "un idealismo elevado y sólido". Además, sobre todo en los años de las dos grandes guerras, la Academia habría de preferir a escritores pertenecientes a países que no hubieran participado en tales conflictos. Así, se intuiría que hubo candidatos segregados debido a una eventual animosidad hacia el pueblo ruso o debido a que pertenecían a otros continentes (un cierto euro-centrismo). Insólito como puede parecer, también fueron relegados escritores de la talla de Henry James, Anton Chejov, Mark Twain, Joseph Conrad o Vladimir Nabokov.

 

Tolstoi había sido nominado desde 1902 hasta 1906, e incluso para el Nobel de la Paz en tres ocasiones. Que no hubiese sido escogido, generó una enorme controversia; se presume que el jurado pudo tener ciertas reservas frente a sus posturas religiosas o políticas. Para el caso de Proust, autor de un libro dos veces más extenso que “Guerra y Paz” (“La búsqueda del tiempo perdido”), que alteraba la tradición del realismo del siglo XIX (el mismo que priorizaba la importancia del guion en la novela), tal vez el gusto literario no habría aún apreciado el novedoso modelo, uno que privilegiaba las impresiones y la subjetividad del narrador. El escritor francés bien pudo haber recelado que habría sido su propio tiempo el realmente “perdido”…

 

Un capítulo aparte merece Joyce, un irlandés que se había propuesto componer una novela inspirada en La Odisea de Homero (de ahí el nombre); cuya trama, a diferencia de esta, no transcurre en diez años sino en un solo día. Se destaca por dos aspectos que influenciaron en muchos de los escritores que vendrían después: el monólogo interior y esa irreverencia suya frente a ciertas normas: como la ausencia de signos de puntuación, la escritura sin mayúsculas o la discontinuidad cronológica en el desarrollo del guion, técnicas que dificultan la lectura pero que involucran al lector como si fuese un colaborador más en la creación literaria.

 

Para el caso del escritor y erudito argentino: Borges fue nominado varias veces aunque nunca obtuvo el preciado galardón. El autor no había gozado de la simpatía del peronismo que siempre lo relegó a una oscura posición burocrática. Sus críticos nunca habrían de olvidar que había gozado del reconocimiento de las dictaduras militares del sur del continente, cual si otros ganadores no hubieran apoyado también a otras tiranías de izquierda como fue el caso de Jean-Paul Sartre y Neruda (Stalin); o de García Márquez (Fidel Castro).

 

Desde que se instauró el Nobel, este ha sido entregado a casi 120 escritores; de ellos, solo un doce por ciento han sido mujeres. La mayoría está conformada por europeos o norteamericanos; raros son los asiáticos o africanos. Prevalecen los que han escrito en inglés, francés, alemán o castellano. De entre estos últimos, cinco han sido españoles y seis pertenecientes a otras nacionalidades: dos chilenos (Mistral y Neruda); un mexicano (Paz); un guatemalteco (Asturias); un colombiano (García Márquez); y un peruano (Vargas Llosa). Por cierto, estos dos últimos no poseen apellidos compuestos: nos hemos acostumbrado a llamarlos así; nadie dice Gabriel García o Mario Vargas… También hubo quienes rechazaron la distinción, sea por disposición de su propio gobierno (Pasternak) o por cierta convicción personal, la de que aceptarlo pudiera desmerecer su futuro legado literario (Sartre).


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