18 abril 2023

Los cátaros o albigenses

Cuando tratamos hace poco cómo muere tanta gente en nombre de una creencia, asunto que acoté en una entrada anterior, me consultaron si los hugonotes eran lo mismo que los cátaros. Si bien ambas expresiones religiosas ocurrieron en lugares parecidos, estas constituyeron hechos distintos y sus contextos históricos también fueron diferentes. Los hugonotes eran calvinistas (protestantes adeptos de Calvino) que fueron acosados en la segunda mitad del SS XVI; los cátaros eran gnósticos, sus creencias constituyeron una forma de maniqueísmo, fueron declarados herejes a fines del SS XII y perseguidos entre mediados de ese siglo y la primera mitad del siguiente.

 

Aunque las motivaciones de unos y otros parecerían similares (búsqueda de autenticidad religiosa, rechazo a la jerarquía), los albigenses se expresaron como una religión distinta (más que una mera “variación” dentro del cristianismo). La Iglesia se propuso eliminarlos en base a varias estrategias: predicaciones para abordar el tema, una nueva cruzada y la aplicación de los mecanismos de la Inquisición. Así, surgieron organizaciones como la orden monástica de los Cistercienses (en 1908, con Roberto de Molesmes y la Abadía del Cister) y, sobre todo, la Orden de Santo Domingo (los dominicos eran clérigos con una sólida formación teológica) conocida en origen como Orden de los Predicadores, que fue fundada en el SS XIII por Sto. Domino de Guzmán.

 

El término albigense viene del toponímico “albigés”, o nacido en Albi, una ciudad occitana, la Albiga romana. Sus adeptos se autodesignaron cátaros (palabra griega que significa “puro”); se asentaron en un espacio (realmente un rombo) ubicado entre Toulouse, Albi, Montpellier y Carcasón, región ubicada al sur de la actual Francia. Todo este sector pertenece a Occitania, o Langedoc, literalmente “el país de la lengua de Oc” (por la forma de pronunciar el afirmativo –“sí”– en ese idioma). Su filosofía estaba basada en el maniqueísmo (teoría del bien contra el mal); solo reconocían el Nuevo Testamento y sostenían que lo bueno era lo espiritual y lo malo lo material; rechazaban la divinidad de Cristo. Formaron una iglesia paralela (c. 1160).

 

Los cátaros eran gente muy austera y piadosa; no tenían sacramentos (un concepto ideado por Agustín de Hipona en el SS IV). “Sacramento” quiere decir “medio –o instrumento– sagrado” en latín. Los albigenses tenían un solo ritual que era utilizado por sus predicadores (llamados “perfectos”) para absolver los pecados y que llamaron “consolamentum” (o consolación). Se vestían de blanco (albi quiere decir blanco –albo– en latín), no reconocían la jerarquía del papado y rechazaban la cruz por considerarla un instrumento de tortura.

 

La gran cruzada contra los albigenses fue propiciada por Inocencio III en 1209 y tuvo una duración de veinte años; esta fue respuesta al deceso del legado papal cuya muerte se achacó al Conde de Tolosa (Toulouse), él mismo un entusiasta cátaro. Se estima que las fatalidades contarían entre decenas a cientos de miles de personas. Muchos católicos habían respondido a esta forma de cruenta peregrinación en busca de un método fácil de redención frente a las eventuales “penas del infierno”; estas serían perdonadas en base a la concesión de “indulgencias”, una suerte de bono que indultaba esas penas en la otra vida.

 

La cruzada pudo haber adquirido un cierto carácter político; si bien fue apoyada por la jerarquía eclesiástica, pronto fue aprovechada por la monarquía de los capetos que pretendía ampliar sus territorios hasta los Pirineos y el Mediterráneo, en el mediodía francés. Fue, por tanto, un motivo para la reacción occitana que veía la cruzada como un claro peligro para su identidad nacional. En noviembre de 1215 el IV Concilio de Letrán expropió de sus tierras a los nobles occitanos y las transfirió a las autoridades que habían apoyado la cruzada.

 

Si bien la rendición cátara se produjo en 1229, la capitulación definitiva solo se produjo con la toma del castillo de Montsegur en 1244, cuando más de 200 seguidores albigenses se habrían inmolado en la hoguera. Luego los cátaros se refugiarían en el pirineo catalán, solo para ser perseguidos por la Inquisición. En cuanto a la prevalencia del occitano, esta terminó con el triunfo de la Revolución Francesa, cuando se impuso el francés como lengua nacional. El IV Concilio de Letrán es también famoso por el hallazgo de una glosa marginal que algún escriba inescrupuloso habría intercalado en el texto bíblico con el objeto de sustentar el dogma de la Trinidad. Se la conoce como “coma o paréntesis juanino”, un supuesto añadido a la epístola de San Juan en una versión de la Vulgata. La frase faltaría en los manuscritos griegos y en las versiones latinas, pero habría pasado el “Textus Receptus” o Texto Recibido.


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