21 abril 2023

Huevadas

Yo creo que son huevadas, como dicen algunos niños con ese aire de autoridad creyendo que es una mala palabra (“gilipolleces”, dirían los españoles). El asunto es que el auto está bonito (por dentro) y lo importante es que a él le guste. El único problema es que él dice que el vehículo es azul, cuando todo el mundo sabe que es negro; negro mate, además. Un negro que en inglés llaman “charcoal” (que quiere decir negro carbón). Pero él dice que no, que no es negro, que es azul y que a él le gusta; y que de verdad lo que le emperra es eso de que digan que no es azul. Por eso está considerando cambiarle de color porque a sus amigos les parece que es negro, que es un color que a él nunca le ha gustado y que hoy tampoco le gusta. Ni nunca le gustará.

 

Así que en esas anda mi amigo Luis. Esa es para él su disquisición individual; su “sonido y su furia”, como habría dicho Faulkner, o su “insoportable levedad del ser”, como quizá hubiese dicho Kundera. Él puede, si quiere, decir que es su “túnel”, de Sábato, pero a mí qué me importa. Bien pudiera decir, si prefiere, que es su “cantar de ciegos”, su “ciudad y los perros” o sus “cien años de soledad”… Imaginación le sobra (está demostrando que sí). El punto es que a él le parece azul lo que a todos nos parece negro, negro carbón además, y que a él le guste. A mi me ha empezado a gustar también, y no solo “por” su interior. Me gusta porque es un negro discreto (mate), aunque Luis rechaza que lo llamen negro, como si fuera esa pintura de fondo que ponen antes de darles el color definitivo a los automóviles.

 

¿Cómo vas a cambiarle de color?, le digo. Y solo para darles gusto a los que dicen que no es azul y que el color no les gusta. Sería como comprarme o mandarme a hacer uno de esos trajes de lino de color beige (beis dicen los peninsulares) solo porque a mis familiares y amigos les parece que es rojo, color que a ellos les parece que uno nunca debe usar, como traje por lo menos. Digo esto porque vengo notando que casi todos los golfistas (que se precian) se han ido comprando pantalones de ese color, rojo (lo que no sé es si ellos dicen que es ciclamen a cuadros o mordoré). Qué carajo, si se han comprado es para no desilusionar a sus hijos o, simplemente, porque ahora les gusta. “Y punto”, como también dice mi mujer. ¿Quién soy yo para decirles lo que se deben poner?, digo yo. De vuelta a mi traje, bien pueden decir los demás que no, que es dorado bajito; lo importante es que a mí me guste.

 

Yo le digo a Luis que no cambie de auto ni que lo cambie de color. Que más bien les diga a sus amigos que solo está “en el proceso” de “ya mismo” cambiarle (o sea en algo así como gerundio), pero que no se ha decidido todavía por el color que va a escoger al fin, y que anda efectuando una encuesta para ver cuál mismo es la tintura (o pintura) que más les parece adecuada a sus amigos. ¡Qué caray! Quizá con eso ya los tenga más ocupados y no lo estén incordiando (como dicen los españoles) con aquello de que su auto no es azul o de que es de un negro carbón (como me parece también a mi o como dicen sus indiscretos amigos).

 

Pero él debería estar tranquilo. Tampoco es para tanto, ni para perder el sueño, “ni que fuera el final del mundo” como con sabiduría no exenta de filosófica candidez, alguien me lo repite en casa en forma cotidiana... ¡Que quede nomás de “azul”! Yo también voy a comprarme ese traje beige que me gusta, digan lo que digan los demás (como dice Raphael). Así, que digan nomás que es rojo, púrpura, carmelita, morado o encarnado. Y, claro, debo estar seguro de que, además, me guste por dentro… Ya saben: ¡lo demás, son puras tortillas! (para no utilizar el expletivo del título).

 

Ahora sí, voy a volver a la cama. Son las tres, y no voy a dejar otra vez que un extraño sueño me vuelva a desvelar, ni que un zoquete sueño me vuelva a quitar el sueño. Ni que fuera el final del mundo. ¡Huevadas!

 

Ah, y nota final: según el DLE, huevada es un vulgarismo en Chile (yo diría que no solo ahí, sino en toda América Latina) y que solo quiere decir “cosa, asunto o situación” (yo añadiría que tenga carácter nimio o insignificante”, en definitiva cualquier tontería o tontera). Razón llevaba mi recordado hermano Adrián con aquello de que decir malas palabras no era eso, es decir decirlas, sino tan solo “pronunciar mal” las palabras…


Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario