25 abril 2023

Nuevos escarceos

Este blog es ya adolescente. Lo testimonia el registro de su propio margen, ya tiene trece años (en inglés la voz “teen ager” se usa para quienes tienen entre trece y diecinueve años, edades que se definen con el sufijo “teen”: thirteen, fourteen, etc..). La idea de crearlo la tuvo mi hijo Bernardo; él me habló por primera vez de esa suerte de periódico personal que es un blog. No me gusta llamarlo “muro”, quizá por aquello de que “la muralla es el papel de la canalla”... Por Bernardo fue que descubrí  que se podía compartir lo que se escribe, que había como guardarlo en “la nube” y, así, gracias a que existe una formidable iniciativa llamada blogspot, nació este humilde blog.

 

Hay algo fascinante que la aplicación tiene y consiste en una herramienta de búsqueda. Uno quiere revisar algo que antes había escrito, o consultar un término determinado, y no hace sino escribir ese vocablo en una ventana que funciona como un ágil e inteligente navegador. Así, y con solo seleccionar “Navegar Itinerario Náutico”, aparecen las entradas relacionadas con lo que se consultó. Es lo que he efectuado para averiguar si antes ya había usado el término “escarceo” (o escarceos) para poner título a esta entrada. Son escarceos los movimientos que tiene el mar, o los ensayos o tentativas que emprendemos con nuestros empeños, los movimientos laterales que hacen algunos animales o también los desplazamientos en vaivén que hacemos cuando exploramos o buscamos algo.

 

Escribir requiere de una serie paciente de análisis, consultas e investigaciones; esa búsqueda tiene un carácter zigzagueante, un ir de aquí para allá. Nos recuerda esa huella que van dejando ciertos ríos que muchas veces terminan por alterar su curso original y que llamamos meandros. Con esa perspectiva, el blog termina siendo un entreverado escarceo, gestión prometeica e indispensable para estar siempre atentos a nuevas inquietudes, para satisfacer viejas referencias y efectuar inéditas constataciones. No sería raro que, al hacerlo, comprobemos que hayamos mudado de puntos de vista o que ya no seamos tan rígidos frente a ciertas posturas, creencias u opiniones.

 

Vivir, viajar y leer se erigen de ese modo en estímulo para nuevos y renovados escarceos. Así, mi reciente relectura de Conversación en la Catedral me ha llevado a consultar el significado de un par de voces que Vargas Llosa utiliza. He escogido los términos disforzado y resondrar, que me han llevado a echar mano de diversos recursos. He dispuesto de una asistente ad honorem, una cuñada peruana que me distingue como su “cuñado piloto ecuatoriano favorito”… He consultado también otros instrumentos: varios diccionarios de voces usadas en el Perú, además del Diccionario de Americanismos elaborado por ASALE, la Asociación de Academias de la Lengua.

 

DiPerú define disfuerzo como “comportamiento exagerado o poco natural con el que se trata de llamar la atención” y disforzado como alguien “que se comporta de manera poco natural ante los demás”. Disforzarse equivaldría también a “comportarse de manera exagerada o poco natural para hacerse notar” o, como diría otro documento, “actuar con afectación o falta de naturalidad” (no hay definición para “disforzar” como verbo). Para el Diccionario de Peruanismos de Juan Álvarez Vita, disforzarse es “extremarse o excederse en manifestaciones o sentimientos exagerados” o “responder con ligereza a proposiciones serias”; disfuerzo, mientras tanto, es definido como “dengue, melindre, falta de compostura o remilgo”. La voz castiza correspondiente sería “afectación” definida por el DLE como aquella “extravagancia presuntuosa en la manera de ser, hablar, actuar o escribir”.

 

Para el caso de resondrar, señala DiPerú que consiste en “reprender o llamar la atención”; y explica que antiguamente significaba “injuriar, colmar de improperios a una persona”. Añade que resondro quiere decir “reprimenda, llamada firme de atención por alguna causa”. Comenta Álvarez Vita en su Diccionario que antes ya había definido el término con el sentido de: “reprender, reñir o regañar”; y hace idéntica advertencia: que alguna vez el vocablo significó “injuriar o colmar de improperios”. Intuyo, por lo mismo, que el vocablo equivale a reconvenir o reprochar. Conjeturo, además, que eso de resondrar bien pudiera ser una tergiversación o distorsión de ‘deshonrar’ que, según lo define el DLE, significa justamente “injuriar, escarnecer o despreciar”, e incluso “violar a una mujer”. Se toma nota que –como se insinúa más arriba– el verbo ya está incorporado en el DRAE.

 

Colijo, para concluir, que disforzar sería exagerar o actuar con falta de compostura; en cuanto a resondrar me contento con interpretarlo como una forma de reproche. Ah, mis escarceos... digo yo. Ellos no solo que implican “vaivén, movimiento ondulante o divagación”; también significarían “flirteo, coqueteo galante, devaneo y hasta aventura...” ¡Y todo... según lo ilustrado por el mismísimo DLE, el Diccionario de la Lengua Española!


Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario