05 diciembre 2023

Algo del calendario Islámico

La palabra ‘malograr’ tiene una extraña semántica; si se revisan sus acepciones, equivale a no aprovechar, no tener éxito, fracasar. En Perú se la usa para expresar daño o avería (se malogró el vehículo o el yogurt). Si coincidimos en que quiere decir ‘no lograr’, habrá que remitirse al sentido natural de ‘lograr’, que no solo significa conseguir sino también disfrutar, tener éxito, aprovechar (como se dice en Loja). Pienso en ello al revisar el sentido de otro verbo un tanto negativo: este quiere decir destruir, ocasionar grave daño. Es lo que creo que hago con ciertos libros que, siendo tan interesantes, de pronto se atiborran de notas y marcas en el margen, cuando no de infames subrayados. Quizá piense que aquello me pueda ser útil cuando quiera volver sobre mis lecturas para revisar algo importante.

Hay veces que necesito leer “lápiz en mano”; tan inconsciente parecería ese afán, que me lleva a “arruinar” tantos documentos. Arruinar es también palabra curiosa –y sugestiva–: en inglés se llama “spoiler” a quien arruina el interés de otra persona cuando le cuenta, por ejemplo –y en forma anticipada– el desenlace de una historia. Pero spoiler pudiera también significar otras cosas: en aviación se utiliza para designar a un tipo de alerón o deflector. No deja de llamar la atención que spoiler es un término que se usa para adjetivar al saqueador. De hecho, spoil se utiliza para referirse a un botín, no a la bota pequeñita sino al fruto del saqueo en una contienda bélica; también decimos spoiled brat para referirnos a un chiquillo (o mocoso) malcriado…

 

En estas 'enjundiosas' reflexiones he estado gastando mi tiempo mientras voy devorando (y desde luego subrayando) un fascinante librito titulado “Homo Emoticus, La historia de la Humanidad contada a través de las emociones”. Está escrito por un académico británico, Richard Firth–Godbehere; consiste en un tratado cuya lectura recomiendo en forma comedida. Es una historia muy bien estructurada que, por su acertada redacción se convierte en un texto cautivante. Imagino que ha de haber requerido de una laboriosa investigación. No quiero contarles de qué va o de lo que se trata (pues no quisiera convertirme en indeseado spoiler)¡Búsquenlo, lo van a disfrutar!

 

En aquella obra encuentro, al inicio de su Capítulo 5, una referencia a la conquista o “toma” de Constantinopla por parte de los turcos osmanlíes u otomanos, acaecida en mayo de 1453 (del antiguo calendario juliano) o, lo que es equivalente, el año 857 de la Hégira (en el calendario musulmán). Hégira no significa en realidad “huida” sino migración; pero creo, aunque suene irreverente, que para el caso se traduce como tal, porque hace referencia al transito al que se viera forzado el profeta Mahoma, cuando tuvo que abandonar La Meca para dirigirse a Medina (antes Yatrib) en el año 622, debido a que los caciques que gobernaban la primera, “los coraichitas”, no le permitían predicar su mensaje.

 

Umar ibn al-Jattab, mejor conocido como al-Faruq, califa ortodoxo entre 634 y 644, había sucedido a Abu Bkr (primer califa y sucesor de Mahoma), y sería él quien habría establecido ese sui géneris calendario basado en las fases lunares. Según creen los árabes, pudiera tratarse de un instrumento para registrar el tiempo aun más preciso que nuestro calendario gregoriano, aunque pudiera resultar tortuoso para convertir o calcular una fecha exacta en nuestro calendario, debido a la diferencia en la duración que existe entre el año solar y el año lunar. El año solar consta de 365,24 días: por eso usamos años de 365 días a los que se les intercalan –con fórmulas especiales– años bisiestos (de 366 días) casi siempre cada cuatro años.

 

El año musulmán, mientras tanto, tiene solo 354 días, 8 horas y 45 minutos. Por eso su calendario utiliza años de 354 días (12 meses de 29,5 días) e intercala 11 años de 355 días en un período de 30 años. Se calcula que 33 años musulmanes equivalen a 32 años, 6 días, 8 horas y 41 minutos del reformado calendario que hemos aplicado desde 1582. Por lo mismo, no bastaría con restar 622 (el año de la Hégira) de nuestra fecha en número de años. Para convertir la fecha también se debe considerar el número de días (ya 354, ya 355) que pudiera tener el calendario islámico.

 

Cuando quiera calcular un año del calendario islámico, use la siguiente fórmula: divida el guarismo para 33; luego reste al cociente del año a convertir y sume 622. Así por ejemplo, para el año 1000 musulmán: divida 1000 para 33 (resultado: 30,3); luego reste 1000 menos 30,3 y sume 622; la respuesta será el año 1591 DC. Para este año (2023), pruebe con 1445. La conversión inversa será similar pero puede resultar un tanto más complicada…


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