23 enero 2024

Entonces, ¿qué mismo es Literatura?

Ella es nacida en Jakarta –la vieja Batavia– capital de ese enorme país insular que es Indonesia, lugar donde alguna vez vivió su padre (un ciudadano sueco que también residió en Ecuador); responde a un nombre que invita a la ternura: la llaman Chiquita. Ama el arte de la palabra, es ella una suerte de silenciosa enciclopedia y, si no he malentendido, ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza de la Literatura. Basta mencionar el nombre de un autor o título y ella se muestra predispuesta a compartir su prodigioso saber. En ello estábamos, conversando de lo humano y lo divino, cuando se me ocurrió comentar las antagónicas preferencias entre los novelistas británicos Ian L. Fleming y W. Somerset Maugham respecto a cómo debía prepararse un buen Martini.

No bien mencioné a esos escritores cuando ella, en forma discreta pero asertiva, me hizo una ligera observación: “ellos escribieron ficción, no literatura”, me advirtió. “Y, a pesar de que sus trabajos fueron apreciados –y bastante bien remunerados–, en estricto criterio académico, lo suyo no fue literatura, tan solo fue ficción”, remató… Intuí cuál era el meollo de su postura –el viejo debate respecto a los requisitos que debe cumplir una obra para distinguirse como literaria– y opté por inquirir su criterio respecto a lo que ella definía como Literatura. “Bueno… incluye textos que tienen un cierto simbolismo y un tema central –continuó–, su lectura requiere de un breve análisis, son clásicos, cuando los lees sabes que alguna vez los has de volver a leer, que los tienes que repetir”, me respondió.

 

De pronto caí en cuenta de la inveterada costumbre que existe en las librerías y bibliotecas de Norteamérica: aquella de segregar los textos en dos arbitrarias categorías: ficción y no ficción. División que no corre de acuerdo con el anterior criterio, sino que establece una separación entre las obras que surgen de la invención o imaginación; y las relacionadas con hechos o episodios reales, que no se narran o comentan en base a la fantasía, sino que se relacionan con la realidad. Con este criterio, no son ficción las biografías, las obras de historia o de filosofía, los ensayos o los relatos relacionados con hechos puntuales; solo se incluyen obras cuya trama surge de la invención del autor, o son historias noveladas. La selección se realiza sin importar que pudieran existir relatos históricos –como son las crónicas– que pudieran surgir como interpretaciones subjetivas del autor.

 

Hace falta mencionar esta dicotomía porque, bien visto, hay escritores de literatura que se han basado en la ficción (Homero, Cervantes Shakespeare) y hay otros que, aunque se han basado en la realidad (Edward Gibbon, con La declinación y caída del Imperio Romano, es un ejemplo) han creado obras tan bien escritas, y con un lenguaje tan elegante, que se consideran como buena literatura. Esto invita a pensar en que debe existir un método objetivo que permita calificar qué es lo que entendemos por “Literatura”. Una manera de interpretar esa diferencia, lo procura el Canon Occidental, que nos permite identificar el concepto de lo “clásico”.

 

Vayamos por partes… Para empezar, literatura y ficción no son términos contradictorios, no son conceptos opuestos: puede haber Literatura que nace de la ficción (como en el Quijote) o, también, ficción reconocida como Literatura (piénsese en la Divina Comedia). El punto es que, si bien podemos identificar como ficción cualquier trabajo narrativo como las novelas o los cuentos, solo merece el título de “literatura” aquello donde el autor infunde un sentimiento o una emoción especial y crea una memoria y un mensaje duraderos. Como contrapartida, la pura ficción (aquella con un carácter comercial) solo trata de agradar al lector común, a las masas. La Literatura –con mayúscula– es en cambio más amplia, puede ser ficción o no serlo; mientras que la ficción, por su calidad, puede o no ser Literatura.

 

En el Canon se incluyen las obras de Homero o la Biblia; se registran obras de los principales poetas, historiadores y filósofos de la antigüedad; autores a los que se han ido añadiendo los escritores más destacados; o trabajos con un valor estético en el manejo de las palabras. Hay allí una “función poética”, es decir la intención de estilizar el lenguaje;  son obras que se refieren a la condición humana, a los valores que promueven la cultura y el progreso de la civilización, son escritos que nos sirven de inspiración para mejorar nuestras propias vidas y propender al crecimiento de la humanidad; no es literatura lo que solo apunta al entretenimiento. El diccionario define Literatura como todo aquello que se refiere a la palabra o se sirve de ella, abarca tanto textos escritos como hablados; la obra literaria no puede prescindir de un mérito artístico o de un valor estético, y requiere para ello de al menos tres elementos: belleza del lenguaje, presencia de tropos y otras figuras, y –en algunos casos– la asistencia de cadencia o ritmo.


Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario