02 febrero 2024

De fábulas y cuentos

De niños creíamos en un universo mágico, quizá porque soñábamos con la posibilidad de que se pudiera producir un milagro. Es la extraña fuerza que tiene el prodigio. El primer fabulador, el más antiguo contador de fabulas, habría sido un joven escritor griego llamado Esopo que, con tal de publicar sus consejas y moralejas, no dudó en hacer hablar a los animales. Su lugar de nacimiento es controvertido, unos lo ubican en Frigia, pero la mayoría coincide en que habría nacido en Tracia, hacia el occidente del Mar Negro (hoy, en el oriente de Bulgaria).

Se cree que vivió entre el 600 y el 564 a.C. (aunque hay quienes conjeturan que nunca existió). Lo citaron los principales filósofos, y también Heródoto y Aristófanes. La Suda (una antigua enciclopedia bizantina) certifica su existencia pero, aun así, su vida estará siempre envuelta en un velo de leyenda. Su obra fue recopilada en el siglo IV a.C. Después de Esopo, y por muchos siglos, nadie continuó la práctica del género; tal vez se receló que aquello de fabular era una patria reservada para los inocentes y los ingenuos. “Nadie vive del cuento”, fue el adagio repetido en tiempo de los abuelos. Sus fábulas siguen una estructura que ha sido muy estudiada e imitada; contienen un método didáctico y moral bastante definido.

 

En mis correrías por el Asia, oí hablar alguna vez de otro fabulador persa. Se habría llamado Vishnú Sharma y habría vivido en algún momento entre los siglos III a.C. y el III d.C. Sharma habría escrito una colección de cuentos en sánscrito, a la que denominó Panchatantra (de pancha, cinco; y tantra, principio). La obra contendría fábulas similares a las de Esopo, en ella se habrían inspirado escritores como Jean de La Fontaine, quien escribió algo llamado Las fábulas de Bidpai, basado en la obra del sabio indio Pilpay, una especie de Esopo extranjero para los árabes.

 

El Panchatantra habría alcanzado su forma definitiva en el siglo IV d.C., luego pasaría a convertirse en la referencia del género para el tratamiento de los personajes antropomórficos. Hacia fines del siglo VI se habría traducido al persa por orden de Cosroes I, uno de los más idóneos soberanos sasánidas. En el siglo VIII se lo traduciría del persa al árabe; de este trabajo habría surgido una versión denominada Kalila wa-Dimna. Hacia el siglo XII esta se habría traducido al hebreo y así pasó a ser conocida por toda Europa. En 1251, Alfonso X, El Sabio, habría solicitado –mientras era infante– una traducción directa del Calila e Dimna, del árabe al castellano. Mis copilotos conocían de otra versión escrita por un brahmán indio llamado Naraianá Panditá (Narayana). La obra es conocida como Hitopadesha, sus relatos consisten en fábulas; y sus personajes (que son animales parlantes) representan a las virtudes y defectos.

 

En los siglos posteriores –quizá inspirados por la estructura de estos cuentos y cuidando el propósito didáctico y moral de la fábula–, y siempre conservando el tono erótico o de humor sexual de otras obras en boga (como Las mil y una noches, una recopilación medieval de cuentos), surgieron autores como Giovanni Boccaccio (Decameron) o Geoffrey Chauser (Los cuentos de Canterbury), que dieron lustre al cuento corto; género repleto de humor y perspicacia, de ocurrencia y picardía, y cuya forma de narrativa fue replicada por futuros escritores. Ambos influenciaron a nuevos relatores que vivieron más tarde –entre la Baja Edad Media y el Renacimiento–; tal influjo pudo haber continuado hasta después del Siglo de Oro.

 

Boccaccio (1313 – 1375) había nacido en Florencia; fue humanista, a más de escritor. Viajó por Europa y a su retorno, en 1348, vivió la tragedia de la peste negra, desgracia que plasmó en su principal obra, la misma que la concluyó antes de cumplir 40 años. Boccaccio habría coincidido con Petrarca pasada la mitad del siglo. Más tarde, convencido por un monje, habría abandonado la literatura y los escritos profanos para dedicarse a la meditación y a la vida religiosa. El Decamerón es un compendio de cien historias contadas por diez chicos, siete varones y tres mujeres, que comparten una villa por quince días; todos cuentan un relato cada noche, excepto viernes y sábados. La obra fue prohibido en Italia en el Siglo XVI, acusada de lascivia.

 

Chaucer (Londres 1343–1400), fue escritor, filósofo y diplomático. Es considerado el padre de la tradición vernácula británica y se le atribuye –siguiendo el ejemplo de Dante– el mérito de haber impulsado el inglés nativo. De origen humilde (su nombre deriva del francés chausseur, que significa zapatero). Habría trabado amistad con Petrarca y Boccaccio, lo cual se testimonia por su claro influjo. Escribió Los cuentos de Canterbury entre 1382 y 1398: son historias ficticias contadas por peregrinos en su camino a la catedral de Canterbury. La obra se habría publicado recién un siglo después de haber sido escrita. Chaucer está enterrado en la abadía de Westminster.


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