20 agosto 2024

Una cuestión de acentos… (2)

Pasamos entonces a una capilla lateral. Esta estaba dedicada, según el inefable guía que estaba encargado de darnos la información correspondiente, a la Virgen de “Chinquira” (así, con acento en la segunda i). Fue cuando ya caí en cuenta de que nuestro anfitrión tenía un irresuelto problema con las tildes: fácil fue reconocer que se refería a la advocación mariana conocida como Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, cuya devoción data del siglo XVI y que es muy conocida en Colombia. Confirmé enseguida mis sospechas, una vez que pasamos –a través de la sacristía– hacia la pequeña pero espléndida iglesita; aquí el conductor se refirió al artesonado de la misma como de estilo “mudejár” (?)…

Mientras continuábamos el recorrido, pude apreciar que no había recordado con oportunidad que la famosa leyenda del padre Almeida, por la que es conocido el convento, no tiene que ver con la historia de un curita borrachín, sino con la de un prior travieso: un contumaz adicto al pecado de concupiscencia… En cuanto al monumento (la edificación en sí), pude reconocer que se encuentra en muy buen estado; sin embargo, llama la atención que se halle desocupado y que no se lo haya utilizado para albergar un hospital, escuela u orfanato… Uno no puede sino adivinar que las entidades relacionadas con el turismo no han asignado el mínimo apoyo económico que una iniciativa como esta requiere. San Diego vive de la caridad ajena, regida como está por frailes mendicantes. Fue lamentable observar que por ahí no había pasado la escoba. No hay un encargado de la limpieza, había polvo por todas partes.

 

Ya de vuelta en casa, pude cumplir con mi postergada tarea: las consultas correspondientes… Empecé por la sui generis explicación de ‘monasterio’ que se nos había otorgado: confirmé que monasterio viene del griego monazein que quiere decir “vivir en solitario”. Por lo tanto, hay monaterios de monjes y, otros, de monjas; ahí viven quienes llevan una vida contemplativa o apartada del mundo. Pero es en los conventos que se vive “en el mundo”; ahí, sus ocupantes se dedican a la caridad, la enseñanza o el apostolado (y los varones se llaman “frailes”). Por lo general los monasterios se encuentran en lugares apartados (rurales) y los conventos dentro de la ciudad. Los monasterios están regidos por un abad (o abadesa), aunque en los de menor importancia rige un prior. Las órdenes dedicadas a la espiritualidad se llaman “mendicantes” (franciscanos y dominicos).

 

En cuanto a “recoleto”, dice el DLE que no solo tiene el sentido de solitario, aislado o poco transitado (o de quien vive con retiro o abstracción); sino que también lo es quien “practica la recolección”… Encuentro que recolección no solo es la acción de recoger sino también “el recogimiento y atención a Dios y a las cosas divinas, o con abstracción de lo que pueda distraer”; y que “en algunas religiones, consiste en la observancia más estricta de la regla que se guarda”; o, también, que se trata de un “convento o casa donde se observa más estrechez que la de la regla general”.

 

De este modo, a la vez que compruebo como nuestro ocasional asistente, tenía confundidos algunos nombres o conceptos, me voy reafirmando en mi impresión (o sospecha) de que lo animaba alguna inquina hacia determinada congregación… He tenido también oportunidad de revisar ciertos aspectos relacionado con los franciscanos y su fundador, el santo de Asís. Es conocido que Francisco impartía sus prédicas en una pequeña capilla, llamada “la Porciúncula”, la misma que estaba adosada a una iglesia de mayor tamaño. Este último vocablo está relacionado con “porción”, en razón de las porciones alimenticias que allí se repartían a los menesterosos hacia el final de la tarde…

 

En relación al nombre del santo patrón del convento, realmente este hace referencia a Diego de Alcalá (de Complutum o Alcalá de Henares), no “Alcala” (palabra grave). Diego fue un lego andaluz que vivió en el siglo XV (no pudo, por lo mismo, ser discípulo del santo) y así lo llamaron, no por su lugar de origen (San Nicolás del Puerto), sino por el lugar donde vivió sus últimos días. Esta parece ser una costumbre frecuente, con los nombres de los santos, que en ocasiones crea polémicas por su inusual toponimia. Es el caso de Antonio de Padua, nacido en Lisboa y que murió en Padua; o de Isidoro de Sevilla, nacido en Cartagena; o de Agustín de Hipona, nacido en Tagaste (Argelia)…

 

Diego es también un nombre que tiene su historia. Hay quienes sostienen que es castellanización de Didacus (nombre que nunca he escuchado); pero lo más probable es que sea la transliteración de un nombre hebreo, Jacob (Yacob), convertido en Yago o Iago, y que terminó dando Diego (o Diogo y Tiago en portugués). Nótese que Jacobo de Zebedeo, también llamado Santiago el Mayor, pudo haber sido conocido como Yago o San Yago en Galicia, y este San Tiago es hoy el santo patrón enterrado en Compostela. Nadie dice, tampoco, San Santiago (pero sí Santo Tomás y Santo Toribio); y es curioso que los evangelios lo llamen James en inglés...


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