08 diciembre 2011

El legado de un colega

… “Una tiranía totalitaria, también, puede satisfacernos en nuestras necesidades materiales. Excepto que no somos bestias para ser alimentadas. La prosperidad y las comodidades jamás podrían satisfacer todas nuestras necesidades. Para quienes crecimos creyendo en el respeto humano, el más simple de los encuentros conlleva a menudo el más contundente de los significados”. 

“Respeto humano! Ésa es la piedra de toque. En la medida que se respete sólo lo que se nos asemeja, no respetaremos a nadie, sino solo a nosotros mismos. El rechazar la contradicción destruye toda esperanza en el ascenso del hombre. El orden por el orden castra al hombre de su poder esencial, el de transformar al mundo y a sí mismo. La vida crea el orden, pero el orden no crea la vida”. 

“¿Por qué odiarnos los unos a los otros, si estamos en el mismo lado? Nadie ostenta el monopolio de las intenciones puras. Yo puedo discutir, en favor de mi camino escogido, el camino que alguien más haya tomado. Puedo criticar los requiebros de su lógica – la razón humana es incierta. Pero debo respetar al hombre, al ser espiritual, si todos nos esforzamos hacia la misma estrella”. 

Antoine de Saint-Exupéry, “Carta a un rehén”, 1940. 

Estos largos epígrafes iniciales son extraídos de un documento escrito hace ya setenta años por un aviador francés, conocido mundialmente por su obra cenital, “El Principito”; ése es un pequeño cuento escrito para niños de todas las edades. Su mensaje múltiple y misterioso es un indispensable referente. De hecho, ese breve cuentito constituye una de las obras más releídas de la literatura. Su autor fue un colega que murió joven y haciendo lo que más le gustaba: volar. Sus restos nunca fueron encontrados. Me estoy refiriendo a Antoine de Saint-Exupéry. 

El lector aguzado y perspicaz –abusado dicen en México– habrá sospechado que los tres párrafos iniciales habrían encontrado autoría en uno de los editorialistas desafectos a nuestro contradictorio régimen; en uno de los llamados miembros de la “prensa corrupta”, la descalificada con tanta asiduidad por dicho régimen. Pero no, ellos son parte de un mensaje que siempre tendrá actualidad: uno que apuesta a la solidaridad, al sentido colectivo, al sentimiento de nacionalidad. 

He procurado en las últimas semanas una estrategia diferente. He empezado a buscar las razones para el atractivo y la popularidad de nuestro presidente. Y, más allá de coincidir en su inteligencia, brío y vivacidad, no deja de sorprender aquello de que él insista, semana a semana, en buscarse nuevos enemigos y en propiciar nuevos frentes antagónicos. Es innegable que el mandatario posee excepcionales recursos mediáticos. Que tiene una clara disposición y una extraña habilidad para el enfrentamiento y la controversia. Sin embargo… ¿Es eso positivo para el país? ¿Es eso realmente productivo y necesario? 

Este gobierno ha contado con una incuestionable ventaja coyuntural: el haber podido disponer de un presupuesto sin precedentes en la historia económica del Ecuador. El país produce ya medio millón de barriles diarios de petróleo. La obra pública que se publicita por doquier, no sería posible si no existiría esta saludable bonanza. Este fin de semana, he sido testigo nuevamente del rápido y sorprendente avance que se ha alcanzado en vialidad; y escucho que el progreso que la obra pública ha ido alcanzando en otras importantes áreas, como en salud y educación, es importante y evidente. 

Mientras bajaba a la costa, a disfrutar del feriado, me propuse escuchar el mensaje semanal que ofrece el presidente. Cuando, más tarde, quise escuchar música en la radio, pude percatarme que casi la mitad de las emisoras radiales hacían continua propaganda de la labor del gobierno. Entonces me he preguntado: si la labor realizada alrededor de todo el país es tan buena, qué necesidad tiene el presidente de insistir en ese negativo discurso? Creo que todos estamos en el mismo lado, en el mismo barco. No hace falta, por lo mismo, ese discurso cargado de odio y de reprensión, en un país que más que escuelas, hospitales y carreteras necesita algo fundamental y urgente: unidad nacional… 

Correa puede no gustarnos a muchos, pero, aparte de ser un buen candidato, parece que es el único que estaría disponible… Es hora de que advierta que su repetitivo y repetido discurso, es malo para nuestro sentido de colectividad; e incluso, puede resultarle contraproducente. Debemos buscar motivos que nos identifiquen con el futuro, no unos que miren hacia el pasado para anclarnos en el odio y el resentimiento. La diatriba maniquea tiene que cesar; solamente buscando identidad en nuestras metas como nación podremos consolidar el propuesto crecimiento para el país y afianzar así las muestras evidentes con que se manifiesta el progreso. 

Es hora de una tregua a las manos crispadas. Basta ya de enseñar los dientes y las garras! Basta de insistir en acciones que solo consiguen - con o sin intención - destruir la institucionalidad del país! Solo hace falta descubrir que si estamos todavía en el tercer mundo, el camino que nos resta por recorrer es aún largo e insospechado; nunca lo podremos realizar sin la participación de todos y sin un colectivo esfuerzo! 

Quito, 7 de diciembre de 2011


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