05 mayo 2014

Un internet con faldas

Acháquenme de machista si es preciso, pero he de confesar que no termina por gustarme -ni convencerme- esa moda consistente en la feminización del término internet. Por doquiera que voy, escucho –y leo en los libros y textos con que me entretengo- esto que parecería carecer de una cierta música concordante: aquello de "la" internet... En mi caso, sigo prefiriendo el empleo del modo masculino. Pudiera ser que mi respaldo no sea otro que el influjo de la costumbre, pero mi reticencia se transforma en firme rechazo cuando se me insinúa que esta no es la forma adecuada. Hoy compruebo que cada día se hace más común la otra forma, esa que me suena desafinada -si no impropia-, aquella de usar el femenino para definir a este sustantivo que ha traído la modernidad.

Para comenzar, ¿de dónde nos viene la costumbre de "feminizar" al nombre? Es obvio que se trata de una traslación del significado, ya que internet es una voz inglesa (hoy adaptada a casi todos los idiomas) que quiere decir "red". Conjeturo, por lo mismo, que dado que red es un sustantivo femenino, se ha optado por esta suerte de cultismo de referirse al término con un carácter de corte femenino: la internet. Quizá olvidan (o ignoran?) quienes dan preferencia a este método que en el inglés los sustantivos no tienen género, se dice "the" house o "the" horse, aunque traduzcamos la casa o el caballo. Por ello, prefiero considerar al internet como lo que es: un sistema (masculino) interactivo y evitar ese extraño "la".

Observo que en la definición que aparece en el diccionario de la RAE, la voz internet, utilizada como sustantivo, consta como un término ambiguo; es decir puede ser usado tanto como masculino o como femenino. Ambas formas son correctas gramaticalmente y gozan de igual aceptación. Además, quisiera sospechar que la Academia habría desechado la posibilidad de castellanizar al término (interné) para evitar anfibología –que se lo confunda con el pretérito en primera persona del verbo internar-, eludiendo así un "me interné en el interné".

No alcanzo a comprender tal escrúpulo, pues la Academia no ha utilizado idéntico tratamiento al que ha empleado para otras voces que se decidió a castellanizar en el pasado y que terminaban en "et" como fueron, por ejemplo, bufet, cabaret, bidet o quinquet. En efecto, las antes mencionadas, al haber sido trasladadas al castellano, se han modificado en palabras castellanizadas como bufé, cabaré, bidé o quinqué. Lo curioso es que todas esas voces constan como sustantivos masculinos, al igual que otros sustantivos con los que comparten una cierta identidad fonética (rapé, rodapié, bisoñé); advierto que nadie preferiría optar por el femenino para definir tales sustantivos. Jamás he escuchado algo tan desafinado como pudiesen sonar: la cabaret, la bufet o la rodapié.

Como interpreto, y prefiero pensar, este uso del femenino en el artículo que acompaña al sustantivo internet, es tan solo una moda y no un propósito con carácter feminista. Sin embargo, en estos días en que se ha puesto en boga la mal llamada "violencia de género" reconozco que ya todo puede suceder... Los cultores del uso de esta expresión olvidan que los seres humanos tenemos sexo y no género, y que dicha utilización es un despropósito, además de incorrecta y carente de necesidad. Algo similar y absurdo, sucede con aquello tan usado -políticamente correcto, pero gramaticalmente inapropiado- del "ciudadanos y ciudadanas"…

Como puede colegirse, todas estas dudas e incertidumbres de nuevo cuño tienen que ver con los ineludibles intercambios con las demás lenguas. Es evidente que la interacción con el resto del mundo hace inexorable el traslado de ciertos términos que no existen o no tienen traducción exacta en idiomas distintos. Actividades como las finanzas, la diplomacia y la tecnología irán, día a día, creando nuevas voces y adaptando términos de las otras lenguas. Del mismo modo, es comprensible y también ineludible que la lengua se vaya modificando para reflejar los usos que se van haciendo corrientes en el mundo moderno. Esta versatilidad tiende a convertirse en un ineluctable paradigma. Frente a esto, no me queda sino armarme de tolerancia, aun la necesaria para adoptar este uso tan extraño -que me resisto a reconocer-, este de "feminizar" al internet.

Quito

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