10 julio 2014

Bestiario

No voy a olvidar nunca la cara de incredulidad de aquellos niños, su llanto, su contenido gesto de tristeza. Tampoco se me va a ir de la memoria el llanto de desencanto de aquel zaguero central, pidiendo disculpas a la hinchada y tratando de explicar algo que ni él ni nadie podría explicar, y que llenó de escepticismo y de sorpresa a todos los aficionados futbolísticos de todo el mundo. Es que, ¿quién podía haberlo imaginado? ¿Quién hubiese creído que -en un lapso de tan solo dieciocho minutos- Brasil habría encajado cinco goles, y que terminaría perdiendo por una diferencia tan abultada y de rasgos tan históricos como inexplicables?

Con esto se terminó el mundial para Brasil. Lo triste es que todavía tendrá que encarar un último partido para disputar un anodino tercer puesto. Alguien me decía en el entretiempo del partido con Alemania, y cuando el resultado era ya imposible de remontarse, que ahora sí se levantaría la gente y la protesta social encontraría cauces para desahogar los sentimientos de rechazo que se habían dejado en suspenso. Yo pensaba que no, que la gente había quedado tan lastimada por tan inimaginable resultado que quizá lo único que querría era volver a casa, a rumiar su desilusión, en la esperanza de que lo que vivió hubiese sido solo una horrible pesadilla, y que cuando despertara descubriese que nada de eso había sido cierto…

¿Quién puede hallar una explicación para tan histórica debacle? Hay que empezar por admitir que el actual equipo, el que en este mundial representó a Brasil, no era la mejor selección que ese país había presentado en mucho tiempo. Ya en los partidos anteriores se observó que sus líneas presentaban serios vacíos en su ensamblaje. Era notoria una preocupante falta de comunicación entre las diferentes líneas. Nunca como ahora el medio campo, que siempre caracterizó al virtuosismo brasileño, había estado tan desatendido. Brasil había sido por siempre el equipo que se había constituido no sólo en un referente, sino en el favorito de la mayoría de los aficionados latinoamericanos. Pero… ¿realmente jugó tan mal el “scratch”?

Este desproporcionado resultado no refleja una realidad cualitativa. Brasil no es siete veces menos que Alemania. No, de ninguna manera! Por lástima, hay ocasiones en que las circunstancias apuñalan con la casualidad y no queda sino reconocer que aun estos resultados sorprendentes solo se producen de vez en cuando y casi siempre por mero accidente. ¿Cómo creer, si no, que en tan corto tiempo se hubiese consolidado una goleada fabulosa que, a ese nivel, carece de antecedentes?

Es fácil -y siempre cruel- tratar de encontrar culpables; sin embargo, si Brasil se hubiese tranquilizado y no se hubiese adelantado de forma tan desorganizada después del primer gol, el resultado no solo que no hubiese sido tan lapidario, sino que bien pudo haber sido remontado. Brasil probablemente cometió un imperdonable error estratégico, que a la larga habría de producir ese resultado tan catastrófico como inesperado: ubicó a uno de sus centrales en una posición no solo muy adelantada, sino deambulando por todo el campo de juego. No jugaba a nada!

No sería bueno tampoco que solo miremos el lado de quienes hoy enfrentan el desconsuelo, hay que apreciar lo que hizo bien Alemania, que demostró que los resultados se dan cuando se es fiel a un esquema disciplinado, de transiciones rápidas, cuando se presiona al rival y se tiene una proyección de claro carácter ofensivo. Y esa quizá fue la mayor limitación que exhibió el once brasileño, su renuncia, su ausencia de lealtad, a lo que siempre le caracterizó: el “jogo bonito”.

Para los jugadores, que buscaron con tanto empeño reducir la diferencia, aunque -claro- nunca se supo si sabían qué era lo que tenían que hacer… algo que debe haberles dolido, más que ese marcador nunca imaginado, más todavía que saber que con aquella pérdida estaban defraudando a una hinchada desengañada, fueron aquellos sorpresivos "oles" que con tanta crueldad y con gesto tan poco generoso les cantó su propia “torcida”... Pero, asimismo de cruel es la desilusión cuando se junta con el resentimiento, se asemeja a un relato de bestias feroces, a un cuento fantástico…

Quito

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