03 julio 2014

El tránsito, otra vez

Mientras se ha declarado en emergencia al transporte público de la ciudad de Quito, los ciudadanos seguimos preocupados por los diarios inconvenientes que se desprenden del insoluble problema del tránsito; y nos preguntamos si algo se está poniendo en marcha para resolver tan molestosa como perjudicial fuente de conflicto. Para un observador despreocupado el tema del transporte parecería ser el más acuciante para las clases menos favorecidas, mientras el del tránsito sería el que más afecta a los estamentos más acomodados. Pocos parecen caer en cuenta de la mutua relación e incidencia que existe entre estos dos graves problemas.

La ciudadanía ve con enorme preocupación el que día a día se vayan acentuando los atascos y se evidencie el ralentizado trajinar de la movilización vehicular en la urbe. Cabe consultar qué es lo que se tiene planificado a corto plazo para dar atención a tan fastidiosa situación, la misma que incide no sólo en la eficiencia de las actividades de la colectividad, sino especialmente en la sensación de bienestar de los habitantes capitalinos.

En estos mismos días, es curioso observar cómo el tránsito fluye con relativa agilidad en las horas que gran parte de la ciudadanía está pendiente del desarrollo de los partidos relacionados con el mundial de fútbol. Esta inesperada como inusitada fluidez hace más notorio el contraste y persuade a los habitantes que con medidas adecuadas bien pudiera conseguirse una movilidad que brinde mayor comodidad y aporte con una cuota de mejor calidad de vida para los quiteños. Efectivamente, la ecuación parecería ser bastante simple: el tránsito ha de dejar de constituir un problema cuando aumente el tamaño y número de las vías disponibles, y cuando se consiga -además- que transite un menor número de vehículos.

Dada la configuración física de la urbe, las soluciones no son de fácil implementación debido a que no existe el espacio para crear nuevas vías que se caractericen por su amplitud y permitan la movilización de un mayor número de vehículos. La única opción posible sería la construcción de vías de alta velocidad sobre las mismas vías que hoy existen para el tránsito entre el norte y sur de la ciudad. En otras palabras, lo que se necesitaría es la construcción de un par de súper carreteras sobre dos o tres avenidas principales, para que se pueda transitar sobre las ya existentes.

Es factible que el excesivo celo por atender en forma adecuada la transportación pública pudiera haber incidido en forma negativa en el otro gran inconveniente: los odiosos atascos. Esto se debe principalmente a que algunas de las principales vías longitudinales han sido alteradas en su diseño para favorecer la movilización tanto del Trolebús como de las unidades que forman parte de la Ecovía. Esto ha hecho que se reserven carriles exclusivos para un servicio que no tiene alta demanda durante buena parte del día, en una cláusula de tiempo cuando esos carriles son subutilizados y están restringidos para el tránsito de los vehículos particulares.

Sucede, por lo mismo, que en esos trechos de escaso flujo, tales carriles son ineficientemente utilizados. Contrario a lo que pudiera pensarse, tampoco estos servicios pudieran ampliar sus frecuencias porque carecen de la necesaria demanda y no sería adecuado ni conveniente que sus unidades se desplacen vacías. Al mismo tiempo, es probable que tampoco se haya estudiado la posibilidad de que tales andariveles pudieran ser utilizados por los otros buses de transporte de las líneas interurbanas que operan en forma complementaria, con lo que se agilizaría y solucionaría parcialmente la movilización de los vehículos de uso particular.

Sea lo que sea, los dos grandes acertijos que se deben enfrentar están íntimamente relacionados. El uno incide y afecta al otro. No puede resolverse el problema del tránsito mientras no se atienda al de la transportación y viceversa. Buscar una solución integral para la transportación ha de aliviar, por lo menos en forma temporal, la problemática del tránsito; y atender el intríngulis de la movilización vehicular ha de aportar con mejores soluciones a ese vía crucis monumental en que gran parte del tiempo se ha convertido el transporte colectivo.

Quito

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