01 julio 2014

Todos contra todos

Estuve a punto de llamar a esta entrada "Propuestas", pues eso es lo quisiera hacer en relación a cómo se ejecuta el actual sistema de eliminación del mundial de fútbol. Sin embargo, por un momento pensé que dicho nombre tendría, sino un cierto parecido, por lo menos una probable remembranza con los títulos de los temas del cantautor brasileño Roberto Carlos ("Emociones, "Detalles", "Recuerdos", "Momentos"), pero al final opté por este de "Todos contra todos", que no es sino la traducción del sistema de eliminación que en inglés se denomina "Round Robin".

Como me pasa con frecuencia, he tenido que acudir a la Wikipedia para consultar de dónde ha salido el curioso nombre. Así he descubierto que se trata de una probable corrupción etimológica. "Robin" se derivaría del término "ruban" que significa "ribbon", que quiere a su vez decir cinta, franja o lista. Con el paso de los años, el término se habría corrompido y adaptado al inglés como Robin... Conjeturo, por lo mismo, que el sentido que se quiso dar a la expresión es el de competir con toda la lista de jugadores o equipos que conforman la rueda completa de participantes.

Para empezar, he de comentar que existe una realidad que a muchos se nos escapa. Se trata de eso, de una realidad, no pretendo aportar un elemento que podría ser considerado como una "filosofía". No es mi intención nada parecido. Me refiero al hecho incontrovertible que, de los treinta y dos equipos que actualmente participan en el evento ecuménico, solo uno llega a campeón. O, si se prefiere, treinta se van a casa de manera triste, decepcionante y prematura; y hasta la última fecha, subsisten únicamente dos: el potencial ganador y el frustrado perdedor. Si bien se ve: solo uno gana y todos los demás pierden, como sucede en todo torneo o competencia de este tipo...

Esto de que casi todos los equipos terminen perdiendo es inevitable. Pero lo que causa inconformidad, lo que realmente duele es que las eliminaciones se produzcan con un sistema que determina desenlaces injustos. Vemos, por ejemplo, cómo con el actual sistema se van a casa equipos que pierden por tiros penales la condición de invictos que mantuvieron en los partidos jugados en tiempo reglamentario. ¿Cómo es posible que se determine un forzado ganador por los tiros que ejecutan jugadores extenuados -han debido jugar previamente por dos horas-, y que se encuentran influenciados, además, por la presión del inminente resultado?

Y es que además, esto de jugar en la fase de eliminación directa, por dos tiempos adicionales para conseguir un desempate, no es parte consustancial a la tradición ni al desarrollo natural del juego. El fútbol, como se lo juega jornada tras jornada, es una competencia que dura solo noventa minutos. Esto de jugar ciento veinte no entra en el protocolo del juego, no se usa ni es parte de las normas con las que se lo practica. Noventa minutos ya son suficientes desde el punto de vista atlético. Más allá de ese tiempo, se exige de los jugadores un excesivo esfuerzo, pasan a ser deportistas deshidratados, agotados y extenuados... ¿Qué es lo que se quiere probar?

Este innecesario desgaste físico no solo incide en el posterior resultado -el que determinen los treinta minutos adicionales- sino que afecta en forma incuestionable al desempeño ulterior de los lanzadores de los tiros penales. Lo más grave no está allí; el ganador, estropeado y drenado físicamente como ha quedado, muchas veces ha de tener que enfrentarse en su próximo compromiso con un equipo que no ha tenido que enfrentar similar esfuerzo. Se pasa entonces a promover una situación injusta pues habrán de enfrentarse dos equipos en desigualdad de condiciones.

Sería preferible que se mantenga el sistema de "Round Robin" -que hoy se utiliza en la fase de grupos- hasta el final del torneo. Con el grupo de los últimos cuatro finalistas se determinaría el campeón mundial. Para esto habría que apretar el calendario y prever un contingente más amplio en las plantillas de jugadores (digamos que hasta treinta integrantes). Esta modalidad se podría satisfacer en solo cuatro semanas y produciría mejores réditos económicos (un mayor número de partidos) y, sobre todo, resultados más justos y equitativos.

Quito

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