04 abril 2017

Una propuesta indecente

Ya no leo los periódicos. Por lo menos los nacionales (quizá una que otra página editorial). De un tiempo acá, se fueron empobreciendo en información y se fueron haciendo hueros en contenidos. En nuestro país, además, con el cuento de que la información debe ser "confirmada, verificada, contrastada y contextualizada" (o algo así), los medios escritos han ido perdiendo su independencia y todo lo que escriben lo hacen con autocensura, amenazados como están por esa verdadera espada de Damocles que es la actual Ley de Comunicación. Con ella, no nos engañemos, no existe libertad de pensamiento, y menos aún libertad de expresión.

Los periódicos digitales tampoco constituyen alternativa. Además, tengo la impresión de que no reciben adecuada atención por las entidades editoriales que los sustentan. Es probable que esto tenga que ver con la ausencia de publicidad; quizá los publiquen sólo porque en el fondo, muy en el fondo, sus directivos están conscientes que nos avecinamos al progresivo final de la prensa escrita; se les hace inevitable fortalecer “una reserva de algo" que, con el paso del tiempo, pudieran convertir en un más vigoroso instrumento digital.

Por todo lo anterior, si yo quiero estar mejor informado, si quiero saber lo que pasa en el resto del mundo, no tengo mejor alternativa que recurrir en forma cotidiana a otros periódicos internacionales (digitales) que se presentan como más atractivos, novedosos, fáciles de consultar y que percibo que han sido estructurados en forma más prolija. Uno de estos es El País, de España, medio que me permite pasar lista de diferentes líneas de pensamiento, cubrir mis distintos intereses y apreciar múltiples tendencias. Sus lecturas me permiten viajar. Sí, ellas son para mí un pasaje de ida y vuelta...

Existe en El País una sección destinada a literatura; mejor dicho, a los escritores que el periódico decide consultar o promocionar, por medio de entrevistas. Estos diálogos obedecen a una serie de preguntas que se repiten con frecuencia: ¿cuál fue el último libro que leyó?, ¿cuál el último que le hizo reír a carcajadas?, ¿qué libro le hubiese gustado escribir?, ¿qué libro está en su mesa de noche o que le regalaría a un niño para iniciarlo en la lectura? Todas son preguntas que a veces quisiera hacerme yo mismo y que me hacen consultar, en primera persona, qué respondería si de improviso alguien me ametrallaría con semejantes preguntas.

El pasado fin de semana el entrevistado fue un no muy conocido escritor colombiano del que no había oído hablar anteriormente. Parece que es un joven de unos cuarenta años, que vive en Corea y que se llama Andrés Felipe Solano. No he encontrado referencia de sus libros en mi proveedor digital (ya casi no leo en físico) y lo único que he aprendido es que ha recibido un premio de narrativa de una prestigiosa universidad colombiana. Me pregunto qué hace en Corea un escritor colombiano, y me imagino que lo hace por exigencias de su trabajo (yo mismo viví allí por dos años hace más de dos décadas). Escribir quizá sea su segunda actividad.

Solano contesta a la pregunta de qué libro regalar a un niño y dice que le obsequiaría "Una humilde propuesta", de Jonathan Swift. Se trata de uno de los libros más cortos que jamás se hayan escrito (no llega a las veinte páginas). Interpreto que recomendar a un niño un libro que sugiere engordar a los recién nacidos para luego sacrificarlos y comérselos, para de ésta forma tratar de solucionar los problemas de la mendicidad o de la indigencia (una evidente ironía del irlandés), pudiera transformarse de afán pedagógico en prematura e indecente propuesta. Sería "acercarse un poco a esa línea que nos separa de la crueldad”, en palabras del propio Swift.

Hubo un tiempo, cuando yo vivía en Singapur, que de tarde en tarde me llamaba una afectuosa dama, era la esposa de un diplomático amigo a quien he dejado de ver; ella me llamaba al teléfono y con el mayor desparpajo me espetaba: oye, Alberto, que te llamo para hacerte una indecente propuesta: ¿quieres acompañarme a jugar al golf el día de mañana? Claro que en la propuesta había una disimulada ironía pero nada de indecencia. Jamás he podido rechazar ese tipo de propuestas!

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