30 julio 2017

Detectives de desastres

He revisado una entrevista publicada en la revista AeroTime. Ella hace referencia al trabajo de ciertos periodistas que fungen como investigadores de accidentes aéreos. La publicación los identifica como "detectives de desastres". Es importante considerar que, aunque dichos comunicadores se hayan interesado en la investigación de accidentes, son solo periodistas. Ellos no cuentan con conocimientos aeronáuticos, no conocen por qué suceden los accidentes de aviación, o cómo son las relaciones y qué pasa en una cabina de mando.

Aunque en lo personal aprecio el entusiasmo de esos informadores, debo reconocer que si hay algo que los medios informan en forma inexacta, o por lo menos incompleta, es justamente aquello relativo a esos lamentables accidentes. Y esto se debe principalmente a dos motivos específicos: primero, la escasa y poco prolija información que ofrecen las aerolíneas o las entidades aeronáuticas; y, segundo, la ausente participación de personal técnico especializado en la preparación cuidadosa de muchos de aquellos informes. Para remarcar la idea, quiero expresar que más que los informadores sigan interesándose en asuntos relacionados con las desgracias aéreas, hace falta, y es necesario, que sea personal técnico aeronáutico, y en especial los pilotos de aeronave, quienes se interesen y participen en la investigación, así como en la edición de información relacionada con los accidentes aéreos.

Sin embargo, y a pesar de lo subrayado, es preciso reconocer que si bien el personal técnico aeronáutico cuenta con el respaldo que le aporta su conocimiento y experiencia; carece, por otra parte, de los recursos de investigación, acceso a la información y curiosidad con que cuentan los profesionales de la comunicación. Lo importante, por lo mismo, sería promover una mutua colaboración, en el interés de sumar esfuerzos para fortalecer las metas de ambas iniciativas: informar en mejor forma y coadyuvar a la prevención de accidentes.

En la crónica en referencia, AeroTime entrevista a la escritora Christine Negroni, quien colabora con distintas publicaciones y ha escrito un par de libros en referencia a los desastres aéreos. En su último trabajo aborda la metodología de la investigación. Es interesante considerar ciertos conceptos que la señora Negroni comenta, referentes a temas que no siempre son tomados en cuenta a la hora de analizar la aviación como lo que es: un complejo sistema como actividad. Expresa que "cuando sabemos demasiado de algo especializado, es difícil comunicarse con facilidad y darnos a entender en forma adecuada". Se tiende a creer que aquellos accidentes suceden por un solo motivo, pero la aviación es algo mucho más intricado y complicado.

Quiero destacar una serie de ideas que merecen relevancia en la referida entrevista. Dice entre sus respuestas la dama consultada que se ha puesto mucha tecnología entre el avión y el piloto. En lo personal, pienso que el verdadero problema no es que se está enseñando a volar usando excesiva tecnología, sino que no se está poniendo énfasis en enseñar la arquitectura del sistema o el diseño que lo respalda; y, especialmente, en qué hacer cuando sucede algo imprevisto con esa tecnología o cuando ella falla y se comporta en forma inesperada.

Hubo un tiempo en que los pilotos eran considerados "aces", gente que estaba sobre la media, que era -o se suponía que era- superior a lo normal (ese fue por mucho tiempo el criterio de enseñanza en aviación que se prefirió en Europa); pero no, el aviador está ahí por su pasión al vuelo, por la casualidad o sus circunstancias, por similares razones a las que otros se hacen médicos, abogados, albañiles o carpinteros; no se puede olvidar que es un ser con virtudes y defectos, con habilidades y limitaciones. En suma: también falla, y se equivoca, y hay que prepararlo para la posibilidad de que sepa qué hacer cuando algo no funciona o comete un error.

Otro punto del que habla la entrevistada es el de la complacencia. Como la tarea del trabajador aeronáutico se hace rutinaria, se pierde la prolijidad o el cuidado para hacerla perfectamente. Esto incide para que no se creen buenos hábitos, porque no se ha desarrollado una cultura corporativa de búsqueda de la excelencia. Entre otras cosas, no valoramos el orden y el respeto que se debe a los protocolos como una herramienta esencial en la búsqueda de dicha excelencia. Por ello no estamos alertas, ni damos atención al detalle. Un punto adicional es el de la comunicación: tendemos a creer que "dijeron lo que entendimos o que entendieron lo que dijimos". Basamos la comunicación, en definitiva, en sobreentendidos y, como sabemos, aquello de suponer es la peor forma de comunicación que puede existir en el mundo de la aeronáutica.

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