02 julio 2017

Los cuernos de la luna

"Era ya tarde la otra tarde" cuando alguien me dirigió una pregunta con visos de insidiosa. Bien pensado, pudo haberse tratado de una simple curiosidad, o pudo haber sido también una forma de calibrar mis conocimientos en referencia a un asunto elemental en materia aeronáutica. En efecto, los cuernos de la luna empezaban a destellar hacia poniente, cuando ese alguien, así como si nada, me inquirió acerca de si la luna servía para orientarse y navegar por la noche.

Sabido es que quienes navegan utilizan el firmamento, y más concretamente la posición de las estrellas, para determinar sus rumbos y establecer su singladura. Pero la luna, al igual que los planetas, no sirve por lástima para aquellos náuticos propósitos. Y esto se debe, en esencia, a que una y otros se pasean por el firmamento, no son fijos, son vagabundos -como lo son los pordioseros-; y por ello, justamente, se conoce a los planetas como errabundos o trotamundos en otros idiomas (por ejemplo, se los llama "wanderers" en inglés).

Y es que los inquietos planetas, que no titilan sino que destellan, aparecen en sitios distintos a la misma hora de la noche; y no como las estrellas, cuya posición no varía si se las observa a la misma hora en días diferentes. Con la luna sucede algo parecido: que asoma en distintos sitios, y con distintas formas, de acuerdo a su propio calendario que dura algo más de veinte y nueve días (veinte y nueve días, doce horas y algo más de cuarenta y cuatro minutos), que es lo que se conoce como mes sinódico que equivale a una lunación.

Así, de la inutilidad del satélite terrestre para fines náuticos, pasamos en la referida tertulia a otros asuntos relacionados con cómo identificar las fases de la luna. Dos curiosidades afloraron: una relacionada al porqué de llamar "nueva" a una luna que nunca se la ve; y otra, más sugestiva, relacionada con cómo identificar, a simple vista, si aquel cuerno o media luna -como se presenta el satélite durante la mitad del tiempo- se encuentra en una fase reconocible como menguante o creciente.

Una noche, caminando con unos colegas por las calles de Buenos Aires, aprendí por casualidad una sencilla regla: si la luna parecía una C, estábamos en cuarto creciente; pero, si parecía tener la forma de una D, estábamos en cuarto menguante. Me pareció desde entonces una fórmula sencilla; el problema era que el método se complicaba cuando se veía la luna desde el hemisferio norte, ya que el cuarto de luna cambiaba de forma y a veces se la veía como a una U y otras veces como a una U invertida. La fórmula solo funcionaba cuando observábamos el satélite cuando estábamos apostados en el hemisferio austral.

Por ventaja, y gracias a mi porfiada curiosidad, he aprendido con el tiempo que la manera más sencilla de diferenciar el fenómeno es orientarse con respecto a si aquella parte convexa del cuarto de luna mira hacia levante o poniente. Si esa parte convexa (su barriga) mira hacia poniente, estamos en cuarto creciente; si, por el contrario, la curvatura mira hacia levante, estamos en cuarto menguante. Además, y esto funciona en forma axiomática, el cuarto creciente sólo puede observarse en horas de la tarde y hacia el principio de la noche; en tanto que el menguante aparece en horas de la madrugada o temprano en la mañana. Es oportuno mencionar que la luna llena o plenilunio aparece por primera vez hacia el este en el crepúsculo vespertino.

Lo que sí desconozco es por qué usamos en lenguaje coloquial frases como "mandar al cuerno", "poner los cuernos"
(cachos), o "muchacho de un cuerno"... Para lo primero, conjeturo que significa mandar a alguien a un sitio miserable y poco deseado; el DRAE dice que significa "mandar de paseo", pero no explica el porqué del uso del sustantivo. Para lo segundo, también me parece que se trata de una forma subrepticia -o consentida- de infligir una clandestina cornada; pero, de nuevo, no sé de dónde sale esa figurativa fórmula de asociación, la de que engañar al consorte signifique adornar su testuz con aquellos cuernos... Las explicaciones que he encontrado, todas, tienen un origen muy controvertido.

Más equívoco parece el último uso, aquel de reprender a alguien (a un hijo, por ejemplo) tratándolo de "muchachito de un cuerno". Si los cuernos serían sinónimo de infidelidad, o acaso representarían una forma de impropia asociación, su sola mención pudiera significar algo así como "hijo de espuria relación". Qué confuso...

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