17 mayo 2022

“Hipótesis de superficialidad”

En el 2011, decliné renovar con China Cargo Airlines, dando por terminada mi relación laboral con Great Wall Airlines, la empresa que inicialmente me había contratado (un cambio en la participación accionaria dejó sin efecto el "joint venture" original). De vuelta al país, hice un par de descubrimientos: uno, que disponía de una obscena cantidad de tiempo para leer; y, dos, que ahora existía una forma sencilla y económica para descargar libros digitales conocida como Epublibre. Consciente de lo temporales que pueden ser estas plataformas digitales... me dediqué a la renovada tarea de crear una pequeña “biblioteca virtual”; así fui haciendo acopio de una serie de libros que no había tenido oportunidad de leer, pertenecientes sobre todo a mis autores favoritos.

 

Así encontré diversas e impensadas ventajas en el libro digital. Una era su carencia de peso y  volumen; ahora todo podía contenerse en la memoria de un simple Ipad, sin importar la extensión del texto físico; otra era que se hacía fácil leer en horas nocturnas sin necesidad de encender una lámpara de noche, y sin tener que molestar a los demás. También era muy fácil subrayar, resaltar o escribir notas, sin necesidad de suspender la lectura para hacerlo en otro instrumento. Ello, sin tomar en cuenta el exiguo precio del proceso de grabación (“download”). Todo ello habría de convertir en redundante mi acostumbrado gasto relativo a la adquisición de libros físicos.

 

En corto tiempo había acumulado una imprevista cantidad de libros que ahora formaban parte de la “otra biblioteca”, la virtual. Entonces, y por alrededor de diez años, no me fue necesario entrar en una librería para adquirir un libro físico; ahora ya “poseía” libros que nunca antes “había tenido”, aunque todavía no había caído en cuenta que esa forma de propiedad era frágil y relativa, que ya bien pensado era solo una tenencia ilusoria, una engañosa ilusión de propiedad. Pasado el tiempo, sin embargo, sucedió algo que no había previsto; de pronto advertí que ya había leído libros que no recordaba haberlos leído… En efecto, a pesar de mi costumbre de resaltar, y poner fechas de inicio y cierre, no recordaba que había subrayado los textos que había escogido…

 

Hasta que cayó en mis manos un artículo que fue algo así como una epifanía: este comparaba el libro electrónico con el digital y explicaba el motivo para que no se recordara lo leído en este último, de la misma manera a cómo sucedía con el libro físico, y explicaba el porqué. Descubrí que no era el único afectado y qué era lo que pasaba o qué sucedía con la lectura en pantalla. Se trataba de un estudio serio que se refería a los factores que afectan la comprensión y el recuerdo de lo leído; y a los aspectos que afectan la atención, concentración y memorización de un texto escrito, aspectos que tienden a debilitar el recuerdo de lo leído. Se ponía énfasis en que esto sucedía porque la lectura digital permitía la multitarea, la misma que convertía a la atención en algo superficial.

 

El hábito de lectura es un proceso cerebral relativamente nuevo; recién nos estamos adaptando al mismo y la lectura en un medio digital estaría alterando ese proceso. Además, existiría un efecto del tiempo en la comprensión cognitiva cuando una lectura más rápida se efectúa con la pantalla, porque hay menos concentración consciente. Se ha descubierto que el fenómeno es aún más grave cuando se trata de un texto informativo o dependiendo de si el lector es “nativo” o “inmigrante digital” (si alguien aprendió a leer usando medios digitales o si se adaptó posteriormente). El efecto sería como el de la lengua materna, que mientras más tiempo de exposición se hubiese tenido, mayor sería la dificultad de concentración, debido a la falta de costumbre.

 

En otras palabras, cuando mayor sería la aptitud para hacer multitareas y para el acceso rápido y aleatorio a la información, esa capacidad perjudicaría a la comprensión y memorización del texto; y, por lo mismo, al aprendizaje. En resumen: el cerebro no está acostumbrado a ejecutar más de una tarea a la vez y la multitarea no facilita la concentración y comprensión de la lectura. De otra parte, el contacto físico, como pasar la página, ayuda a crear un mapa físico. Por el contrario, el saber que podemos renovar el acceso a la información, crea la sensación de que “no hace falta recordar” y eso, como contrapartida, propicia el olvido o que no nos importe olvidar.

 

Hay algo más grave aún: la pérdida perenne de información, que equivale a un flagelo físico. Por cuidado que se tenga existe un riesgo inminente –por cualquier motivo fortuito–, el de perder de golpe lo almacenado. No me interesa disuadir de la lectura digital, no se trata de una dicotomía, se trata de comprender las características de cada tipo de lectura y de ser selectivos con lo adquirido, evitando indeseadas sorpresas o inconvenientes.


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