01 noviembre 2022

“Post hoc ergo propter hoc”

“Después de eso; por tanto, como causa de eso”. Expresión latina, atribuida a Aristóteles.

 

Si hago bien las cuentas, he sido burócrata por un cuarto de siglo. Algo que siempre me llamó la atención fue esa tendencia que tienen los funcionarios públicos de mezclar los tiempos del verbo. Es algo de lo que se han contagiado incluso quienes escriben para la prensa. Están mencionando unos antecedentes (pretérito), y –saz– van y dicen: “En 2014 se firma tal convenio” o “se da tal disposición” (presente, cual pretérito)… No sé si es una moda, pero me parece que es una innecesaria distorsión en la correcta aplicación de los tiempos del verbo.

 

Pensaba en esto el otro día cuando alguien me pasó una pequeño cuento que había escrito para que lo revisara y le diera mi opinión; este se relacionaba con la casualidad. El autor ya había hecho una serie de correcciones, cambiando a pretérito lo que estuvo originalmente en presente, para darle así ese toque de confidencia que debe tener la narrativa. Hay veces que incluso el pretérito resulta insuficiente; si se quiere atrapar y mantener el interés, hace falta recurrir al participio. Un “NN había nacido…” suena mejor que “nació…”, y así se entrega la impresión de que el narrador también se está enterando de a poco de los acontecimientos.

 

Fue entonces, en forma inesperada, que me puse a elucubrar en el sentido de la frase que da título a esta entrada; se trata de una forma de falacia que se conoce como “correlación coincidente”. Se trata de una expresión utilizada para indicar que una relación casual ha sido erróneamente asumida al aplicarse una determinada secuencia. El ejemplo clásico es aquél de: “cada vez que el gallo canta sale el sol”, confundiendo así la causa con su consecuencia. En términos lógicos se estructuraría así: ”En vista de que A sucedió antes que B, B debe haber sido causado por culpa de A”. Es un juego verbal que sugiere que en vista de que algo sucedió más tarde, el episodio habría sido ocasionado necesariamente por el anterior evento.

 

En mis tiempos de piloto había algo que me producía cierto pánico: la posibilidad de confundir las horas de los itinerarios, más precisamente las horas de presentación para tomar los vuelos. Así descubrí lo que era el terror: eso de que me llamen a informar que el vuelo estaba por salir y que –como no había llegado– procedían a reemplazarme... Alguna vez, estando en entrenamiento, confundí la hora de salida de un vuelo que se originaba en Quito, sin advertir que el número del mismo cambiaba al salir de Guayaquil; cuando llegué a “reportarme” el avión ya había despegado… Aquello de calcular adecuadamente la hora de despierte, para programar la alarma correspondiente, fue algo que a todos nos dio más de una sorpresa. Es cuando uno no sabe qué es primero, si cerrar la maleta o entrar a la ducha…

 

Hace poco tuve un sueño relacionado. En él, me encontraba en el hotel listo para salir de vuelo, cuando advertí que no traía conmigo la camisa de repuesto. Tuve entonces que correr al sitio donde asignaban las prendas de dotación, lugar que servía también para alojar a otros tripulantes. Cuando llegué allí, el sitio estaba convertido en un guirigay pues lo estaban readecuando. Pero no ubicaron mi relación y no se me permitió el ingreso al establecimiento que estaba convertido en un caótico pandemonio. Ahí estaba yo, tratando de ubicar no sé si mi dormitorio o el uniforme. Aquel sitio, más sórdido que una cárcel, parecía un bullicioso manicomio. En esas urgencias, me pedían que fuera primero a entregar a un desconocido ¡una caja de legumbres en el bloque "H"!... 

 

Entonces he despertado… serían quizá las tres de la mañana pero no quise comprobarlo pues ya sé lo que siempre me pasa: que no puedo ya conciliar el sueño… Para colmo, tenía un fuerte dolor de cabeza y también me dolía la nalga… A pesar de ello, he logrado dormirme, todo para continuar soñando en lo mismo (sueño, parte II). Cuando he despertado de nuevo, ya era un poco tarde. Ahora me sentía aturdido por culpa de aquel libreto onírico, todavía con el maldito dolor de cabeza y consciente de que el de la nalga se había irradiado a toda la puta espalda…

 

Entonces me he levantado ansioso y he tardado en tranquilizarme; así he caído en cuenta que en realidad no estaba atrasado –no podría estarlo pues yo ya no trabajo– y que, aún en el “nunca consentido caso” de que lo hiciera, bien pudiera argüir simplemente que no había revisado debidamente el programa, que lo sentía pero que no avanzaba ya a llegar; que busquen nomás a otro (a otro flamante apurado). De todos modos, tengo que ir primero a entregar las verduras u hortalizas o lo que fueran, al tipo ese del bloque “H”... Es que, de todos modos no voy a poder hacer el vuelo porque no tengo mi camisa de uniforme, ni sé dónde diablos se encuentra, si en el sitio de alojamiento o tal vez en ese hospicio repleto de forajidos carcelarios. ¡Qué carajo!


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