25 agosto 2023

50 años de una acería

Hace pocos días acompañé a mi hermano Luis Eduardo a la planta de Novacero en Lasso, lugar donde debían celebrarse 50 años de su actividad industrial. La empresa es una de las más importantes acerías que existen en el país. Se trataba de un hito empresarial: celebrar 50 años de exitosa y esforzada actividad no es algo que suceda todos los días. Fue una muy grata experiencia: Comtrading, la compañía que Luis dirige –y de la cual alguna vez fui su presidente–, mantiene cordiales relaciones comerciales con tan importante acería, empresa que por tan dilatado tiempo ha contribuido al desarrollo de la provincia de Cotopaxi y de todo el país.

 

Novacero se ha consolidado en ese importante sector de la serranía, donde ha instalado una enorme y moderna planta que se ha convertido en referente por su pujante actividad. Tuve la inmediata impresión de que se trataba de una industria familiar, que había instaurado la inusual iniciativa de promover a sus más confiables y eficientes trabajadores hacia los principales puestos directivos. Aquella fue una muy alegre y emotiva celebración; no se había escatimado ningún detalle para agasajar a proveedores y clientes; y, sobre todo, para reconocer la esforzada contribución de sus actuales servidores. Fue una celebración en plan grande, un inolvidable evento.

 

Los directivos habían dedicado su mejor empeño para que los convidados se sintieran bienvenidos y agasajados; había 600 invitados que nunca dejaron de sentirse obsequiados y bien atendidos. A la hora de las presentaciones y reconocimientos, pude advertir un profundo sentimiento de satisfacción por la tarea realizada y supe identificar al principal gestor de tan encomiable esfuerzo empresarial: un hombre que con su liderazgo y ejemplo, se había convertido en estandarte e inspirador de tan formidable historia. Algo había en su semblante y apostura que me hizo recordar a uno de los mejores jefes que jamás haya tenido: Luis Estrada Icaza, personaje enorme y austero, que con su sencilla manera de dirigir a sus colaboradores hizo mucho por el progreso de la aviación menor en nuestro país.

 

50 años es un hito trascendental. Una efeméride así no sucede a cada rato ni se repite con facilidad. Los hebreos llamaban “jubileo” a esta importante consecución. El año 50,  aquél que transcurría luego de haber cumplido siete semanas de años, era cuando se acordaba dejar descansar la tierra, sin sembrar ni cultivar, y se procuraba regenerarla antes de volver otra vez a empezar. A la Iglesia le gustó el concepto y estableció también su año “jubilar” para conceder indulgencias por las buenas obras a objeto de favorecer la remisión de los pecados. Intuyo que de esa palabra vienen voces como júbilo y, probablemente, jubilación.

 

El judío da gran importancia a las tradiciones; ha ideado una fecha para conmemorar el paso (o “salto”) del invierno a la primavera. Los judíos la llamaron pascua, no solo porque se trataba de un salto (eso quiere decir pascua) sino porque, para festejarlo, compraban una oveja a los pastores para el banquete de celebración. Pésaj, el vocablo hebreo, tiene ambos significados: salto y también pasto, el lugar donde los pastores cuidan, alimentan y guían a sus ganados, principalmente al ganado bovino. Bien visto, pastorear” es algo más que mostrar el caminio a unos animales, es estar en el sitio donde se los ha de cuidar y alimentar. Pascua, es palabra que nos viene del latín pascha, que se pronuncia “pasca”; la ‘u’ se ha añadido por analogía con la voz que se refiere a a ese lugar de pastoreo.

 

Pero, pasado el tiempo, los israelitas soportaron también el cautiverio en Egipto y no consiguieron que el faraón les concediera su retorno a casa y les diera su ansiada libertad. Cansados los israelitas de rogar a Yahvé para que les concediese su liberación, Dios envió diez plagas a los egipcios, la última de las cuales consistió en enviar un ángel vengador que tenía por consigna matar a todos los primogénitos. Yahvé instruyó a su pueblo sacrificar ovejas y pintar con su sangre el marco de la puerta de sus viviendas. Era la señal para que el ángel vengador “pasara por alto” los hogares de los judíos (“se saltara” aquellas viviendas). La Pascua pasó entonces a significar también este nuevo salto, un salto que además significaba el paso de la esclavitud hacia la libertad.

 

Los cristianos también celebran la pascua aunque con un distinto significado: conmemoran la resurrección de Jesús; también otro “salto”, el que va de la muerte a la eternidad. La pascua ocurre en ambas religiones tres o cuatro meses lunares después del solsticio de invierno, en marzo o abril, o en el mes de Nisán como es aplicado por los hebreos.


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