25 marzo 2011

De la escoliosis a la fama

Ha muerto Elizabeth Taylor. La conocí hace ya mas de cincuenta años, cuando exhibía esa su lánguida y cándida sonrisa en las femeninas y glamorosas revistas Vanidades que me enviaban a comprar las aburridas tardes de sábado en los kioscos de la Plaza del Teatro. Nunca dejó de sorprenderme porqué era que los demás la encontraban tan atractiva; mientras yo juzgaba que había en el mundo del cine un importante número de mujeres que superaban sus indiscutibles encantos. Era en esas revistas donde ella asomaba en la renovada edición de cada nueva quincena. Y mientras la publicación exhibía una nueva “novela inédita” de Corín Tellado, la señora Taylor nos presentaba cual flamante adquisición de joyería, o recién obtenido trofeo, al último de sus reciclables esposos. Ya para ese entonces sus matrimonios llegaban a media docena, a promedio de uno cada dos años; y a fe mía que llegaron a ser un total de ocho , luego de siete divorcios consecutivos y nada santos!

Fue por esos mismos años que fui intuyendo también que algo me identificaba con ella. Solo ahora que se ha alejado para siempre, creo que lo voy relacionando como un sorprendente paralelo: los dos hemos conocido la fama desde muy pequeños; nos han afectado similares dolencias corporales (un corazón delicado y una columna afectada por la escoliosis congénita); hemos gozado siempre de la presencia y compañía de numerosos y afectuosos amigos; ambos hemos sido conscientes de lo fugaz y transitoria que resulta la vida (la permanencia de lo impermanente); los dos hemos tenido acceso a un repertorio envidiable de joyas invalorables y hermosas; fuimos poniendo encima un considerable número de libritas en la segunda parte de nuestras vidas; y, por sobre todo: hemos dado siempre la impresión de no estar satisfechos con el número de consortes que la vida nos ha asignado! Mi cuota, en este sentido, está cerca de igualar sus récords: a pesar de mis cortos años, estoy solo a siete de igualar esos nupciales sucesos!

Sería, sin embargo, poco aconsejable dejar la sensación que quiero convertir en algo irrisorio –en el sentido de insignificante y en el de objeto de mi burla- la triste despedida de la conocida actriz. Buscar espacio para la mofa con tan lamentable motivo sería no solo insensible e inelegante, sino que constituiría un pecado contra la piedad de tono irremisible. Nadie tiene derecho a burlarse de la desgracia o de la muerte de un ser humano. El último suspiro de nuestras vidas no podría estar nunca sujeto a las desaguisadas impertinencias de la chanza o el ridículo, ni a las insolencias de la sátira. Elizabeth Taylor ha muerto; solo resta averiguar, a manera de curiosidad, cuántos viudos deja su imprevisto deceso.

En los últimos tiempos, no era raro escucharla en sus ocasionales entrevistas; o en las campañas por la que se interesaba para promover el financiamiento o, por lo menos, fortalecer la conciencia frente al síndrome de inmuno-deficiencia adquirida. Era cuando presentaba la imagen de una persona sensible, articulada y comprometida. En esas al parecer improvisadas instancias se dejaba escuchar con conceptos que, por su enjundia, no siempre es frecuente encontrar en seres que se han hecho conocer y notar por la injusta bondad que tuvo el Creador al otorgarles cuotas extracurriculares de belleza. Escucharla me producía esa misma sensación que nos produce el advertir que detrás de la humilde frase dicha por un campesino hay muchas veces un enriquecedor bagaje de sabiduría y sutileza.

Esta es una experiencia que a menudo encuentro en esos en apariencia fríos y yermos textos que llamamos diccionarios, donde no es difícil encontrar ciertos conceptos y definiciones, que trascienden el mérito simple de la sinonimia o la significación directa. Para retazo de muestra baste un solo ejemplo: la palabra “zozobra” es definida de tal manera por el diccionario de la lengua, que su texto parecería más bien sacado de uno de los comentarios de la segunda parte de El Quijote o de la alocución de un erudito académico. El popular documento nos entrega el siguiente como sabroso concepto: “Zozobra: Inquietud, aflicción y congoja del ánimo, que no deja sosegar, o por el riesgo que amenaza, o por el mal que ya se padece”. Hermosa definición, digna de los más encomiables maestros!

De vuelta a los escarceos de la fama, ésta al igual que la escoliosis, con el tiempo va produciendo nuevas y tortuosas molestias, afecta la forma de caminar y nos atormenta en forma ocasional con los achaques con que ataca nuestra espalda. De hecho, si nos topamos con alguien que ensaya una mueca furtiva o una queja ocasional, de fijo que ha adquirido la deformación vergonzante que ha alterado el perfil óseo de su columna vertebral, o es simplemente que se ha dejado doblegar por el infamante peso con que suele presionar la sección lumbar esa condición también sinuosa que conocemos como la fama…

Ineludible aquí recordar el marcial episodio de la Isla del Gallo y de “los trece de la fama”, cuando el extremeño Pizarro arengó a sus indecisas huestes y les conminó a cruzar la línea que había trazado en la arena con una vara (tiene que haber sido una línea recta y sin escoliosis). Los aventureros optaron por la promesa de la fortuna; en tanto que los medrosos sucumbieron a las advertencias intrigantes del temor: no estaban persuadidos de que en el futuro habrían de gozar de retribución pecuniaria, del premio a su arrojo con la heráldica de un noble blasón; o por lo menos con el lujuriante licor que suele tener la más casquivana de las seducciones: la mencionada fama. Un total de trece valientes se propusieron seguir leales al conquistador del Perú, en una circunstancia convertida ya en leyenda ocurrida frente al actual Tumaco.

Todo esto lo sé por culpa de mi personal escoliosis, que fue convirtiendo en famosa mi identidad con la ex esposa de Richard Burton y Eddie Fisher, quien por tratar de imitar mi renombrada dolencia, se fue confinando a una silla de empujar con la que podía sobrellevar de mejor manera los aflictivos malestares de su achacosa espalda…

Tianjin, 25 de marzo de 2011
Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario