17 enero 2012

Demasiados vehículos!

Con el paso del tiempo el tránsito vehicular en Quito se ha ido convirtiendo en tortuoso e insoportable. Esta es una circunstancia incómoda, pero no deja de tener su intrínseca lógica. Y es que, como las ciudades crecen, su población aumenta y el hecho consecuente es que también aumentan los automóviles y los problemas se multiplican. Pero… si el aumento del tránsito vehicular determina la complicación existente, entonces ¿por qué no enfrentan idéntico problema todas las demás ciudades que exhiben un número considerable de habitantes?

Como ya se ha observado, la ciudad experimenta una problemática que es amplificada por las características de su configuración física. Como la capital se encuentra ubicada en medio de un valle angosto, carece de suficientes vías de comunicación de carácter longitudinal. Esto se agrava también por la ausencia de autopistas o vías de alta velocidad que sirvan para desahogar las congestiones que se van creando. Además, ciertas actividades comerciales e institucionales parece que se concentran en ciertos sectores claves de la urbe, generando la presencia de estos cuellos de botella que parecerían tener un signo insoluble.

En nuestro país que, como buen país latino, se critica y se reprocha tanto acerca de las inconveniencias públicas y de la calidad de los servicios básicos, daría la impresión que no existiese un organismo dedicado al estudio y resolución de esta molestosa temática; y tampoco suficientes y adecuados mecanismos para que la ciudadanía pudiera expresar sus iniciativas y eventuales sugerencias. Es conocido que los problemas se acentúan debido a la carencia de una cultura adecuada y a los problemas adicionales que genera la falta reconocida de un método masivo de transporte; pero es inadmisible que pareciese que tanto las autoridades como los usuarios tengamos que armarnos de paciencia y cruzarnos de brazos, hasta que estemos en condición de construir un tren subterráneo o una autopista que permitan cruzar la ciudad en un tiempo reducido.

Si el problema del tránsito se ha exacerbado por la presencia exagerada del número de vehículos, hay que empezar por reconocer que el actual sistema de “pico y placa” no ha producido la descongestión esperada y que es insuficiente para aminorar los factores de densidad vehicular. Mientras se consideran otras opciones que pudieran ser más drásticas –como la radicalización de la medida- sería interesante implementar otras iniciativas que ayuden a reducir el número de autos que transitan en la ciudad. En este sentido, no se trata de aumentar el costo de los automóviles, pero de encontrar nuevos mecanismos –como el uso de transporte compartido- cuya implementación bien pudiera ser incentivada y aplicada para disminuir la tormentosa congestión vehicular.

Entre otras cosas, debería establecerse una política agresiva de construcción de parqueaderos y aplicar nuevas ordenanzas relativas a nuevas construcciones que deban cumplir con esta adicional obligatoriedad. Hay otros asuntos adicionales, como la sincronización adecuada de los semáforos existentes y la adecuación de refugios obligatorios para los buses de transporte público. Sin embargo, el mayor problema parecería presentarse en las bocacalles e intersecciones, debido a nuestra cultura egoísta y desaprensiva que hace que caigamos, con repetida frecuencia, en las secuelas de la llamada ley del perro del hortelano.

En este sentido, existe en el mundo un artificio gráfico que permite controlar esta absurda condición; se trata de dibujar en el piso unas figuras cuadriculadas que encierran una cruz diagonal. Estas áreas de restricción no pueden ser invadidas a menos que exista suficiente espacio, enfrente de dichas señales, que permita al automovilista cruzar sobre estas zonas marcadas, evitando así lo que sería una inminente obstrucción. Claro que esta medida habría de contar con tres aspectos indispensables: primero, la decisión administrativa y su subsecuente implementación; segundo, una intensa campaña de publicidad y de promoción; y, tercero, la aplicación de los mecanismos de control que tornen a la medida en efectiva y eficiente.

Quito, enero 16 de 2012
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