22 octubre 2012

Periplos semánticos

Estoy de regreso ya en Arabia, listo para iniciar una nueva asignación de trabajo. Dicen que el hombre a todo se acostumbra; y, la verdad sea dicha, uno se aviene a estos insólitos cambios en la geografía, a pesar del efecto de los usos horarios y de las distancias involucradas. No hay duda que la conformidad y la resignación también se han globalizado. Esto de viajar tiene casi siempre un propósito determinado; y, aunque normalmente se viaja apuntando hacia un destino y con un plan previsto, lo que en los viajes nos sucede -o termina por sucedernos- la mayoría de las veces incursiona en el terreno de lo que no había estado marcado en el derrotero esperado…

Siento que lo mismo nos sucede cuando nos embarcamos en una determinada lectura, que sin importar cual sea la historia que se nos cuenta, esos pasajes nos llevan irremediable e inevitablemente hacia otros paisajes, hacia otras ideas y meditaciones, al descubrimiento de inéditas realidades. Me pregunto si es por eso que nos cautiva la lectura; por la posibilidad de encontrar un universo único y paralelo, uno que complementa y neutraliza nuestras realidades cotidianas…

Como ustedes, mis lectores, lo habrán notado, ese es también el tipo de viaje en el que a menudo me embarco: ese que tiene que ver con los giros y las formas de decir; uno que hace referencia al origen y significado de los términos, uno que a menudo se relaciona con los curiosos meandros a los que nos conducen las voces que usamos cuando buscamos las referencias etimológicas o semánticas…

Hoy mismo, mientras escribo “lo habrán notado”, caigo en cuenta del uso que damos al verbo “haber” en América, pues lo hacemos de una forma en que no quedan claros cuáles son los tiempos de la conjugación que habíamos escogido. En este caso en particular, hubiese sido más adecuado utilizar un “habrían notado”, que no el “lo habrán notado” (que con intención he utilizado), ya que “habrán” equivale a la conjugación en futuro, en contraposición al “habrían” con que debería construirse la forma del condicional o pospretérito.

Este “habrían” equivale al “habríais” peninsular; mas, es lamentable que, debido a la ausencia del pronombre vosotros, no se lo use en el Nuevo Mundo. No sé si se han realizado estudios de esa metamorfosis que experimentaron las formas y modos de los verbos cuando llegaron a América, pero intuyo que mucho habría tenido que ver con la adaptación de los aborígenes a la nueva lengua. Se me antoja además que un buen número de pioneros descubridores, entre los que llegaron al nuevo continente, carecían de un total dominio de la lengua en la que se expresaban. Así, algunos de los primeros y más importantes colonizadores fueron analfabetos; y no debe olvidarse que ciertas regiones, como fue el caso de Andalucía, estaban en proceso de consolidación lingüística o habían estado sometidas por muchos siglos a la influencia de lenguas ajenas y diferentes.

Hago estas breves reflexiones mientras busco el significado de la voz “agua mala” o “aguamala”, que es como se conoce en forma coloquial a la medusa marina, que es justamente el animalito que “sin saber leer ni escribir” yo mismo fui a pisar el otro día, mientras caminaba por la playa. En un principio solo sentí el efecto inmediato que tiene la picadura -es una sensación similar a la producida por la de la abeja- y más tarde un dolor intenso que se localizó en el área afectada. Solo me dí cuenta más tarde que los escozores se acentuaban cuando cedía a la tentación que el veneno me producía, cuando sucumbía al impulso de rascarme.

Hoy se ha puesto de moda que aparezcan por doquier medusas gigantescas; vale decir que están apareciendo especímenes que antes no habían sido observados; por lo menos, han empezado a aparecer con relativa frecuencia. Creo, además, que algo, de esta súbita e imprevista exposición, ha de tener que ver con el influjo que causa en la información, la incidencia de las redes sociales. No cabe duda que ese efecto ha de influenciar -cara al futuro- con nuevas formas de expresión -e inclusive con un nuevo e inesperado lenguaje- en la forma como, años más tarde, habremos de entendernos y comunicarnos.

Esta reflexión me lleva, sin proponérmelo, a la moraleja de la Medusa griega: la historia de una niña tan bella, aunque presuntuosa y pagada de sí misma, que nada superaba su enfermizo engreimiento. La diosa Atenea la convirtió en una fea criatura y transformó sus dorados rizos en horribles y serpentinas greñas; nadie podía regresar a mirarle por miedo a convertirse en una muda estatua de piedra… La advertencia que el cuento de la Medusa dejó fue que… no todo se obtiene en el mundo con la sola belleza! Los rasgos hermosos, por sí solos, no confortan, ni curan, ni alimentan. Lo mismo vale para el poder o la inteligencia…

Jeddah, 22 de octubre de 2012
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