29 octubre 2012

De abusos y paréntesis

Ha declarado el rey Abdullah (me imagino que se traduce como Abdalá en castellano) que las Naciones Unidas deben establecer una condena para quienes “abusan” de las religiones o sus profetas (que la paz les acompañe). Quiero dejar constancia que este último paréntesis no es de mi cosecha, sino que es parte de una fórmula ineludible de redacción -y en general, de expresión- que existe entre los musulmanes. De hecho, no importa cuantas veces se tenga que nombrar en un documento, cualquiera que esta sea, a un profeta (que la paz le acompañe), que se tiene la obligación de venerarlo, sin omitir este santo paréntesis!

Pero he encerrado el “abusan” del párrafo anterior entre comillas porque lo he mal traducido del inglés en forma intencional. Efectivamente, en el inglés se usa dicho verbo no solo en el sentido de hacer mal uso o en exceso (como en el abuso del poder), o en el de hacer a alguien objeto de trato deshonesto (como cuando se refiere al abuso de menores); sino también en el sentido de ultrajar, mancillar o profanar. En castellano decimos que alguien profanó un templo o que alguien irrespetó a la religión o a la autoridad; pero en el idioma sajón en referencia simplemente se dice que tal persona “abusó” de la religión, del templo o de la autoridad. Sin embargo, y aunque suene contradictorio, en el castellano se prefiere la expresión “maltrato”, cuando queremos referirnos a la acción de tratar a alguien mal, de palabra u obra. Así evitamos una mala interpretación…

Pero ha dicho el “Custodio de las dos mezquitas sagradas”, o sea el mismo rey antes mencionado, que algo hay que hacer con los individuos que se permiten profanar las santas religiones o ultrajar a los profetas (que la paz les acompañe); y en esto creo que le asiste mucha razón al soberano, porque no está bien que, a pretexto de dar rienda suelta a la libertad personal, se lastime lo que para otros es no solo importante, sino sobre todo sagrado.

Ahora bien, vayamos por partes. En primer lugar, ¿por qué hay gente que insulta las religiones ajenas? Y, para complementar la idea, ¿qué es lo que se entiende, o lo que entendemos, por religión? Vale, antes que nada, comentar que aunque las principales religiones en el mundo (sin contar con las diferentes variables que se han producido por los cismas o escisiones) no pasan de una docena, existen en el mundo algo más de cuatro mil religiones diferentes! Esto porque una religión no es sino un conjunto de ideas, normas, ritos y creencias que los hombres tienen en relación con un ser supremo, con su íntima espiritualidad, con el sentido de su existencia, e inclusive con su propio comportamiento respecto a los demás; vale decir, respecto a su conducta ética. El otro ingrediente necesario es el de compartir con un determinado grupo, étnico o social, ese conjunto de creencias.

Por eso, y si bien lo pensamos, hay gente que ultraja o irrespeta (abusa) las ideas y creencias de los otros, porque justamente no son sus propias creencias. Claro que una cosa es “no compartir” las creencias de los demás; y otra, muy distinta, el profanarlas. Lo que habría que averiguar es si ese ultraje e irrespeto constituye una actitud irracional y espontánea; o si, en cierta medida, es algo provocada por los mismos que luego reclaman que han sido ultrajados. Dicho de otra manera: ¿son los individuos los que abusan y ultrajan a las religiones? O serían quizá las propias religiones las que estarían ultrajando a algunos hombres?

¿Cómo es posible este aparente abuso? Ya lo dijo alguien, con otras palabras: es probable que ciertas religiones, a pretexto de defender la fe, se aprovechen de la ignorancia de algunos hombres. Pero esto es inevitable; al fin y al cabo, muchas de las creencias religiosas están constituidas por “dogmas”, asuntos que no se pueden comprobar pues son “cuestiones de fe”; asuntos que son fruto de un proceso íntimo e interior que nos convence de que lo que creemos no solo que está amparado en la certeza, sino que están equivocados, y cometen sacrilegio, quienes no piensan como nosotros… La “guerra santa” está inspirada en esa motivación, la de forzar a los demás no solo a que crean, sino que “sientan” lo que sienten otros… ¿No era ese el argumento propulsor de las cruzadas?

Es probable que algo intrínseco a ciertas religiones sea justamente aquello de condenar como inferiores o equivocadas a las demás creencias. La bandera de Arabia Saudita, para ilustrar con un ejemplo, tiene unos caracteres que a los que no sabemos leer árabe pueden parecernos un enredado laberinto. Sin embargo, solo se trata de una leyenda; consiste en una frase abreviada que dice más o menos lo siguiente: “No hay más dios que Alá y Mahoma es su mensajero”. En la parte inferior, cual si se tratase de una rúbrica, asoma una espada dibujada…

Advierto que son las posturas extremas las que, con su radicalismo (y aquí evito, con intención, cualquier adjetivo que pueda resultar peyorativo), propician muchas de esas reacciones exageradas que atentan contra la armonía entre los hombres. Cuando de veras nos propongamos respetar, y no lastimar, lo que los demás consideran sagrado (inclusive aquello que creen, piensan y sienten los más radicales), habremos empezado a dar verdadero sentido a cualquiera que fuere nuestra propia religión; y, sobre todo, no seguiremos usando el pretexto de nuestro “exclusivo dios” para ultrajar y abusar de los demás mortales!

Que la paz nos acompañe! (y sin paréntesis).

Arabia, 29 de octubre de 2012
Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario