23 febrero 2013

El “pueblo” de Guayaquil *

Lo que sigue son fragmentos del capítulo dedicado a Guayaquil por el cronista Fr. Reginaldo de Lizárraga. Sus comentarios nos ayudan a tener una imagen de la impresión que causaban las inclemencias del trópico a los europeos en la segunda mitad del Siglo XVI:

“… Este pueblo Santiago de Guayaquil es muy caluroso por estar apartado de la mar; tiene mal asiento, por ser edificado en terreno alto, con figura como de silla estradiota, por lo cual no es de cuadras, ni tiene plaza, sino muy pequeña, no cuadrada. Por la una parte y por la otra deste cerro tiene la ribera de un río grande y caudaloso, navegable, empero no se puede entrar en él si no es con creciente de la mar, ni salir sino es en menguante; tanta es la velocidad y violencia de el agua, cresciendo o menguando.”

“Críanse en las casas muchas sabandijas, cuales son culebras, y alguna víboras, sapos muy grandes, ratones en cantidad; están cenando, o en la cama, y vense las culebras correr por el techo tras el ratón que son como las ratas de España; al tiempo de las aguas, infinitos mosquitos, unos zancudos cantores, de noche infectísimos, no dejan dormir; otros pequeños, que de día solamente pican, llamados rodadores, porque en teniendo llena la barriga, como no puedan volar, déjanse caer rodando en el suelo, y otros, y los peores y más pequeños, llamados  los jejenes, o comijenes, importunísimos; métense en los ojos y donde pican dejan escociendo la carne por buen rato, con no pequeña comezón.”

“Es pueblo de contratación, por ser el puerto para la ciudad de Quito, y por se hacer en él muchos y muy buenos navíos, y por las sierras de agua que tiene en las montañas el río arriba, de donde se lleva a la ciudad de Los Reyes mucha y muy buena madera. Tiene dos o tres excelencias notables: la primera, la carne de puerco es aquí saludable, las aves bonísimas, y sobre todo el agua del río, particularmente la que se trae de Guayaquil el Viejo, que es donde se pobló este pueblo; van por ella en balsas grandes, en una marea, y vuelven en otra; dicen esta agua corre por cima de la zarzaparrilla, yerba o bejuco notísimo en todo el mundo por sus buenos efectos para el mal francés, o bubas por otro nombre…”

“… No se da trigo en este pueblo, mas dase maíz muy blanco, y el pan que dél se hace es mejor y más sabroso que el de nuestro trigo; danse muchas naranjas y limas, y frutas de la tierra en cantidad, buenas y sabrosas, y la mejor de todas ellas son las llamadas badeas por nosotros; son tan grandes como melones, la cáscara verde, la carne, digamos, blanca, no de mal sabor; por dentro tiene unos granillos poco menores que garbanzos, con un caldillo que lo uno y lo otro comido sabe a uvas moscateles las más finas; es regalada comida.”

“Por este río arriba se sube en balsas para ir a la ciudad de Quito, que dista deste pueblo sesenta leguas, en la sierra y tierra fría, las veinticinco por el río arriba, las demás por tierra. Al verano se sube en cuatro o cinco días; al invierno en ocho cuando en menos tiempo, porque se rodea mucho: déjase la madre del río y declinando sobre la mano derecha a las sabanas, que son unos llanos muy grandes llenos de carrizo, pero anegados del agua que sale de la madre del río, llévanse las balsas con botadores, porque el agua está embalsada y no corre; es cierto que si la tierra no fuera tan cálida y llena de mosquitos, causara mucha recreación navegar por estas sabanas.”

“Por este río de Guayaquil arriba (como habemos dicho) se sube en balsas grandes hasta el desembarcadero, veinticinco leguas; hasta el día de hoy hay requas de mulas y caballos que llevan las mercaderías a aquella ciudad y a otros pueblos que de Panamá vienen a Guayaquil. Viven en esta ciudad y su distrito dos naciones de indios, unos llamados guamcavillcas, gente bien dispuesta y blanca, limpios en sus vestidos y de buen parecer; los otros se llaman chonos, morenos, no tan políticos como los guamcavillcas; los unos y los otros son gente guerrera; sus armas, arco y flecha. Tienen los chonos mala fama en el vicio nefando; el cabello traen un poco alto y el cogote trasquilado, con lo cual los demás indios los afrentan en burlas y en veras; llámanlos perros chonos cocotados, como luego diremos.”

* Tomado de la biblioteca virtual Cervantes

Quito, febrero 22 de 2013
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