22 febrero 2013

El Quito que vio Lizárraga *

Fray Reginaldo de Lizárraga fue un clérigo dominico que vino a América con sus padres cuando todavía era un niño. Es probable que haya nacido en Extremadura o en Cantabria, pero lo cierto es que este importante cronista de nuestra colonia, era descendiente de “honrados vizcaínos que pasaron de España al Perú, para fijar allí su residencia”, según el polígrafo José Toribio Medina. Su verdadero nombre era Baltazar de Ovando; en Quito habría estudiado gramática y recibido la tonsura. A sus quince años prosiguió a Lima donde recibió los hábitos. Me ha parecido que pudiera resultarles interesante, transcribir los comentarios de cómo vio el cronista la actual capital ecuatoriana hacia mediados del Siglo XVI:

“La ciudad de Quito es pueblo grande, cabeza de obispado, y donde reside una Audiencia Real; su comarca es fértil, así de trigo como de maíz y demás mantenimientos de la tierra... es abundantísima de todo género de ganados mayores y menores; dista de la línea equinoccial un tercio de grado, y con distar tan poco es  muy fría y destemplada, lluviosa, que casi todos los meses poco o mucho llueve, y a su tiempo, que es desde diciembre a abril, es de muchas aguas, muchos truenos y rayos… ahora parece se han moderado los tiempos.”

“Fundaron la ciudad entre cuatro cerros; los de la parte del Septentrión son altos, los otros pequeños; dentro del mismo pueblo se da maíz y legumbres, muchas y muy buenas, duraznos, membrillos y manzanas, que no se pensó tal se dieran en ella. Hase aumentado mucho esta ciudad; reside en ella la Audiencia Real; tiene muchos indios en su comarca, y las tierras muy abundantes, los campos llenos de ganados mayores y menores, de donde hasta la ciudad de Los Reyes, que son más de trescientas leguas, traen ganado vacuno y aun carneros. Lo que han multiplicado yeguas y caballos parece no creedero.”

“Hay fundados en esta ciudad conventos de todas órdenes y un monasterio de monjas. Nuestros religiosos tienen provincial por sí, y los del glorioso San Francisco, divididos de esta provincia del Perú; los padres de San Agustín y Teatinos, sujetos a los provinciales de Los Reyes. El convento del seráfico San Francisco fue el primero, y la ciudad se fundó el día de San Francisco, por lo cual se llama San Francisco de Quito. Esta sagrada religión, como más antigua, comenzó a doctrinar a los naturales con mucha religión y cristiandad, donde yo conocí a algunos religiosos tales, y entre ellos al padre fray Francisco de Morales, fray Jodoco y fray Pedro Pintor. El sitio del convento es muy grande, en una plaza de una cuadra delante de él, a donde incorporado con el convento tenían ahora cuarenta y cuatro años un colegio así lo llamaban, donde enseñaban la doctrina a muchos indios de diferentes repartimientos, porque a la sazón no había tantos sacerdotes que en ellos pudiesen residir como ahora; además de enseñarles la doctrina les enseñaban también a leer, escribir, cantar, y tañer flautas...”

“Combaten a esta ciudad, y toda su comarca, grandes y violentos temblores de tierra, a causa de que la ciudad a la parte del Septentrión tiene uno o dos volcanes y el uno de ellos que casi siempre humea; toda aquella provincia tiene muchos y tantos que en lo restante del Perú no se ven sino cual o cual allí a cada paso. Los años pasados… salió tanta ceniza de este volcán cercano a la ciudad, que por algunos días no se veía el sol, y el pueblo, campos y pastos llenos de ceniza, por lo cual todos los ganados se venían a la ciudad a buscar comida bramando. Hiciéronse procesiones y de sangre; fue Nuestro Señor servido de proveer de algunos aguaceros que limpiaron la ceniza, y se descubrió la yerba para el ganado.”

“En este tiempo la ciudad era combatida de frecuentes temblores y muy recios de tal manera que pensaban ser las señales últimas del día del juicio; reventó este volcán y declinó a la Mar del Sur; arruinó algunos pueblos de indios y se los llevó el agua que salió de él, y porque por esta parte del Septentrión no dista muchas leguas el volcán de la Mar del Sur, hacía el paraje de Puerto Viejo, bahía de Caráquez y de San Mateo, alcanzó parte de esta ceniza, que el viento la llevaba, y en alta mar en el mismo paraje los navíos que en aquella sazón navegaban viniendo de Panamá a estos reinos, veían la claridad de la lumbre del volcán.”

“El edificio de la iglesia mayor es de adobe; la cubierta de madera muy bien labrada; la labró un religioso nuestro, fraile lego, de los buenos oficiales que había en España. En medio de la plaza hay labrada una fuente muy buena y de muy buena agua, y en la plaza de San Francisco otra; las casas para sus huertas no tienen necesidad de acequias; el cielo les da abundantes lluvias y a veces no las querrían tantas.”

Nota: Lo transcrito es tomado de la biblioteca virtual Miguel de Cervantes.

Quito, 20 de febrero de 2013
Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario