17 marzo 2017

Algo más de las aviadoras

Me gustaría concluir mis reflexiones respecto a por qué no existen suficientes vocaciones femeninas en el mundo del pilotaje aeronáutico, con ciertos comentarios relacionados con mi propia experiencia personal: esto es, mis vuelos como comandante acompañado de copilotos mujeres en una aerolínea europea: Air Atlanta, a veces conocida como Air Atlanta Icelandic.

Ya me había retirado de vuelo -por límite de edad- cuando un día respondieron a una aplicación laboral que ya casi había olvidado y me invitaron a Boston para asistir a una entrevista de trabajo. Se trataba de Air Atlanta. Me explicaron que la misma era una empresa islandesa que hacía ACMI o "wet lease" (ACMI es un acrónimo, significa "aircraft, crew, maintenance and insurance"), es decir que se encargaba de proveer aviones con tripulación, mantenimiento y seguro a otras líneas aéreas que estaban cortas de aeronaves. Air Atlanta realmente daba este servicio, en esos días, a una sola empresa aérea: Saudia, la aerolínea de Arabia Saudita.

Air Atlanta arrendaba alrededor de dieciocho Boeing 747-400 a Saudía; de ahí la enorme demanda que tenía de pilotos. Los vuelos eran programados para atender los viajes de peregrinación a La Meca y Medina, para así satisfacer la aspiración (y mandamiento religioso) del mundo musulmán. Son los vuelos llamados "umrah" (peregrinación corta) y "hajj" (el viaje de una vez en la vida o peregrinación tradicional). Los pilotos extranjeros éramos  contratados con la modalidad de "free lance", lo que equivale a decir: de acuerdo a nuestra propia disponibilidad y en base a los requerimientos de la compañía. Esas "romerías" estaban programadas por nueve meses en el año, aunque AAI nos necesitaba por seis. Trabajaríamos la mitad del año... Sonaba bien, parecía interesante!

AAI era una aerolínea que pertenecía a Islandia, aunque no volaba con base en su capital, Reikiavik, sino en Jeddah, junto al Mar Rojo. Había en la empresa una mentalidad un tanto particular. El insular desconfía del extranjero, se atrinchera en forma natural y es receloso de lo continental. Esto se manifestaba en mi nueva aerolínea con una clara e inconveniente división en el estatus laboral de sus pilotos: había un grupo de islandeses sindicalizados (no pasaban de cien), había otro de islandeses no asociados y un tercero (la casta de "los intocables") que estaba conformado por nosotros, los pilotos extranjeros o expatriados.

El sistema de promoción profesional era sumamente rápido en Air Atlanta (probablemente esto de debía a la alta demanda comercial de la aerolínea y también a la alta rotación de los pilotos extranjeros, debido a su edad). Esto se expresaba en un bajo nivel de experiencia profesional en los pilotos nacionales, muchos de los cuales habían sido pescadores, convertidos en aviadores.

Pero... "a la vejez, viruelas". ¡Quién iba a pensarlo! Ahí, por primera vez, tuve la oportunidad de volar con mujeres piloto. Había seis chicas que ejercían como copilotos. Era fácil adivinar que nos habían asignado un copiloto femenino: el apellido de los islandeses se forma con el primer nombre del padre y termina en "son" (hijo) en el caso de los varones y en "dóttir" (hija) en el de las mujeres. Siempre me impresionó el nivel profesional que exhibían esas aviadoras. Como estaban conscientes de que podían estar sujetas a nuestra evaluación y escrutinio, hacían siempre un trabajo meticuloso y muy ordenado.

Pero algo había de peculiar en esas chicas, y era la forma como -debido a las restricciones del código de vestimenta islámico- portaban su uniforme de piloto. Ellas estaban obligadas a esconder su cabello (un tabú en las mujeres árabes) con una gorra que hacía de velo, el que se había diseñado para que cumplieran con ese protocolo. Además, y como es conocido, el uniforme de las mujeres piloto tiene todavía una impronta masculina que se deriva de la tradición militar.

Resulta inaudito que en un país liberal como Francia recién se haya derogado -hace tan sólo cuatro años- una ley de 1800 que no permitía a las mujeres usar pantalón y que obligaba a quienes "deseaban vestirse como hombres" a obtener con antelación una justificada autorización… Quizá vaya siendo hora de que los uniformes femeninos de piloto tengan también su propia identidad.

Share/Bookmark

No hay comentarios.:

Publicar un comentario