03 marzo 2017

Interpretaciones y motivos

Creo pertenecer a esa extraña cofradía de los lectores impenitentes. A veces me pregunto ¿por qué leo?, o ¿para qué leer? Reflexiono y me respondo, que lo hago para entretenerme, para aprender, para disfrutar de una historia o de algo nuevo, para gozar de esa especie de vida paralela que contiene una trama que nos tiene pendientes de su desarrollo y desenlace. Reconozco, sin embargo, que muy pocas veces profundizo en cuál pudo haber sido el sentido escondido de la narración, en cuál pudo haber sido la intención -si alguna tuvo el autor- de su mensaje. Además, recabo en que la lectura es un acto solitario que nos expone a la interpretación subjetiva, e incluso a la equivocación.

En "Cómo leer y por qué", Harold Bloom, un crítico literario norteamericano, hace un visionario compendio de ciertas obras que a su juicio deberíamos tratar de leer en nuestra vida. Claro que es una apreciación centrada en la influencia de nuestra civilización occidental y, por lo mismo, de nuestra literatura; pero la intención de su libro no es la que el lector imagina, no es la de enseñarnos una técnica o una metodología de cómo leer, sino más bien la de cómo tratar de escudriñar cuál es el sentido, el tema escondido de la obra literaria, más allá de lo que parece su trama, la misma que -en cierto modo- no es más que una sutil máscara, una especie de pretexto para esconder el mensaje o la real intención.

Yo no había meditado en cuál pudiera ser el espíritu central de la novela por excelencia, aquella que es considerada no sólo como la más destacada entre las escritas en habla hispana, sino como el paradigma y obra cimera de la literatura universal, la historia del "Don Quijote de la Mancha". Es probable que nadie se haya anticipado a la propuesta de Bloom: la de que El Quijote no es la historia de un alucinado que había leído demasiados libros de caballería y que anduvo empeñado en realizar un periplo lleno de hazañas y demenciales aventuras; tampoco un empecinado itinerario de gestas y más vicisitudes que surgen de la fortuna o de las calenturientas fiebres a que puede someternos la sinrazón.

El Quijote, simple y llanamente, es la historia de la amistad entre dos hombres, dos tipos que saben escucharse, que se quieren y, además, se admiran entre sí, que saben respetarse con reciprocidad. El Quijote es la historia de dos amigos que se saben distintos y que se proponen acompañarse para enfrentar riesgos y aventuras, reales o inventadas, para "desfacer" agravios y entuertos, es decir peligros y amenazas, producidos por fuerza de las circunstancias o por aquellos predicamentos en los que nos involucra nuestra propia y traicionera imaginación.

Para Alonso Quijano "el toque está en desatinar sin motivo"; lo que equivaldría a decir que la gracia está en hacer locuras o travesuras sin razones que las justifiquen (bien decía un viejo amigo mío de profesión, que "lo lindo de la vida son los excesos"...). Sería una manera de que sólo así Dulcinea entienda que "si ello puede hacerse en seco, qué cosas no podrían hacerse cuando en mojado?" Bloom subraya que "aunque en el Quijote pasa prácticamente todo lo que puede pasar, lo más importante son las conversaciones que Sancho y Don Quijote no cesan de mantener”... Por ello es que "aun en los momentos más feroces, ambos practican una cortesía inquebrantable, y escuchándose aprenden constantemente. Y al escuchar cambian."

Sostiene Bloom, aunque discrepo, que siempre hay algo equívoco en la amistad entre dos hombres; que, por lo mismo, esa amistad es imposible de concretar. Cree él que no existe, en cambio, tal limitación en la amistad entre las mujeres. Mas, siguiendo su propio discurso yo interpreto que cualquier relación es factible, en la medida de que exista vocación de escucha, simpatía o afecto, y mutua atención a lo que es valioso y prioritario en los valores de los otros.

Este sería el gran mérito cervantino, según Bloom, el retrato de "dos almas excepcionales que se escuchan, se aman y se respetan mutuamente". Mientras tanto, nosotros "aprendemos a encariñarnos con ambos personajes y, a través de ello, a conocernos a nosotros mismos". A fin de cuentas, todos tenemos algo de Quijotes, pero algo tenemos
también del humilde Sancho...

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