07 marzo 2017

De humos y significados

En días pasados revisé un artículo del columnista Leonardo Valencia que, con el título "El humo de los diccionarios", se publicó en el diario El Universo. Me pareció estimulante que se subraye una inquietud que se viene expresando últimamente: que la Academia de la Lengua -con su diccionario y autoridad- no siempre está en condición de sancionar qué voces deben o no utilizarse; y que, más bien, debe desarrollar un propósito, que es el de indagar con qué sentido se utilizan ciertos términos en los distintos -y tan diversos- lugares que conforman el inagotable mundo de la hispanidad. Por ello, me permití -por vía epistolar- hacer un par de comentarios y observaciones al antes mencionado columnista:

Estimado Leonardo:

Me ha parecido muy interesante su inquietud semántica relativa a la palabra "botado". Soy un quiteño de sesenta y cinco años; y, aunque he vivido la mitad de mi vida fuera del país (tuve un oficio itinerante: piloto de aerolínea), no he escuchado el término en ninguna otra parte. Por lo menos no con el mismo sentido. A mis años quizá he dejado de escuchar esa voz, al menos con la asiduidad con que quizá se la usaba en la casa de mi abuela (ahí se decía "medio botado"), pero coincido que hay en la expresión un cariz de lugar abandonado, descuidado, proclive a la sorpresa si uno anda en solitario; en fin , un sitio inseguro, desatendido, propicio a la presencia de roedores y de alimañas, que sugiere algo desolado, con algo de basural.

Efectivamente, el diccionario no incluye esta acepción nuestra (no estoy seguro si estamos hablando de un "quiteñismo", de una expresión de la serranía, o de un "ecuatorianismo"); los significados que reconoce, o que por lo menos menciona, son todos regionales o coloquiales. Es más, aquellos sugieren sentidos tan disímiles como: generoso, pródigo, abundante, perfecto o afluente. También menciona otros significados, de tono más bien derogatorio, como barato, asequible, desprestigiado o de mala fama. Pero, de lugar abandonado, peligroso o inseguro, como los basurales o nuestras quebradas y cañadas, nada, nadita de nada...

Cuando tengo este tipo de inquietudes, suelo acudir a una maravillosa herramienta que un buen día me obsequiaron unos buenos amigos; se trata de los tres tomos de "El habla del Ecuador", verdadero diccionario de "ecuatorianismos" del inolvidable Carlos Joaquín Córdova, de quien tengo el orgullo de haber sido su amigo (era padre de un concuñado mío). Ahí encuentro referencia a la voz botado, aunque reconozco que para Carlos Joaquín tiene además un sentido relacionado con el expósito (el recién nacido abandonado o confiado a un convento o a alguna institución benéfica). Quizá por ello, sugiere él, se da la relación con abandonado.

Transcribo la indagación de mi referencia:

Botado, da. adj. Expósito, abandonado, hijo de la piedra. // 2. Infeliz, ruin. // 3. Dicho de un lugar: Desierto, abandonado, solo: "Los ejercicios los hacíamos en El Ejido, sitio botado por esos años", J. Paz y Miño, (El Com., 26/dic/71).

El sentido dado a botado (continúa Carlos Joaquín) como sinónimo de expósito es traslaticio y objetivo por el hecho de que a la criatura a la que se la abandona o bota (v. botar) en los portales, zaguanes, portones de iglesia, se la echa así por dolorosa decisión, o por acto criminal. Pero luego se recoge al recién nacido en casa asistencial para su crianza y educación futuras. Por la misma razón anterior, con sentido extensivo en la 2a.

Hasta aquí la explicación del prestigioso lingüista. En cuanto a la otra voz de su sugerencia (botar) la referencia es demasiado larga y quizá no sea de su interés. A excepción quizá de la expresión "botar la piedra", figura vulgar para referir la satisfacción del deseo sexual (Tomo I, página 212). En todo caso, barrunto si esto de botado no estará emparentado con botadero, otro de nuestros ecuatorianismos y si ambos usos no estarán de alguna manera relacionados.

Sí, hay humo en los diccionarios, pero también, y más, puede haberlo en el habla popular...

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